sábado, 11 de mayo de 2013
"Les he dado la gloria que tú me diste" por San Gregorio de Nisa
De las Homilías de san Gregario de Nisa, obispo, sobre el
Cantar de los cantares
(Del Oficio de lecturas del sábado VI° de Pascua)
Cuando el amor
llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se convierte en amor;
entonces llega a comprenderse que la unidad es lo que alcanza la salvación,
cuando estamos todos unidos, por nuestra íntima adhesión al solo y único bien,
por la perfección de la que nos hace participar la paloma mística.
Algo de esto
podemos deducir de aquellas palabras: Es única mi paloma, mi perfecta; es la
única hija de su madre, la predilecta de quien la engendró.
Pero las palabras
del Señor en el Evangelio nos enseñan esto mismo de una manera más clara. Él,
en efecto, habiendo dado, por su bendición, todo poder a sus discípulos, otorgó
también los demás bienes a sus elegidos, mediante las palabras con que se
dirige al Padre, añadiendo el más importante de estos bienes, el de que, en
adelante, no estén ya divididos por divergencia alguna en la apreciación del
bien, sino que sean una sola cosa, por su unión con el solo y único bien. Así,
unidos en la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz, como dice el
Apóstol, serán todos un solo cuerpo y un solo espíritu, por la única esperanza
a la que han sido llamados.
Pero será mejor
citar literalmente las divinas palabras del Evangelio: Para que todos sean uno
-dice-; para que, así como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, sean ellos una
cosa en nosotros.
El nexo de esta
unidad es la gloria. Nadie podrá negar razonablemente que este nombre, gloria,
se atribuye al Espíritu Santo, si se fija en las palabras del Señor, cuando
dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste. De hecho, dio esta gloria a los
discípulos, cuando les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
Y esta gloria que
él poseía desde siempre, antes de la existencia del mundo, la recibió él
también al revestirse de la naturaleza humana; y, una vez que esta naturaleza
humana de Cristo fue glorificada por el Espíritu Santo, la gloria del Espíritu
fue comunicada a todo ser que participa de esta naturaleza, empezando por los
apóstoles.
Por esto dice: Yo
les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos
uno; yo en el/os y tú en mi, para que sean perfectos en la unidad. Por esto,
todo aquel que va creciendo de la niñez hasta alcanzar el estado de hombre
perfecto llega a aquella madurez espiritual, capaz de entender las cosas,
capaz, por fin, de la gloria del Espíritu Santo, por su pureza de vida, limpia de
todo defecto; éste es la paloma perfecta a la que se refiere el Esposo cuando
dice: Es única mi paloma. mi perfecta.
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