Iniciando la Novena de Pentecostés, donde con toda la Iglesia imploramos y esperamos en oración confiada el Don del Espíritu Santo, es bueno meditar unos instantes sobre los “siete dones” que éste Espíritu de Dios nos regala y que ya se nos ha dado en el Bautismo y la Confirmación. Que este próximo Pentecostés sea para nosotros una profunda renovación en nosotros del “Don de Dios” que es el Espíritu Santo en nuestras almas.
2. Necesidad de los dones:
Estamos llamados a ser santos, pero nuestra naturaleza humana a veces no nos ayuda y hasta muchas veces nos es un obstáculo para llegar a esa cumbre que es la santidad. Es el pecado original...
Santo Tomas de Aquino (en la Suma Teológica I-II, q. 85, a 3) nos explica que aunque el pecado original haya sido borrado el dia de nuestro bautismo, sin embargo permanecen en nuestra naturaleza sus heridas o efectos que nos afectan en cuatro niveles: a) la inteligencia (la verdad no nos es evidente siempre y podemos equivocarnos); b) la voluntad (no siempre elegimos el bien sino que a veces podemos caer en la malicia); c) el apetito irascible (muchas veces somos débiles frente a los bienes arduos) y d) el apetito concupiscible (no siempre dejamos que la razón modere los bienes deleitables). Nuestra naturaleza está herida y por lo tanto es deficiente para alcanzar su vocación que es la SANTIDAD.
Es por eso que Dios nos DA los siete dones del Espíritu Santo, para darle a la naturaleza herida por el pecado original los auxilios necesarios para llegar a la SANTIDAD.
3. Naturaleza de los Dones del Espíritu Santo.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) dice que los Dones del Espíritu Santo son: “disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo” (CEC 1830), “completan y llevan a su perfección las virtud de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas” (CEC 1831). Es decir estos siete dones son capacitaciones extraordinarias para subsanar nuestras heridas de la naturaleza, y en nuestras vidas cumplen la función de “deificarnos”, es decir que es como si recibiéramos una transfusión de sangre directamente de Dios, y esa sangre en nosotros nos va convirtiendo en seres semejantes a Él. Todo Don del Espíritu Santo es Dios mismo actuando en una región determinada de nuestras almas.
3. Los “siete dones” del Espíritu Santo.
Desde siempre la tradición reconoce que son siete los dones del Espíritu Santo. El antiguo himno latino “Veni Creator Spiritus" dice en una de sus estrofas: “Tu septiformis munere” que podríamos traducir libremente como: “Tú que repartes tu don de siete formas”. Y la Secuencia de Pentecostés canta: “Da tuis fidelibus in te confidentibus sacrum septenarium” (da a tus fieles que confían en Ti, tus siete sagrados dones).
Además de la tradición el Catecismo de la Iglesia Católica dice: “Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11,1-2).” (CEC 1831).
Tratemos de ahondar en estos días de la Novena de Pentecostés en cada uno de estos siete dones, que nos van preparando el alma para recibir el verdadero DON de DIOS, que es el mismo Espíritu Santo y que viene a completarnos para nunca mas tengamos sed.