martes, 30 de noviembre de 2010

10 - TRANSFORMACIÓN


Memoria de San Francisco de Asís,
4 de octubre de 1993

Querido padre Tomás:
Conchitina Bernardo es una de las personas más respetables y conocidas de Filipinas. Hace poco se hizo terciaria de la orden de San Francisco. Cuando Conchitina estudiaba medicina en la Universidad de Madrid en 1963, conoció a un estudiante americano, Jonas Romea, que regresaba a Estados Unidos para ordenarse sacerdote.
Casi 25 años después, se encontraron en Manila cuando él difundía la adoración perpetua, durante el Año Eucarístico Nacional de 1987. Durante esos años Conchitina había desarrollado una profunda devoción al Santísimo Sacramento y quería ayudar a promoverla. Tanto había para hacer que necesitaba ayuda. Conchitina invitó a Manila al padre Jonas Romea a vivir conmigo en San Miguel. Financió los gastos del viaje para que este sacerdote se uniera al apostolado y difundiera la adoración perpetua.
Cuando terminó el Año Eucarístico, el padre Jonas regresó a Estados Unidos donde predicó con tanto éxito que estimuló a otro sacerdote a fundar una nueva comunidad de sacerdotes dedicados a la difusión de la adoración perpetua en el mundo entero. La comunidad se llama Misioneros del Santísimo Sacramento y el sacerdote que la fundó, amigo de Conchitina, es el padre Martín Lucia. Es así que nuevamente tenemos la conexión filipina-americana.
Conchitina es una de las miles de personas influenciadas por San Francisco. Pero fue Jesús en el Santísimo Sacramento, el que influyó en San Francisco que con frecuencia pasaba la noche entera rezando ante el Santísimo Sacramento. Su único deseo era la transformación de su vida en unión con Cristo. Una noche de julio de 1216, Cristo se le apareció mientras rezaba ante el Santísimo en la Iglesia de Santa María de los Ángeles.
Después de la visión, San Francisco exclamó: "Los mandaré a todos al paraíso". Estaba más convencido que nunca del poder de la oración para salvar almas.
El 14 de septiembre, un serafín con alas de fuego, tal como se describe en Isaías (6, 2), bajó del cielo sobre Francisco mientras hacía contemplación e imprimió en sus manos la marca de los clavos y la llaga de la lanza, en su costado. Todos en la región vieron el monte de La Verna envuelto en una luz, como si el sol ya hubiera salido. El hermano León vio una bola de fuego descender sobre el rostro de San Francisco cuando éste recibía los estigmas.
Menciono esto, querido Tomás, porque el Santísimo Sacramento es el fuego del Amor Divino. Así como el fuego transforma todo en fuego, así, uno es transformado de gloria en gloria y hecho más a la imagen y semejanza de Cristo por cada momento que pasamos en su divina Presencia.
¿Recuerdas nuestra conversación sobre la metamorfosis del gusano en una mariposa multicolor? La diferencia nos asombra.
La diferencia en nuestra alma de una hora santa a otra, asombra a los santos en el cielo y a los ángeles en la tierra. La transformación que toma lugar en tu alma es mucho más real y dramática que la transformación que tuvo lugar en el cuerpo de Francisco cuando fue estigmatizado. Por cada momento que pasas en Su Presencia, no solamente tus manos y tu costado, sino todo tu ser se transforma más y más a imagen y semejanza de Cristo.
Debido a esta transformación, cada momento que pasas con Jesús en la tierra hará que tu alma sea más gloriosa y más bella en el cielo por toda la eternidad. Por esto, querido Tomás, San Pablo exclamó: "Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez mis gloriosos" (2 Co 3,18).
Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico, Mons. Pepe

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