Viernes Santo,
1 – 4 – 1994.
Querido padre Tomás:
Cuando el cardenal Sin era halagado, bromeando él relata la historia de la entrada de Jesús en Jerusalén. “Jesús montaba un burro cuando entró en la ciudad. La gente empezó a cantar, mientras desplegaban sus mantos sobre el camino por donde Él debería pasar, recibiéndolo en el nombre de Dios.El pobre burro pensó que todas las alabanzas y ovaciones eran para él. No sabía que eran para Jesús que estaba montado sobre él”.
Todos nos podemos reír del humor de este relato porque nos hace pensar en la naturaleza humana. Por ejemplo, los que no quieren hacer adoración perpetua en sus parroquias me recuerdan al burro. Piensan que toda la alabanza de la gente se dirige a ellos.
¿O piensan que Jesús no se lo merece? La adoración perpetua es la alabanza por todo lo que Jesús hizo por nuestra salvación. El Viernes Santo es el precio que pagó al instituir la Eucaristía, la noche anterior: primero, el banquete; después, la cuenta. Jesús dio su Cuerpo en la Cruz, por amor a nosotros, para podernos dar su Cuerpo y todo su Amor en la Sagrada Comunión. La Eucaristía es Jesús, Rey de Amor. Jesús fue levantado en la Cruz con odio, porque no querían que fuera su Rey. “Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: Este es Jesús, el Rey de los judíos” (Mt. 27, 37)
Él es levantado con amor en la adoración perpetua. Por nuestra adoración a Jesús en la custodia, hacemos que derrame sobre la parroquia y el mundo, las gracias y méritos de la Cruz. “Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mi (Jn. 12, 32)
Acercándonos a Él con incesantes alabanzas, le decimos al mundo: ¡¡Este es Jesús nuestro adorable Rey de Amor!!
Por la adoración perpetua lo proclamamos rey, dándole el honor que realmente merece. Lo sacamos de la cruz de la vergüenza. Reemplazamos la corona de espinas con un trono de gloria, rodeándolo de amor día y noche.
Cuando toda la Iglesia lo proclame Rey mediante una renovación Eucarística, cuando cada parroquia tenga adoración perpetua, entonces Él restaurará su Reino y renovará la faz de la tierra.
Fraternalmente tuyo en su amor Eucarístico, Mons. Pepe.
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