martes, 9 de noviembre de 2010

29 - CORAZÓN COMPASIVO


Fiesta del Sagrado Corazón,
10-6-1994.

Querido padre Tomás:
La Biblia dice que Dios nos ama desde antes de la creación del mundo.
Todos sabemos que cuando amamos mucho a alguien, queremos estar siempre con esa persona. Una madre quiere estar siempre con su bebé. Un padre con sus hijos. Los enamorados quieren verse siempre.
Cuanto más amamos, más queremos estar con el ser amado. Esto explica el misterio de la presencia real de Jesús. Él se queda con nosotros, día y noche en el Santísimo Sacramento, sencillamente porque nos ama tanto a cada uno, que nunca quiere dejarnos.
Jesús asegura: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). ¿Por qué? Porque “con amor eterno te amé…” (Jr 31, 3-4).
“Si ustedes creyeran en mi amor, si realmente creyeran en mi amor, entonces verían los milagros de mi amor. Yo reinaré en cada corazón y mi victoria será total y plena, porque Yo reinaré por la omnipotencia de mi amor, en el Santísimo Sacramento”.
Este es el mensaje que Jesús le dio a Santa Margarita María, para que lo difundiera por todo el mundo. La palabra clave es “omnipotente”, todopoderoso. Ella vio su corazón vivo y encendido como un millón de soles. Su corazón en el Santísimo Sacramento, arde de amor por cada persona.
Por eso, Jesús expresamente pidió por intermedio de Santa Margarita María, que se estableciera en el calendario litúrgico, una fiesta exclusiva en honor de su Sagrado Corazón, en la octava de la fiesta de Corpus Christi. Jesús quería establecer, sin lugar a dudas, que la devoción a su Sagrado Corazón, era la devoción al Santísimo Sacramento. ¡El Santísimo Sacramento es el Sagrado Corazón de Jesús vivo, en medio de nosotros!
Lo que Él le pidió a Santa Margarita María, hoy es más urgente de lo que fue en ese entonces. “Tengo sed, ardiente sed de ser amado en el Santísimo Sacramento”. Su mensaje es que la Eucaristía no es una cosa, sino una persona: Él mismo. Añadió que en el Santísimo Sacramento encontraríamos al más amante de los padres, a nuestro mejor amigo en el Corazón más compasivo.
San Juan María Vianney pudo ver cómo Jesús tomaba con sus manos, la cara de cada persona que lo visitaba en el Santísimo Sacramento y a cada uno le daba, un tierno beso de agradecimiento. “Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla” (Os 11, 4).
Esta es la ternura que encontramos en el Santísimo Sacramento que brota de un Corazón lleno de gratitud por nuestro amor. Jesús preguntó: “¿Quién me tocó?”, refiriéndose a una mujer enferma que tocó el borde de su manto. Porque “sentí que una fuerza salió de mí” (Lc 8, 45-46).
En cada hora santa que hacemos, una gracia sale de Jesús. Cada hora santa, toca su Corazón y facilita la salida de su Amor salvador, hasta que un día habrá un nuevo Pentecostés.
El “fuego” que destrozará al mundo, será el fuego del amor divino. El fuego de su Corazón, destruirá el frío odio de éste mundo y restablecerá el Reino de su divino Amor (IP 3, 10).
La adoración perpetua será la causa y el catalizador del acontecimiento cósmico. El amor de Dios por el hombre fue lo que creó al mundo. Solo el amor del hombre por Dios en el Santísimo Sacramento, lo recreará de acuerdo con su promesa, dónde “esperamos…nuevos cielos nueva tierra” (IP 3, 13).
Cada vez que visites al Santísimo Sacramento, recuerda que su presencia constante es en sí, como un canto que dice: “No puedo acordarme, cuando no te amé”.
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe.

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