lunes, 30 de marzo de 2009

Del Hermano Rafael, "Sólo a Ti y a tu cruz deseo"


23 de febrero de 1938.

¡Señor Jesús! Tú que eres el único que en este destierro entre los hombres me consuelas; el único en quien descansa mi alma; el único que me enseña y guía, sé, Señor, también, el sostén y el apoyo en mis flaquezas y tentaciones.

¿Qué vine yo aquí a buscar? ¿Acaso a los hombres? No, Dios mío..., no... sólo a Ti y a tu Cruz deseo... Pero (siempre el "pero"), yo también soy hombre, sujeto a mudanzas y con un corazón vano y caprichoso... Yo, Señor, vine buscándote a Ti... mas he de vivir entre criaturas, ¡qué gran cruz es ésa!... queriéndote a Ti y suspirando por Ti..., he de vivir aún entre hombres. He de ver a cada paso en la tierra, o una miseria o una flaqueza o un dolor... ¡Qué duro se hace, Señor, vivir en la tierra!

Hubo un tiempo en que busqué al hombre..., busqué su consuelo..., busqué a Dios en la criatura... Vana ilusión... Cuánto me ha hecho sufrir.

Ya no espero nada de los hombres... ¿Qué me pueden dar?... Sólo Tú, Señor, eres mi única esperanza.

¿Dónde están los que te aman, Dios mío? Vine engañado al monasterio. La realidad me ha abierto los ojos... En mis luchas, Señor, me sostuviste... (aún no he dejado de luchar)... En la desilusión de mi vida, pude tirar por otro camino, el mundo, mas la misericordia de Dios me sostuvo y me sostiene... ¡¡Y qué obra de Jesús tan maravillosa!! Mi alma se ensancha y goza al ver perdida la ilusión, y se extasía al ver que sólo Dios puede llenar mi vida.

Solo en la Trapa, desprendiendo mi corazón poco a poco de todo, voy viviendo mi soledad con Dios. ¡Qué felicidad!... pero cuántas lágrimas cuesta. Qué dura se hace a veces la tentación.

El otro día vi y entendí algo que me llenó el alma de turbación... ¿Cómo es posible, Dios mío? Soy hombre y sufrí... ¿cómo no?... No sabia qué hacer si llorar o tirarme a las paredes... No podía estudiar, ni rezar, ni pensar en otra cosa... Dios mío, Dios mío ¿dónde están los que te aman?... ¿Cómo es posible vivir entre los hombres?... Señor, ten compasión de mi, yo soy el más miserable... No sé..., es algo que para entenderlo, hay que pasar por ello.

En mis pasos excitado por el noviciado, sin ya saber qué hacer..., me asomé a una ventana, en contra de mi costumbre y de mi reglamento que me lo prohíbe.

Empezaba a salir el sol. Una paz muy grande reinaba en la naturaleza... Todo empezaba a despertar..., la tierra, el cielo, los pájaros... Todo poco a poco, despertaba dulcemente al mandato de Dios... Todo obedecía a sus divinas leyes, sin quejas, y sin sobresaltos, mansamente, dulcemente, tanto la luz como las tinieblas, tanto el cielo azul como la tierra dura cubierta del rocío del amanecer... Qué bueno es Dios, pensé... En todo hay paz menos en el corazón humano.

Y suavemente, dulcemente, también Dios me enseñó por medio de esta dulce y tranquila madrugada, a obedecer...

Una paz muy grande llenó mi alma... Pensé que sólo Dios es bueno; que todo por Él está ordenado... Que qué me importa lo que hagan y digan los hombres... Para mí no debe haber en el mundo más que una cosa... Dios..., Dios que lo va ordenando todo para mi bien...

Dios, que hace salir cada mañana el sol, que deshace la escarcha, que hace cantar a los pájaros y va cambiando en mil suaves colores, las nubes del cielo...

Dios que me ofrece un rincón en la tierra para orar: que me da un rincón donde poder esperar lo que espero.. Dios tan bueno conmigo, que en el silencio me habla al corazón y me va enseñando poco a poco, quizás con lágrimas siempre con cruz, a desprenderlo de las criaturas, a no buscar la perfección más que en Él… a mostrarme a María y decirme: He aquí la única criatura perfecta... En Ella encontrarás el amor y la caridad que no encuentras en los hombres.

¿De qué te quejas, hermano Rafael?

Ámame a Mi, sufre conmigo, soy Jesús.

¡Ah!, Virgen María..., he aquí la gran misericordia de Dios... He aquí cómo Dios va obrando en mi alma, a veces en la desolación, a veces en el consuelo, pero siempre para enseñarme que sólo en Él tengo que poner mi corazón, que sólo en Él he de vivir, que sólo a Él he de amar, de querer, esperar..., en pura fe, sin consuelo ni ayuda de humana criatura.

Qué felicidad, Madre mía... Cuánto le tengo que agradecer a Dios... ¡Qué bueno es Jesús!

Cuando dejé de mirar el cielo desde la ventana del noviciado..., pensé: el Señor saca bienes de los males. Si alguien me hubiera visto, habría pensado..., un novicio que pierde el tiempo.

¿Acaso es perder el tiempo adorar entrañablemente a Dios?... Pasó la tentación, la turbación, y con ella, dejé de pensar en lo que había oído, y haciendo un acto de unión con la voluntad divina, cosa que hago siempre que me acuerdo, bajé a la iglesia a oír la santa Misa, y desde allí, a los pies del Sagrario, elevé mi corazón a Dios y a la Santísima Madre María, y se lo ofrecí, para que Él lo siguiera limpiando, y haciendo con él lo que quisiera.

¡Qué grande es la misericordia de Dios! Qué bien comprendo aquellas palabras (no recuerdo de dónde) que dicen: "Le llevó a la soledad, y allí le habló al corazón"

Sólo Tú, Dios mío, sólo Tú.

Cuanto más me he acercado a las criaturas, más me he visto lejos de ellas, y cuanto más lejos estoy del hombre, más cercano estoy a Dios.

viernes, 27 de marzo de 2009

Homilía del Cardenal Ratzinger en la misa exequial del Papa Juan Pablo II


"Sígueme -esta palabra lapidaria de Cristo puede ser considerada la llave para comprender el mensaje que viene de la vida de nuestro llorado y amado papa Juan Pablo II, cuyos restos trasladamos hoy a la tierra como semilla de inmortalidad-el corazón lleno de tristeza, pero también de alegre esperanza y profunda gratitud.

Estos son los sentimientos de nuestro ánimo, hermanos y hermanas en Cristo, presentes en la Plaza de San Pedro, en las calles adyacentes y en otros lugares de la ciudad de Roma, poblada estos días de una inmensa multitud silenciosa y en oración. A todos saludo cordialmente. También, en nombre del Colegio de Cardenales, deseo dirigir mi deferente pensamiento a los jefes de Estado, de Gobierno y a las delegaciones de los distintos países. Saludo a las autoridades y representantes de las Iglesias y Comunidades cristianas, así como a los de diversas religiones. Saludó también a los Arzobispos, los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los fieles venidos de cada continente; en modo especial a los jóvenes, que Juan Pablo II amaba definir como futuro y esperanza de la Iglesia. Mi saludo alcanza, además, a los que en cada parte del mundo se unen a nosotros a través de la radio y la televisión en esta participación coral en el solemne rito de despedida al amado Pontífice.

Sígueme -como joven estudiante, Karol Wojtyla era un entusiasta de la literatura, del teatro, de la poesía. Trabajando en una fábrica química, rodeado y amenazado por el terror nazi, sintió la voz del Señor: ¡Sígueme! En este contexto concreto comenzó a leer libros de filosofía y teología, entró después en el seminario clandestino creado por el Cardenal Sapieha y tras la guerra pudo completar sus estudios en la facultad teológica de la Universidad Jaghellonica de Cracovia. Muchas veces, en sus cartas a los sacerdotes y en sus libros autobiográficos nos ha hablado de su sacerdocio, en el que fue ordenado el 1 de noviembre de 1946. En estos textos interpreta su sacerdocio en particular a partir de tres mensajes del Señor. Sobre todo éste: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he instruido para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto permanezca" (Gv 15,16). La segunda frase es: "El buen pastor ofrece la vida por las ovejas" (Gv 10,11). Y finalmente: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permanecéis en mi amor" (GV 15,9). En estas tres frases vemos toda el alma de nuestro Santo Padre. Realmente anduvo a todos los lugares e incansablemente para llevar fruto, un fruto que permanece.

"¡Levantaos, vamos!", es el título de su penúltimo libro. "¡Levantaos, vamos!". Con estas palabras nos ha despertado de una fe cansada, del sueño de los discípulos de ayer y de hoy. "¡Levantaos, vamos!" nos dice también hoy. El Santo Padre ha sido un sacerdote hasta el final, porque ha ofrecido su vida a Dios por sus ovejas y por toda la familia humana, en un regalo cotidiano al servicio de la Iglesia y sobre todo en las difíciles pruebas de los últimos meses. Así se ha convertido en una sola cosa con Cristo, el buen pastor que ama a sus ovejas. Y finalmente "permaneced en mi amor": El Papa que ha buscado el encuentro con todos, que ha tenido una capacidad de perdón y de apertura del corazón para todos, nos dice, también hoy, con estas palabras del Señor: Viviendo en el amor de Cristo aprendemos, en la escuela de Cristo, el arte del verdadero amor.

¡Sígueme! En julio de 1958 comienza para el joven sacerdote Karol Wojtyla una nueva etapa en el camino con el Señor y detrás del Señor. Karol se había dirigido, como de costumbre, con un grupo de jóvenes apasionados de la canoa a los lagos Masuri para pasar unas vacaciones juntos. Pero llevaba con él una carta que lo invitaba a presentarse al Primado de Polonia, Cardenal Wyszynski, y podía adivinar el objetivo del encuentro: su nombramiento como obispo auxiliar de Cracovia.

Dejar la enseñanza académica, dejar esta estimulante comunión con los jóvenes, dejar el gran esfuerzo intelectual para conocer e interpretar el misterio de la criatura hombre, para hacer presente en el mundo de hoy la interpretación cristiana de nuestro ser - todo lo que debía parecerle como un perderse a sí mismo, perder precisamente cuanto se había convertido en la identidad humana de este joven sacerdote.

Sígueme - Karol Wojtyla aceptó, sintiendo en la llamada de la Iglesia la voz de Cristo. Y luego se dio cuenta de que la palabra del Señor es auténtica: "Quien trate de salvar su propia vida la perderá, quien en cambio la haya perdido la salvará".

Nuestro Papa -lo sabemos todos- nunca quiso salvar la propia vida, guardarla para sí; quiso darse sin reservas, hasta el último momento, para Cristo y también para nosotros. De tal manera pudo experimentar que todo lo que había dejado en las manos del Señor volvió de una nueva manera: el amor a la palabra, a la poesía, a las cartas, fue una parte esencial de su misión pastoral y ha dado nueva frescura, nueva actualidad, nueva atracción al anuncio del Evangelio, incluso cuando ello es signo de contradicción.

¡Sígueme! En octubre de 1978, el Cardenal Wojtyla oye de nuevo la voz del Señor. Se renueva el diálogo con Pedro traído de nuevo en el Evangelio de esta celebración:

"Simón de Juan, ¿me amas? ¡Apacienta mis ovejas!". A la pregunta del Señor: Karol, ¿me amas?, el arzobispo de Cracovia respondió desde lo profundo de su corazón: "Señor, tú lo sabes todo: Tú sabes que te amo". El amor de Cristo fue la fuerza dominante en nuestro amado Santo Padre; quien lo ha visto rezar, quien lo ha oído predicar, lo sabe. Y así, gracias a este profundo enraizamiento en Cristo, ha podido llevar un peso que va más allá de las fuerzas puramente humanas: Ser el pastor del rebaño de Cristo, de su Iglesia universal. No es este el momento de hablar de los argumentos individuales de este Pontificado tan rico. Me gustaría sólo leer dos pasajes de la liturgia de hoy, en los que aparecen elementos centrales de su anuncio. En la primera lectura nos dice San Pedro -y dice el Papa con San Pedro-: "En verdad me doy cuenta de que Dios no tiene preferencias entre las personas, sino que quien lo teme y practica la justicia, a cualquier pueblo que pertenezca, es aceptado por él". (...)

Y, en la segunda lectura, San Pablo -y con San Pablo nuestro Papa difunto- nos exhorta en voz alta: "Hermanos míos tan queridos y tan deseados, mi joya y mi corona, permaneced sólidos en el Señor así como habéis aprendido". (...)

En el primer periodo de su Pontificado, el Santo Padre, todavía joven y lleno de fuerzas, bajo la guía de Cristo iba hasta los confines del mundo. Pero luego cada vez más entró en la comunión del sufrimiento de Cristo, cada vez más comprendió la verdad de las palabras: "Otro te sostendrá...". Y precisamente en esta comunión con el Señor doliente anunció, incansablemente y con renovada intensidad, el Evangelio, el misterio del amor que va hasta el final.

El interpretó para nosotros el misterio pascual como misterio de la divina misericordia. Escribe en su último libro: El límite impuesto al mal es, "en definitiva, la divina misericordia" ("Memoria e Identidad", pág. 70). Y reflexionando sobre el atentado dice: "Cristo, sufriendo por todos nosotros, ha conferido un nuevo sentido al sufrimiento, lo ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: el del amor... Es el sufrimiento que quema y consume el mal con la llama del amor y extrae también del pecado un multiforme florecer del bien" (pág. 199). Animado por esta visión, el Papa ha sufrido y amado en comunión con Cristo, y por eso el mensaje de su sufrimiento y de su silencio ha sido tan elocuente y profundo.

Divina Misericordia: El Santo Padre ha encontrado el reflejo más puro de la misericordia de Dios en la Madre de Dios. Él, que perdió su madre a tierna edad, ha amado mucho más a la Madre divina. Oyó las palabras del Señor crucificado como dichas a él personalmente: "¡Aquí está tu madre!". E hizo como el discípulo predilecto: las acogió en lo íntimo de su ser - Totus Tuus. Y de la madre aprendió a parecerse a Cristo.

Para todos nosotros es inolvidable cómo en este último Domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico y una última vez dio la bendición 'Urbi et Orbi'.

Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendícenos, Santo Padre. Nosotros confiamos tu alma querida a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Amén".

Juan Pablo II, qué lindo es verlo reir...

jueves, 26 de marzo de 2009

Actuar en secreto, J. Leloup



Actuar en secreto
(sobre la humildad)

El hombre humilde no se preocupa de parecer espiritual a los ojos de los demás; al contrario, hará todo lo posible para que se lo ignore; ésta es la tradición de los “locos por Cristo”.

Había un monje en el monasterio que parecía distraído en el Oficio, y que siempre llegaba tarde; muchas veces le advertimos sobre esto, invitándolo a que se levantara más temprano… Después de su muerte, supimos que este monje velaba todas las noches, y no se concedía sino una o dos horas de reposo. Su padre espiritual le había ordenado actuar de esa manera para conservar la humildad.

La humildad nos libra de la preocupación de agradar a los hombres o de la vanidad de disgustarlos. Lo que es, es. Lo que no es, no es. Si haces el bien, no lo digas a nadie. Un poco de vanidad te hace perder todo el mérito de tus obras. No digas a nadie de tus ayunos, de tus vigilias, de tu trabajo. Actúa en lo secreto, y “tu Padre que ve en lo secreto te lo premiará”.

Guárdate de pregonar tu justicia (es decir tus buenas obras, tu estado espiritual o las gracias que Dios te concede), delante de los hombres para hacerte notar, pues sería perder toda recompensa de tu Padre que está en los cielos (Mt 6,1-4). Si haces todas las cosas en secreto, sin preocuparte de ser reconocido, no tardarás en gustar la dulzura del amor.


Jean-Ives LELOUP

miércoles, 25 de marzo de 2009

Oración del Padre Hurtado


Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes.
Y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de tradición a los demás por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mi mismo y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo mas grande del fuerte.
Y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo fallara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente fallara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, no te olvides de mi.

San Alberto Hurtado

lunes, 23 de marzo de 2009

Oración de la serenidad


Dios concédeme la

Serenidad para aceptar

las cosas que no

puedo cambiar...

Valor para cambiar

aquellas que puedo y

Sabiduría para reconocer

la diferencia...

Hay que volar...


¡Hay que volar!
Por: MST

En la vida hay que volar. Hay veces que uno se siente muy cómodo con una situación particular en la vida; ya sea un trabajo, una carrera universitaria, o tan solo una situación agradable. Sin embargo cuando llega el momento de abandonar esas cosas por algo nuevo, nos da miedo, inseguridad y hasta nostalgia por no querer dejarlas.
Hay que volar…
Puede resultarle muy cómodo a una abeja alimentarse en una determinada flor, porque se nutre, y tal vez no corra peligro por ser una flor protegida. Hete aquí que llegado el momento de buscar una nueva flor, la abeja debe armarse de valor, abrir las alas y lanzarse en un vuelo peligroso a través de campos en busca de un nuevo paraje. Nada fácil debe ser para la recolectora abandonar la comodidad y seguridad de su situación para salir en busca de una nueva flor desconocida y de la que probablemente no conozca la ubicación. Ha de confiar entonces en que el campo le brindará nuevo néctar y en que sus alas no la abandonarán. Solo así llegará a destino son rendirse en vuelo.
Así debemos volar nosotros, de flor en flor, de día en día, confiados en que Dios siempre nos da flores donde posarnos, y en que Cristo como nuestras alas nunca nos abandona en el camino.
Hay que confiar, armarse de valor y lanzarse en la búsqueda. Dios siempre nos ofrece flores, algunas con espinas, otras más llamativas, algunas más dulces, y otras mas amargas; pero lo importante es que todas alimentan, porque por algo las creó Dios. Y cada una nos acerca más al Padre.
Aquél que no vuela, no solo se estanca, sino que impide que otro ocupe su lugar e impide que otros tengan las oportunidades que él tuvo.
Además es necesario llevar el polen de flor en flor para que crezcan nuevas flores.
Vayamos donde vayamos llevemos el Amor que recibimos de Dios en cada momento, para que el Amor de Dios germine en los corazones de los que nos rodean.
Es por eso que hay que aprender a volar.

Confía tu vida a Cristo y ya estarás volando…

domingo, 22 de marzo de 2009

Discurso del Santo Padre el Papa Benedicto XVI a los jovenes de Angola



(...) Amigos míos, ustedes son una semilla que Dios ha sembrado en la tierra, que encierra en su interior una fuerza de lo Alto, la fuerza del Espíritu Santo. No obstante, para que la promesa de vida se convierta en fruto, el único camino posible es dar la vida por amor, es morir por amor. Lo dijo Jesús mismo: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna" (Jn 12,24-25). Así habló y así hizo Jesús: su crucifixión parece un fracaso total, pero no lo es. Jesús, en virtud "del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha" (Hb 9,14). De este modo, cayendo en tierra, pudo dar fruto en todo tiempo y a lo largo de todos los tiempos. En medio de ustedes tienen el nuevo Pan, el Pan de la vida futura, la Santa Eucaristía que nos alimenta y hace brotar la vida trinitaria en el corazón de los hombres.

Jóvenes amigos, semillas con la fuerza del mismo Espíritu Eterno, que han germinado al calor de la Eucaristía, en la que se realiza el testamento del Señor. Él se nos entrega y nosotros respondemos entregándonos a los otros por amor suyo. Éste es el camino de la vida; pero se podrá recorrer sólo con un diálogo constante con el Señor y en auténtico diálogo entre ustedes. La cultura social predominante no los ayuda a vivir la Palabra de Jesús, ni tampoco el don de ustedes mismos, al que Él los invita según el designio del Padre. Queridísimos amigos, la fuerza se encuentra dentro de ustedes, como estaba en Jesús, que decía: "El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras... El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre" (Jn 14,10.12). Por eso, no tengan miedo de tomar decisiones definitivas. Generosidad no les falta, lo sé. Pero frente al riesgo de comprometerse de por vida, tanto en el matrimonio como en una vida de especial consagración, sienten miedo: "El mundo vive en continuo movimiento y la vida está llena de posibilidades. ¿Podré disponer en este momento por completo de mi vida sin saber los imprevistos que me esperan? ¿No será que yo, con una decisión definitiva, me juego mi libertad y me ato con mis propias manos?" Éstas son las dudas que les asaltan y que la actual cultura individualista y hedonista exaspera. Pero cuando el joven no se decide, corre el riesgo de seguir siendo eternamente niño.

Yo les digo: ¡Ánimo! Atrévanse a tomar decisiones definitivas, porque, en verdad, éstas son las únicas que no destruyen la libertad, sino que crean su correcta orientación, permitiendo avanzar y alcanzar algo grande en la vida. Sin duda, la vida tiene un valor sólo si tienen el arrojo de la aventura, la confianza de que el Señor nunca los dejará solos. Juventud angoleña, deja libre dentro de ti al Espíritu Santo, a la fuerza de lo Alto. Confiando en esta fuerza, como Jesús, arriésgate a dar este salto, por decirlo así, hacia lo definitivo y, con él, da una posibilidad a la vida. Así se crearán entre vosotros islas, oasis y después grandes espacios de cultura cristiana, donde se hará visible esa "ciudad santa, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia". Ésta es la vida que merece la pena vivir y que de corazón les deseo. Viva la juventud de Angola.

El Papa con los jovenes en Angola

sábado, 21 de marzo de 2009

4º domingo de Cuaresma - comentario

2 Cron 36,14-16.19-23
Ef 2,4-10
Jn 3,14-21

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo si pierde su vida...? (Mc 16,25)
Con esa dramática pregunta Jesús pone de manifiesto el conflicto central de la vida del hombre: un insaciable apetito de siempre más, que siempre lo impulsa a buscar más, a ganar más, a tener más, a ser más, que es a la vez fuente de las grandezas mas grandes en la vida del hombre pero también de sus calamidades mayores. Porque así como esa “sagrada” ambición puesta por Dios en el corazón es la que nos lleva a desear y anhelar la inalcanzable meta de la santidad, así también muchas veces es causa de dolor, de vacío que busca ser llenado, de grandes sufrimientos y fracasos en la vida. Y es que el pecado es eso, buscar a Dios sólo en las cosas y tratar de saciar la sed del “Todo” con la nada. Ese es el drama del hombre: por querer ganar el mundo, perder la vida, el alma, el sentido de las cosas.
Y las lecturas de este domingo nos ponen nuevamente frente a este drama mostrándonos la consecuencia lógica del pecado: la pérdida de sentido, la angustia, la caída de lo que somos… La infidelidad nos aleja de nosotros mismos, nos sumerge en la nada y el vacío, y la consecuencia natural de salirse del propio centro es la destrucción de lo que somos. El pecado nos lastima porque siempre es una agresión contra la propia naturaleza. Si lo natural tuviera la ultima palabra sólo podríamos esperar la aniquilación de lo que somos.
Pero el “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó”, se entrega a Sí mismo y no deja que el hombre perezca a causa del pecado, y su última palabra sobre la infidelidad humana no es la destrucción y la muerte, sino la misericordia y la vida. La ultima palabra de Dios sobre el hombre, es Cristo “levantado en alto en la Cruz”, paradójica luz que ilumina en la oscuridad de la fe. La respuesta de Dios al hombre destruido por el pecado es Cristo levantado en la cruz.
“Tanto amó… que dio…” dice San Juan admirado por el amor infinito de Dios que rescata al hombre de sus propias oscuridades y lo saca del pecado y de la muerte.
Aquí se nos muestra el camino: mirar a Aquel que está levantado en lo alto, en la cruz. Dice el Padre Silvio Báez ocd: “Los hebreos que eran mordidos de serpiente en el desierto se curaban, mirando a la serpiente de bronce que Moisés había izado en un estandarte delante del pueblo (Num 21,8-9). A diferencia de las otras intervenciones milagrosas de Yahvéh en favor del pueblo en el desierto -como el maná o el agua de la roca-, la que se nos cuenta en Num 21 exigía una condición por parte de los hebreos qu querían vivir: tenían que fijar su mirada en el estandarte de la serpiente de bronce que sería para ellos fuente de vida. Aquel evento del desierto es imagen de Jesús, que será “levantado” en la cruz (Jn 8,28; 12,34). La serpiente libraba de una muerte improvisa, Jesús crucificado da la vida eterna a quienes creen en él. El verbo “levantar, elevar” (griego: ypsoô) (Jn 8,28; 12,34), puede tener dos significados en griego: levantar algo físicamente de abajo hacia arriba, o en sentido metafórico, exaltar, glorificar a alguien. Juan piensa en ambos significados: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre” (Jn 3,14).
Mirar a Cristo exaltado es mirar la cruz, pero también es mirar la Eucaristía. Porque en la Eucaristía brilla el Señor con su fulgor más misterioso y profundo: la Divinidad escondida bajo la pobreza, como en la cruz, donde el Todopoderoso se hace débil y se muestra pobre, pequeño y sufriente… Ver al Dios omnipotente en la pobreza de la cruz es creer y es encontrar la verdadera respuesta de sentido al misterio de Dios, al misterio del hombre, al amor y a la muerte…
Al promediar la Cuaresma la Iglesia nos hace poner nuestra mirada sobre Cristo exaltado en la cruz, y contemplar así el misterio de fe que es el centro de nuestra vida. También la Eucaristía es Cristo levantado en alto que, aunque pobre y escondido, es a la vez la fuerza vital más grande del universo: el amor de Dios que rescata al hombre de sus propios abismos.
Este domingo la liturgia nos pone frente a la cruz de Cristo que, como dice el Padre Gera: “reúne en sí las mayores paradojas del misterio de Dios y del hombre. Cristo en la cruz enlaza el amor con la muerte para dar vida. La Cruz de Cristo es la alegría del mundo...”

viernes, 20 de marzo de 2009

26. Más cerca, oh Dios, de Ti (con acordes)

"Si tiende al sol la flor..."

Do - Fa- Fam
Más cerca, oh, Dios de Ti,
Do- Sol
más cerca sí,
Do - Fa -Fam
aunque sea una cruz,
Do -Sol- Do
que me lleve a Ti.

Do - Fa -Do- Do -Fa -Do -Sol
Si tiende al sol la flor, si el agua busca el mar,
Do - Fa -Fam - Do -Sol - Do - Sol
a Ti, mi sólo bien, yo he de buscar.

Mi pobre corazón, inquieto estará
hasta que en Ti, Señor, encuentre la paz.
Ábraseme tu luz, Oh, luz de eternidad,
Cerca de Ti, Señor, yo quiero morar.

Refugio es el Señor, yo nunca temeré,
mi fuerza en el dolor, confío en Él.
Si brama y gime el mar, las olas al romper,
conmigo Dios está : Yo no temeré.

Yo creo en Ti, Señor, Yo creo en Ti,
Dios vivo en el Altar, presente en mí.
Si ciegos al mirar, mis ojos no te ven,
Yo creo en Ti, Señor, aumenta mi fe.

jueves, 19 de marzo de 2009

Dia de SAN JOSE - Patrono de la Iglesia Universal


Dice Santa Teresa de Avila, que fué gran devota de San José...

1. "Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido." (V 6,6).


"Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide".



2.- "Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad. " (V 6, 6)

martes, 17 de marzo de 2009

25. Y yo lo seguiré...



I will follow him
Follow him whereever he may go
And near him I always will be
For nothing can keep me away
He is my destiny

I will follow him
Ever since he touched my heart I knew
There isn't an ocean too deep
A mountain so high it can keep
Keep me away
Away from his love

I love him, I love him, I love him
And where he goes I'll follow, I'll follow, I'll follow
I will follow him
Follow him whereever he may go
There isn't an ocean too deep
A mountain so high it can keep
Keep me away

We will follow him
Follow him whereever he may go
There isn't an ocean too deep
A mountain so high it can keep
Keep us away
Away from his love

(I love him) Oh yes I love him
(I'll follow) I'm gonna follow
True love, he'll always be my true love
(Forever) From now until forever
I love him, I love him, I love him
And where he goes I'll follow, I'll follow, I'll follow
He'll always be my true love, my true love, my true love
From now until forever,There isn't an ocean too deep
A mountain so high it can keep
Keep us away
Away from his love

lunes, 16 de marzo de 2009

Mensaje del Santo Padre el Papa BENEDICTO XVI a los obispos argentinos


Queridos Hermanos en el Episcopado:

1. Es para mí un motivo de profunda alegría darles la bienvenida a este encuentro con el Sucesor de Pedro y Cabeza del Colegio Episcopal.

Agradezco las amables palabras del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, con las cuales se ha hecho intérprete de los sentimientos de todos. A través de ustedes quiero saludar también a todo el clero, comunidades religiosas y laicos de sus Diócesis, manifestándoles mi aprecio y cercanía, así como mi aliento constante en la apasionante tarea de la evangelización, que están llevando a cabo con gran dedicación y generosidad.

2. Ustedes han venido hasta aquí para venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y compartir con el Obispo de Roma las alegrías y esperanzas, las experiencias y las dificultades de su ministerio episcopal. La visita ad limina es un momento significativo en la vida de todos aquellos a quienes se les ha confiado el cuidado pastoral de una porción del Pueblo de Dios, pues en ella muestran y refuerzan su comunión con el Romano Pontífice.

El Señor fundó la Iglesia para que sea «como un sacramento o signo y instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium, 1). La Iglesia es en sí misma un misterio de comunión, un «pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (ibíd., 4). En efecto, Dios ha querido llevar a todas las gentes a la plenitud de la salvación haciéndolas partícipes de los dones de la redención de Cristo y entrar así en comunión de vida con la Trinidad.

3. El ministerio episcopal está al servicio de la unidad y de la comunión de todo el Cuerpo místico de Cristo. El Obispo, que es el principio y fundamento visible de unidad en su Iglesia particular, está llamado a impulsar y defender la integridad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia, enseñando además a los fieles a amar a todos sus hermanos (cf. ibíd., 23).

Deseo expresar mi reconocimiento por su voluntad decidida de mantener y afianzar la unidad en el seno de vuestra Conferencia Episcopal y de sus Comunidades diocesanas. Las palabras de Nuestro Señor –«que todos sean uno» (Jn 17, 21) – han de ser una fuente constante de inspiración en su actividad pastoral, lo que redundará sin duda en una mayor eficacia apostólica. Esta unidad, que deben promover con intensidad y de manera visible, será además fuente de consuelo en el grave cometido que se les ha confiado. Gracias a esta colegialidad afectiva y efectiva, ningún Obispo está solo, porque está siempre y estrechamente unido a Cristo, Buen Pastor, y también, en virtud de su Ordenación episcopal y de la comunión jerárquica, a sus hermanos en el episcopado y a quien el Señor ha elegido como Sucesor de Pedro (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 8). Deseo manifestarles ahora de modo especial, que cuentan con todo mi apoyo, mi oración diaria y mi cercanía espiritual en sus fatigas y desvelos para hacer de la Iglesia «la casa y la escuela de comunión» (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 43).

4. Este espíritu de comunión tiene un ámbito privilegiado de aplicación en las relaciones del Obispo con sus sacerdotes. Conozco bien su voluntad de prestar una mayor atención a los presbíteros y, con el Concilio Vaticano II, los animo a preocuparse con amor de padre y hermano «de su situación espiritual, intelectual y material para que puedan vivir santa y religiosamente y puedan realizar su ministerio con fidelidad y fruto» (Christus Dominus, 16). Asimismo, los exhorto a extremar la caridad y la prudencia cuando tengan que corregir enseñanzas, actitudes o comportamientos que desdicen de la condición sacerdotal de sus más estrechos colaboradores y que pueden, además, dañar y confundir la fe y la vida cristiana de los fieles.

El papel fundamental que desempeñan los presbíteros les ha de llevar a realizar un gran esfuerzo para promover las vocaciones sacerdotales. A este respecto, sería oportuno proyectar una pastoral matrimonial y familiar más incisiva, que tenga en cuenta la dimensión vocacional del cristiano, así como una pastoral juvenil más audaz, que ayude a los jóvenes a responder con generosidad al llamado que Dios les hace. También es necesario intensificar la formación de los seminaristas en todas sus dimensiones: humana, espiritual, intelectual, afectiva y pastoral, llevando a cabo además una eficaz y exigente labor de discernimiento de los candidatos a las sagradas órdenes.

5. En esta óptica de profundizar en la comunión dentro de la Iglesia, es de suma importancia reconocer, valorar y estimular la participación de los religiosos en la actividad evangelizadora diocesana, a la que enriquecen con la aportación de sus respectivos carismas.

También los fieles, en virtud de su bautismo, están llamados a cooperar en la edificación del Cuerpo de Cristo. Para ello hay que llevarlos a tener una experiencia más viva de Jesucristo y del misterio de su amor. El trato permanente con el Señor mediante una intensa vida de oración y una adecuada formación espiritual y doctrinal aumentará en todos los cristianos el gozo de creer y celebrar su fe y la alegría de pertenecer a la Iglesia, impulsándoles así a participar activamente en la misión de proclamar la Buena Noticia a todos los hombres.

6. Queridos hermanos, les aseguro una vez más mi cercanía en la plegaria cotidiana, junto con mi firme esperanza en el progreso y renovación espiritual de vuestras comunidades. Que el Señor les conceda la alegría de servirle, guiando en su nombre a la grey que se les ha confiado. Que la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, los acompañe y proteja siempre, así como a sus fieles diocesanos, y les imparto con gran afecto una especial Bendición Apostólica.+


Vaticano, 14 de marzo de 2009

24. Oh Happy Day! - gospel



Oh happy day (oh happy day)
Oh happy day (oh happy day)
When Jesus washed (when Jesus washed)
When Jesus washed (when Jesus washed)
Jesus washed (when Jesus washed)
Washed my sins away (oh happy day)
Oh happy day (oh happy day)

(La, la, la, la, la, la, la, la, la)

Oh happy day (oh happy day)
Oh happy day (oh happy day)
When Jesus washed (when Jesus washed)
When Jesus washed (when Jesus washed)
When my Jesus washed (when Jesus washed)
He washed my sins away

(La, la, la, la, la, la, la)

He taught me how (oh, He taught me how)
To wash (to wash, to wash)
Fight and pray (to fight and pray)
Fight and pray
And he taught me how to live rejoicing
yes, He did (and live rejoicing)
Oh yeah, every, every day (every, every day)
(oh yeah) Every day!

Oh happy day (oh happy day)
Oh happy day, yeah (oh happy day)
When Jesus washed (when Jesus washed)
When my Jesus washed (when Jesus washed)
When Jesus washed [hits high note] (when Jesus washed)
My sins away (oh happy day)
I'm talking about that happy day (oh happy day)

He taught me how (oh yeah, how)
To wash (to wash)
Fight and pray (sing it, sing it, c'mon and sing it)
Fight and pray
And to live
yeah, yeah, c'mon everybody (and live rejoicing every, every day)
Sing it like you mean it, oh....

Oh happy day (oh happy day)
I'm talking about the happy days (oh happy day)
C'mon and talk about the happy days (oh happy day)
Oh, oh, oh happy days (oh happy day)
Ooh talking about happy day (oh happy day)
Oh yeah, I know I'm talking about happy days (oh happy day)
Oh yeah, sing it, sing it, sing it, yeah, yeah (oh happy day)
Oh, oh, oh
Oh happy day.....

sábado, 14 de marzo de 2009

Vivo sin vivir en mí. Santa Teresa de Avila



Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Sabta Teresa de Avila

HIMNO de LAUDES de los sábados de Cuaresama

Los hombros traigo cargados
de graves culpas, mi Dios;
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Yo soy quien ha de llorar,
por ser acto de flaqueza;
que no hay en naturaleza
más flaqueza que el pecar.

Y, pues andamos trocados,
que yo peco y lloráis vos,
dadme esas lágrimas vos,
y tomad estos pecados.

Vos sois quien cargar se puede
estas mis culpas mortales,
que la menor destas tales
a cualquier peso excede;

y, pues que son tan pesados
aquestos yerros, mi Dios,
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Al Padre, al Hijo, al Amor,
alegres cantad, criaturas,
y resuene en las alturas
toda gloria y todo honor. Amén.

viernes, 13 de marzo de 2009

23. Enciende una luz (con acordes)


Do - Fa
Enciende una luz, y déjala brillar,
Rem - Sol
es la luz de Jesús que brilla en todo lugar.

No la puedes esconder, no la puedas callar,
ante tal necesidad, (Do)
enciende una luz en la oscuridad.

Carta del Papa Benedicto XVI a todos los Obispos


Queridos Hermanos en el ministerio episcopal
La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy. A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento. Por eso, me siento impulsado a dirigiros a vosotros, queridos Hermanos, una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede. Espero contribuir de este modo a la paz en la Iglesia.

Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico. Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo.

Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación. La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía. La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio. Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave. Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad no tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.

A la luz de esta situación, tengo la intención de asociar próximamente la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", institución competente desde 1988 para esas comunidades y personas que, proviniendo de la Fraternidad San Pío X o de agrupaciones similares, quieren regresar a la plena comunión con el Papa, con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.

Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes? Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.

Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo- está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor "hasta el extremo" debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la Encíclica Deus caritas est.

Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota. Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que "tiene quejas contra ti" (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios –en la medida de lo posible- en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto? Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?

Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.

Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? Que ¿quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor? En el día en que hablé de esto en el Seminario Mayor, en Roma se celebraba la fiesta de la Virgen de la Confianza. En efecto, María nos enseña la confianza. Ella nos conduce al Hijo, del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará, incluso en tiempos turbulentos. De este modo, quisiera dar las gracias de corazón a todos los numerosos Obispos que en este tiempo me han dado pruebas conmovedoras de confianza y de afecto y, sobre todo, me han asegurado sus oraciones. Este agradecimiento sirve también para todos los fieles que en este tiempo me han dado prueba de su fidelidad intacta al Sucesor de San Pedro. El Señor nos proteja a todos nosotros y nos conduzca por la vía de la paz. Es un deseo que me brota espontáneo del corazón al comienzo de esta Cuaresma, que es un tiempo litúrgico particularmente favorable a la purificación interior y que nos invita a todos a mirar con esperanza renovada al horizonte luminoso de la Pascua.

Con una especial Bendición Apostólica me confirmo Vuestro en el Señor.
Benedictus PP. XVI
Vaticano, 10 de marzo de 2009.+

jueves, 12 de marzo de 2009

Quien se asombra reinará



Hay un viejísimo evangelio apócrifo que atribuye a Jesucristo la frase que he puesto por título a estas líneas, frase que, casi con seguridad, nunca diría Cristo, ya que poco tiene que ver con su estilo, pero que encierra, en todo caso, una verdad como un templo.

Seguramente es una incrustación tomada de cualquier pensador griego, pues eran precisamente ellos quienes mayormente rendían tributo a la admiración. Platón asegura en uno de sus diálogos, en el Timeo, que "los griegos veían en la admiración el más alto estado de la existencia humana".

Yo ya sé que entre nosotros eso del asombro se valora bastante menos y que hasta ironizamos de todo el que se admira con mucha frecuencia, como si la admiración fuera realmente hija de la ignorarancia -cosa que puede ser verdad cuando es demasiada- y sin darnos, en cambio, cuenta de que, en todo caso, es también madre de la ciencia. "Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a aprender", decía Ortega y Gasset.

Claro que habría que empezar por distinguir de qué se asombra una persona y, sobre todo, por qué se asombra. Porque hay muchas personas que cuando contemplan una cosa, necesitan saber primero su precio para, luego, asombrarse o no. Lo mismo que todos esos visitantes de museos que no saben si un cuadro les gusta o no hasta que no han visto, a su pie, el nombre del autor. Realmente quienes abren la boca ante lo que cuesta mucho o ante los nombres rimbombantes, no son admiradores, son papamoscas.

El verdadero admirador tiene que empezar por ser, al menos, un poco generoso. A mi me asombran mucho esas personas para las que todo está mal en el mundo, que encuentran defectos hasta en los
mayores genios, que cuando les preguntas la lista de sus autores favoritos, la nómina se les acaba con los dedos de una mano.

Yo tengo que confesar que a mí me encanta casi todo, me asombra casi todo. No hay autor que lea en el que no encuentre cosas aprovechables, me entusiasma cualquier música que supere los límites de la dignidad, me admiran cientos y millares de personas. Creo que el día que la muerte me llegue, lo que voy a sentir es no haber llegado a saborear ni la milésima parte de las maravillas de todos los estilos que en mi vida merodean.

Además, lo bueno del asombro es que no se acaba nunca. Lo que sorprende, te sorprende una sola vez. A la segunda ya no es sorprendente. Pero el asombro crece en todo lo bueno. Yo diría que cuanto más estudio y analizo una cosa hermosa, más me asombra, lo mismo que cuando saco agua de un pozo tanto más fresca me sale cuanto más hondo meto el caldero.

Así me ocurre con todos los artistas. Empecé a admirar a Anto- nio Machado con diecisiete años y aún no he terminado. Y cada vez admiro más su vertiginosa sencillez. En la música tengo el vicio de oír, veces y veces, las piezas que me gustan, incansablemente, seguro de que aún no he descubierto su verdad y de que lo haré en la próxima audición. O en la siguiente.

Además, admirar a la gente es una de las mejores maneras de no tener envidia. Tengo tantas cosas que aprender de todos aquellos a quienes admiro, que no sé para qué perder el tiempo en envidiarles.

Y pienso, naturalmente, que se puede admirar mucho a personas con las que, en otros aspectos, no estamos de acuerdo. A veces me ocurre que personas que militan en ideas opuestas a las mías se ex- trafían si les digo que yo admiro tal o cual entre sus virtudes. ¿No sería más lógico que yo me sintiera enemigo suyo y, consiguientemente, les aborreciera en toda su integridad? Pero yo esto no lo entiendo. Sé que incluso entre los católicos hay quienes dan la consigna (incluso grupos y movimientos enteros) de "Ignorar" totalmente los valores artísticos o literarios de aquellos escritores o artistas contrarios a su fe. Yo esto no lo entiendo. ¿Por qué voy a decir que es- cribe mal alguien que dice cosas contrarias a mí vida? Yo prefiero decir con mucha claridad que aborrezco sus ideas, al mismo tiempo que aprendo de su modo de adjetivar. Y ya sé que esto no se usa, sé que a mi muchos presuntos avanzados no me perdonarán jamás el terrible delito de ser cura. Pero si yo considero injusto su desprecio basado en una etiqueta, ¿con qué derecho incurriría yo en la misma injusticia porque ellos lleven la etiqueta contraria o porque sean injustos?

Prefiero tener bien abierto el diafragma de la admiración y del asombro. Me gustaría vivir con los ojos muy abiertos, como los niños. Y es que estoy seguro de que detrás de cualquier estupidez o de un canalla hay siempre un rincón de alma admirable y una zona de belleza asombrosa.


de José Luis Martín Descalzo

miércoles, 11 de marzo de 2009

22. El Espíritu de Dios está en este lugar


Re - Sol - Re
\\El Espíritu de Dios esta en este lugar
Sol - La
El Espíritu de Dios se mueve en este lugar
Re - Sol
Esta aquí para consolar
Re - Sol
Esta aquí para liberar
Re
Esta aquí para guiar
La - Re (Re7)
El Espíritu de Dios esta aquí//

Sol - La - Bm
\\ Muévete en mi, muévete en mi
Sol - La
Toma mi mente y mi corazón
Fa#m - Sim
Llena mi vida de tu amor
Sol - La - Re (Sol Solm Re)
Muévete en mi, Santo Espíritu, muévete en mi//

martes, 10 de marzo de 2009

Tarde te ame - San Agustin



Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz
.

lunes, 9 de marzo de 2009

21. Alma de Cristo (con acordes)



Re - Sol - Sol -La - Re
Alma de Cristo, santifícame.
La - Sim -Sol -La - Re
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Re - La - Sol - La -Re
Sangre de Cristo, embriágame.
Re - Sol - Re - Mim -La -Re
Agua del costado de Cristo, lávame.

Re - La - Sol- La - Re
Pasión de Cristo, confórtame.
Sol - Re - Sol - Re
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Sol - Re - La - Sim
Dentro de tus llagas, escóndeme.
Sol - Re - La
No permitas que me aparte de Ti.

Mim - Re - Mim - Re
Del enemigo, defiéndeme.
Mim - Re - Mim- Re
En la hora de mi muerte, llámame.
Sol - Re
Y mándame ir a Ti.
La - Sim - Sol
Para con tus santos te alabe
Re - La - Re
Por los siglos de los siglos. Amén.
Sol - Re
A - mén.

domingo, 8 de marzo de 2009

Aunque es de noche (poesía Eucarística de San Juan de la Cruz)


Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche.


Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

San Juan de la Cruz

sábado, 7 de marzo de 2009

Meditación sobre la soledad (del Hermano Rafael)


11 de diciembre 1936 – viernes - a sus 25 años
Mi cuaderno
“Soledad”

Soledad… cuántas cosas se le ocurren a mi alma a propósito de esa palabra, y qué difícil es expresar la alegría de la soledad al que algunas veces tantas lágrimas le ha costado.

Sin embargo, qué alegre es estar solo con Dios… Qué paz tan grande se respira cuando nos vemos solos…, solos el alma y Dios. Qué caminos tan distintos lleva el mundo, y lleva Cristo. El mundo se busca a sí mismo y a sí mismo se encuentra. El alma que no busca a Dios, busca a otras almas, y si no las halla llora su soledad… Tristes lágrimas que amargan el corazón y no dan consuelo.

Pero el corazón que busca a Cristo ama la soledad de todo y de todos, pues es en esa misma soledad donde Jesús se muestra. Es en esa soledad donde busca a las almas; ahí las lleva a veces a costa de dolores y de sacrificios.

Dios es egoísta y no permite a sus amigos busquen otro consuelo que no sea El… Al principio los engaña con el consuelo de los hombres, mas llega un momento en que los hombres no dan más, y lo que dan es poco y al alma no le basta… Quizás lágrimas, quizás desengaños y desilusiones… ¿Qué importa? Dios lo hace, la cuestión es seguir, y si el alma sigue, se encuentra sola… ¡¡Misericordia infinita de Dios!!

Es precisamente sola donde Él la quiere. Cuánto cuesta subir esa pequeña pendiente, en la que se van dejando tantas ilusiones, a veces afectos, a veces parece que pedazos del alma entera… ¡Cuesta, Señor! ¡cuesta a veces acompañarte a esas soledades del espíritu y del cuerpo adonde quieres llevarnos!

Día tras día Jesús va haciendo su obra en el corazón de sus amigos… Paso a paso va arrancando, a veces suavemente, a veces de un golpe, tantas y tantas cosas que atan el alma a la tierra y a las criaturas…

Dejemos hacerle a Él… Él es el dueño de todo. Y efectivamente, si Dios nos quiere para sí, irremisiblemente nos llevará a la soledad, y allí nos hablará al corazón (Oseas) ¡Qué grande es Dios! ¡Qué bien hace las cosas!

Lo que al principio tanto nos cuesta, lo que tantas lágrimas nos ha hecho derramar… ¡Bendita soledad con Cristo! Es nuestro mayor consuelo en la tierra.

En esa soledad goza el alma del enorme consuelo de saberse sola de Dios. En esa soledad ama a Jesús con todas sus fuerzas, ríe con Él y llora con Él… ¿Qué más quiere? ¿Qué pueden dar los hombres? Que divina escuela es la soledad para aprender a conocer a Dios y para no esperar nada del mundo.

Bendita soledad que nos acerca a Dios y nos desprende de las criaturas. Aprendamos ahí, a acompañar a Jesús en la Cruz, y después a María, cuya alma más en el cielo que en la tierra, después de muerto su hijo nos enseña su soledad y nos invita a comprarla.

¡¡Qué grande es la misericordia de Dios!!

Qué engañados estábamos cuando creíamos que la soledad era cruz. Qué ceguera tan grande es buscar a Dios entre consuelos humanos. Bien es verdad que cuando Él quiere se manifiesta a través de mil modos y maneras…, es cierto, más siempre es a través del consuelo; es un paisaje con niebla. Es cierto que es Dios, pero está detrás…, detrás de nuestros sentidos, de nuestros sentimientos, de nuestras ilusiones…, detrás de las criaturas a las que vamos a buscar lo primero.

Dios se manifiesta al alma a través de todo eso y es una imagen suya, efectivamente, pero sin contornos, confusa, imprecisa… Es un paisaje con niebla… El paisaje está pero la niebla le desdibuja y lo primero que se ve es la niebla.

Dios está en todo, pero ese todo no es Dios. Las almas acostumbradas a ver al Criador en los más pequeños detalles de la creación, en las maravillas de la naturaleza, en la armonía del “introito” de una Misa o en el corazón de un hombre, qué duda cabe, de que gozan de Dios, y que Dios se vale de todo eso, para, muchas veces, despertar a un alma dormida.

Que efectivamente el alma ve a Dios, nadie lo duda; mas es de una manera imperfecta, pues antes de llegar al paisaje, su vista se ha detenido en la niebla…, bien sea un insecto o el sol, un trozo de música o la grandiosidad de un corazón.

Qué claramente se llega a ver, que es en la soledad de todo, donde de veras se conoce a Dios. Qué gran misericordia es la suya, cuando haciéndonos saltar por encima de todo lo criado, nos coloca en esa llanura inmensa, sin piedras ni árboles, sin cielo ni estrellas… En esa llanura que no tiene fin, donde no hay colores, donde no hay ni hombres, donde no hay nada que al alma distraiga de Dios.

Infinita bondad del Eterno, que sin merecerlo, nos coloca en esas regiones de las soledades para allí hablarnos al corazón.

Infinita paciencia la de Dios, que día tras día, noche tras noche, va persiguiendo a las almas, a pesar de las caídas de éstas, a pesar de las ingratitudes y los egoísmos, a pesar de los obstáculos que continuamente le ponemos, a pesar de escondernos muchas veces, no a su castigo, sino, vergüenza decirlo…, a su gracia.

Cómo se ensancha el alma, cuando medito aquellas divinas canciones de san Juan de la Cruz, que una de ellas dice:

“En la soledad vivía
y en la soledad ha puesto ya su nido”
(San Juan de la cruz, Cántico Espiritual 35,2)

El místico doctor, en sus anotaciones a la canción, supone al alma que ya vivía en su soledad, y que Dios, contento de esta soledad, ha puesto en ella su nido. Alma generosa la del carmelita que fue buscando a Dios en la soledad de todo; no así la mía que fue lo contrario, que es llevada de la mano del Altísimo a todas partes, y muchas veces no de buen grado, sino a rastras.

¡Misericordia infinita de Dios! ¿Qué he hecho yo, para que así me trates?

Mas ya todo acabó. Seré generoso. Seré dócil; me lleves donde me lleves, amaré lo que Tú ames, incluso el vivir, si ése es tu deseo.

Me abismaré en esa soledad del espíritu y del cuerpo para que en ella, como dice la canción, hagamos nido de amores divinos; en ella me trates, me ilustres, me guíes para que en esa senda de la vida por el mundo, no me pierda y me extravíe.

Condúceme, Señor, por ese camino de soledades, que es el seguro, pues al no haber otros que lo crucen y siendo Tú el guía ¿qué hay que temer?

En la Trapa de San Isidro, un frailecillo…, menos aún, un simple oblato, pasa por el sendero de la vida monástica, con el corazón loco de alegría en su soledad, y con los labios sellados por el silencio, pero siempre mascullando, o una canción o algún cantar, y el que ahora le toca, es la canción del fraile de Hontiveros, el hermano de Teresa:

En la soledad vivía
y en la soledad ha puesto su nido,
y en la soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido…
(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 35,2)

Dios y mi alma (del Hermano Rafael)



7 de marzo de 1938.

Con qué facilidad juzga el mundo, y con cuánta facilidad también se equívoca. Para mi familia es la cosa más natural que yo esté en la Trapa.

Mis hermanos, llevados del cariño, desean mi felicidad. Han visto, mientras he estado en el mundo, mis deseos de vivir y morir trapense... Ahora que ya vivo en el monasterio, dicen..., que Dios te ayude, por fin vives en tu centro, ojalá no tengas que volver a salir..., eres feliz en el convento, el mundo no es para ti.

Estas y otras razones se hace mi familia.

Es natural..., ignoran mi vocación.

Si el mundo supiera el martirio continuo que es mi vida... Si mi familia supiera que mi centro no es la Trapa, ni el mundo, ni ninguna criatura, sino que es Dios, y Dios crucificado...

Mi vocación es sufrir, sufrir en silencio por el mundo entero; inmolarme junto a Jesús por los pecados de mis hermanos, los sacerdotes, los misioneros, por las necesidades de la Iglesia, por los pecados del mundo, las necesidades de mi familia, a la que quiero ver, no en la abundancia de la tierra, sino muy cerca de Dios.

¡Ah!, si el mundo supiera lo que es mi vocación en la Trapa... Si supieran ver la cruz detrás de una pacífica sonrisa; si supieran ver las enormes luchas detrás de la paz conventual... Pero no, eso no deben verlo... Sólo Dios. Bien está así.

Esto no son quejas, ni amargura..., todo lo contrario. Mis ansias de cruz no disminuyen. Mi mayor alegría es vivir ignorado. Mi vocación la comprendo y en ella a Dios bendigo cuando de todo corazón la abrazo... Qué dulce es sufrir por Jesús y sólo por Él y sus intereses.

La Trapa mi centro, dice el mundo..., qué paradoja. Mi centro es Jesús, es su Cruz... La Trapa no me importa nada..., y si Dios me manifestara otro sitio donde sufriera más, y El me lo pidiese, allí me iría con los ojos cerrados.

Yo no me entiendo a veces. Soy absolutamente feliz en la Trapa, porque en ella soy absolutamente desgraciado.

No cambiaría mis penas, por todo el oro del mundo, y al mismo tiempo, lloro mis tribulaciones y desconsuelos, como si con ellos no pudiera vivir.

Deseo con ansia la muerte por dejar de sufrir, y a veces no quisiera dejar de sufrir ni aun después de muerto.

Estoy loco, chiflado, no sé lo que me pasa. En algunos momentos sólo en la oración a los pies de la Cruz de Jesús, y al lado de María, tengo sosiego.

Que Él me ayude. Así sea.

viernes, 6 de marzo de 2009

20. Madre hoy quiero hablarte una vez mas (con acordes)



Sol- Re - Mim
Madre, hoy quiero hablarte una vez más,
Sim- Do- Re
estar cerca de tu corazón, junto a vos.
Y quiero contarte que ya estoy
en la lucha diaria por lograr la santidad.

Do - Re - Sol
Quiero que Tú me vayas guiando por ese
Sim - Mim - Dom
camino que escogí, ser como el Padre.
Sol - Re - Mim
Pero tengo miedo de caer y en la oscuridad
Sim- Do - Re
no ver. Pero, Madre, Tú estarás allí.

El mal va dejando huellas tras de sí,
pero el joven quiere construir un mundo
nuevo, donde el hombre tenga que luchar
para que Cristo pueda reinar junto al Padre.

Ser respuesta para el mundo es la misión,
y yo, Madre, me consagro a vos, por entero.
Sos la reina de mi corazón,
Madre, humilde esclava del Señor,
hazme fuerte en la alianza de amor.

jueves, 5 de marzo de 2009

19. María, música de Dios (con acordes)



Sol -Re -Do -Re- Sol
Me quedé sin voz con que cantar
Mim- Lam- Do -Re
y mi alma vacía dormida se quedaba.

Y pensé para mi: «Me pondré en sus manos,
manos de Madre, me dejaré en su amor».

(Mi 7)- La- Fa#m- Re- Mi- La
Y tu María, hazme música de Dios
Fa#-m - Re- Mi- La
y tu María, anima tu las fuerzas
Fa#m- Re- Mi- Re- La
de mi alma, Aleluya, Amén.

María, acompaña tú mi caminar,
yo solo no puedo, ayúdame a andar.
Y pensé para mi: «Me pondré en sus manos,
manos de Madre, me dejaré en su amor».

martes, 3 de marzo de 2009

Del Hermano Rafael: "Delante del sagrario"


"Delante del Sagrario: Señor, no sé qué hago aquí… Nada, pues nada sé hacer… Quisiera rezar… No sé, pero no importa… No rezo porque no sé. Señor, no sé qué hago aquí, Pero estoy contigo… Me basta, y yo sé que estás aquí, delante de mí… Señor, quisiera veros, Pero ¿hasta cuándo, Señor? ¿Y mientras tanto?... ¿Cómo podré resistir? Soy débil, soy flojo, soy pecado, soy nada. Pero Señor, quisiera veros, aunque sé que no lo merezco.

Cuantas veces me pongo delante de Ti, ¡oh Señor! mis primeros movimientos son de vergüenza. Señor, tú sabes por qué. Pero después, ¡oh Dios, qué bueno sois!, después de verme a mí, os veo a Vos, y entonces al contemplar vuestra misericordia que no me rechaza, mi alma se consuela y es feliz.

El pensar que os ofendí y, a pesar de esto, me amáis y me permitís estar en vuestra presencia, sin que vuestra justa ira me aniquile... Señor, dadme las lágrimas de David para llorar mis culpas, pero al mismo tiempo, dadme un corazón grande, muy grande, para con él poder corresponder un poquito, aunque sea muy poquito, al inmenso amor que me tenéis.

Señor, ¿qué queréis de mí? Cuántas cosas quisiera deciros, pero qué pocas palabras acuden a mi boca… Atended en cambio a mi corazón…; él, sin ruidos y sin palabras, sabrá expresaros todo lo que os amo y todo lo que sois para mí… Mi luz, mi guía, mi amor único, mi ilusión, mi única razón de vivir…, pues si yo os perdiera, Señor, mi vida se apagaría como una llama a la que le falta oxígeno, pues Vos, sois mi aliento, el aire que respiro y el pan que como… ¿qué queréis de mí, Señor?... ¿Queréis que os ame más?... ¿Y cómo, Señor?... si mi corazón es tan pequeño, tan ruin y tan miserable. Hacédmelo grande y generoso, que yo sea todo corazón para ser todo vuestro, y amaros, amaros mucho, como nadie os haya amado.

Señor mío y Dios mío, Vos lo podéis hacer si queréis, y yo nada puedo si Vos no me ayudáis. Acalladme el ansia que siento, pues así no puedo vivir. Mi alma está llena y se desborda. Habéis puesto tanto amor en un alma tan pequeña, Señor, y tan miserable. Si Tú, Señor, haces la herida, por caridad, pon el cauterio, pero no me dejes en este estado, pues no podré resistir… ¡Jesús, José y María…!

¿Qué más quieres?... ¿Qué pides, por qué suspiras y lloras? ¿No te amo Yo?... ¿Quién soy yo, Señor, para que así me trates?..."

domingo, 1 de marzo de 2009

18. Torrentes de vida (con acordes)




Do - Fa -Do
Torrentes de vida haz brotar en mí,
Sol - Fa- Do
mi tierra sedienta suspira por ti.
La m - Mim
Nada puedo Señor sin tu gracia.
Fa -Sol - Do
Todo lo puedo con Cristo mi Rey.

Do - Sol
Mueve mi corazón
Fa- Do
para que te reciba siempre,
Sol- Fa - Do
abre mis ojos para que pueda verte,
Sol - Fa - Do
mis oídos que puedan escucharte.
Sol - Fa -Sol -Do
Mi vida sea palabra que hable de Ti.