sábado, 15 de enero de 2011

8 - SU PRECIOSÍSIMA SANGRE


Exaltación de la Santa Cruz,
14 de septiembre de 1993.

Querido padre Tomás:
Cuando Cecilia Chin me invitó a Kansas a dar una charla, en el vuelo desde San Antonio, Texas, me senté al lado de un hombre que me reconoció como sacerdote por mi cuello romano. Me mostró algo que pensó me interesaría: una moneda de bronce del siglo III.
Me preguntó cuánto pensaba que podía valer pero no tenía la menor idea. Me sorprendió saber que valía $300 dólares por tener sellada la cara de Constantino.
Relacioné la moneda al hecho de que el Papa Juan XXIII usó el nombre de Constantino para explicar el propósito del Concilio Vaticano II: fue un abrir las ventanas para dejar que el aire fresco entre en la Iglesia y saque todo el polvo acumulado desde el tiempo de Constantino.
Esto pensaba mientras sostenía la moneda y comencé a meditar la charla que tenía que dar en Kansas sobre el Santísimo Sacramento. La Eucaristía brota de la Pasión de Cristo. Cuando nos acercamos al Santísimo Sacramento NOS ACERCAMOS A LA CRUZ. Durante nuestra hora santa presentamos al Corazón Eucarístico de Jesús aquellas almas más necesitadas de su Misericordia que son “selladas” y señaladas con
con su Preciosísima Sangre. Se salvan los sellados con la Preciosísima Sangre de Jesús, incluídos los que han de morir ese día.
Una noche cuando acababa de terminar mi hora santa en la Iglesia de San Miguel a las 4:00 de la mañana, llegó en taxi una mujer con su hijo. Quería que hablase con él. Me contó que una voz la había despertado diciéndole que fuera a esa Iglesia. Se levantó en el momento justo que su hijo estaba a punto de suicidarse. Desde la visita a San Miguel él comenzó a mejorar y ahora está bien.
Otra noche, Nonette Silla estaba en la capilla rezando de 2:00 a 3:00 de la mañana. Hacía tres semanas que venía encomendando al Corazón de Jesús a un hombre que conocía y que estaba destruyendo la vida moral de muchas de sus amigas. Incluía a este hombre en su oración porque sabía que Jesús también lo amaba. Terminaba su oración pidiéndole a Jesús que acercara a este hombre a la capilla para así estar segura de su conversión.
Mientras rezaba, oyó que alguien sollozaba. Se dio vuelta y vio que era ese mismo hombre. Él le explicó que en esas últimas tres semanas estaba muy confundido: lo que hasta entonces pensaba que estaba bien, ahora le parecía que estaba mal. No podía dormir. Había estado manejando toda la noche por la ciudad y cuando pasó por la Iglesia, vio la luz de la capilla encendida, tan atrayente e invitadora que decidió entrar. No encontró la condena por sus pecados sino la tierna misericordia del Santísimo Sacramento. Por eso sollozaba.
Cuando llegué a las 3:00 me contó su historia. Oí su confesión, le dí la absolución y desde entonces recibe la Comunión diariamente. La hora santa de Nonette fue más valiosa que la cara de Constantino. La Preciosísima Sangre de Jesús selló su alma y no pudo escapar de la gracia y la misericordia de Dios.
No vi la película "La Lista de Schindler", pero un amigo me contó una escena muy conmovedora. Schindler saca de su solapa un prendedor de oro y se lamenta no haberlo vendido, pues si lo hubiese hecho habría podido comprar una vida más, salvar una vida más. Y llora y se lamenta de no haber podido hacer más.
Querido Tomás, si supiéramos el valor de una hora santa, nunca dejaríamos pasar un solo día sin hacerla.
El Santo Padre en Dominicae Cenae, dice que la adoración sirve para hacer "reparación" por los males del mundo. El valor de una hora santa no tiene límite porque los méritos de la Cruz son infinitos. Por eso el padre John Hardon SJ indica que es absolutamente imposible exagerar el valor de una sola hora de oración en presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento.
Jesús dijo: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi" (Jn 12,32). Con cada hora santa que hacemos, atraemos a la parroquia y al mundo entero las gracias que Jesús obtuvo para nosotros en el Calvario. El triunfo de la cruz es la misericordia que obtenemos del Santísimo Sacramento que sella a todos y a cada uno de nosotros con la Preciosísima Sangre de Jesús.
Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico, Mons. Pepe

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