miércoles, 30 de abril de 2008

Nacer de nuevo


Jesús y Nicodemo, dos hombres que se buscaron y se encontraron. El Señor nos invita también a nosotros a nacer de nuevo.

Se puede tener todo, saber muchas cosas, pero quien busca la paz siempre está necesitado de Dios. Y esto es lo más importante: darnos cuenta que tenemos necesidad de un cambio profundo en nuestras vidas. Jesús invita a “nacer de lo alto”, una realidad que nos va a inundar totalmente y nos dará la experiencia de ser hombres nuevos, como no lo hemos sido hasta ahora. Esta es una promesa de Dios, y si al principio no entendemos como será posible, estemos en paz, la Virgen también preguntó “¿cómo puede ser esto?”

Dios va a hacer algo muy concreto, muy personal en tu vida. Es natural que al principio esa cercanía con la Palabra de Dios produzca choque, temor, resistencias… por eso Dios suele preceder todo lo que dice con un suave y dulce “no temas” “no tengas miedo...

¿Nacer de nuevo es corregir los errores de mi vida? No
¿Es acaso mejorar las cosas malas de mi pasado? Tampoco…
Lo que nace de la carne es carne y aquí se trata de nacer a algo profundamente nuevo, a una nueva realidad que va a ser algo tan fuerte que incluso todo el pasado quedará envuelto en esa cambio y será comprendido desde este nuevo ser que seremos… Todas las gracias que recibamos alcanzarán incluso al pasado, todo nuestro pasado. Porque lo antiguo desaparece y un nuevo ser se hace presente. Eso es nacer de nuevo.

Sólo Dios puede hacer este nuevo nacimiento en nosotros porque ya no será de la carne, sino del Espíritu de Dios. Y este nacimiento tiene que comenzar por abrir el corazón y dejar a Dios hacer su obra… Es que nosotros tenemos un espíritu personal en el fondo de nuestro ser, y ese espíritu es esencialmente “amigo” del Espíritu de Dios… Más allá de todo, de mi conciencia, de mis debilidades, de los ruidos, mi propio espíritu y el Espíritu de Dios se están llamando, y buscando y deseando con fuerza el uno al otro…

Sólo Dios puede hacerme nacer de nuevo. Y entonces ¿qué debo hacer yo? Sólo tres cosas: PEDIR, CREER Y ESPERAR… De eso se trata. Pedir nacer de nuevo, creer que eso es posible y esperar confiado que Dios la haga…

Sólo me queda entonces pedir, creer y esperar…

sábado, 26 de abril de 2008

Dia del Beato Rafael Arnaiz


1938 - 26 de abril - 2008

70 años de su muerte

Máximas espirituales del beato Rafael Arnáiz

Qué grande es Dios! ¡Qué bien ordena los acontecimientos siempre para su gloria!

¡Sólo Dios llena el alma..., y la llena toda!

La verdadera felicidad se encuentra en Dios y solamente en Dios.

El que no tiene a Dios necesita consuelo; pero el que ama a Dios, ¿qué más consuelo?

¡Cómo se inunda mi alma de caridad verdadera hacia el hombre, hacia el hermano débil, enfermo...! Si el mundo supiera lo que es amar un poco a Dios, también amaría al prójimo.

Al amar a Jesús, forzosamente se ama lo que El ama.

La única verdad es... Cristo.

He hecho el votó de amar siempre a Jesús. Virgen Maria, ayúdame a cumplir mi voto.

Para Jesús todo, y todo, para siempre, para siempre.

No le bastó a Dios entregarnos a su Hijo en una Cruz, sino además nos dejó a Maria.

Honrando a la Virgen, amaremos más a Jesús; poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la misericordia divina.

¡Qué grande es Dios, qué dulce es María!

Unos dias en la Trapa 5


Viernes 30 de noviembre “Ite Missa est"

Con esa expresión terminaba la misa en latín… era como decir: "vivimos la MISA… ¿qué mas…?", "celebramos la misa… ya está!"... “Ite Missa est” se nos dice hoy en la Trapa.

Fiesta de San Andrés Apóstol, misa presidida por el Abad. Hoy terminan nuestros días en la Trapa… No hemos cruzado una palabra en todos estos días, hemos vivido en el silencio, buscando la Voz en lo profundo del alma… Es la Voz de siempre, la de todos los días, que vive en lo más intimo de nuestra vida, pero que se siente cristalina y luminosa en el silencio. Habría que volver al silencio; habría que amarlo más…

Al finalizar la misa los monjes nos despidieron cálidamente en la Sacristía, con sonrisas y abrazos fraternos. Todo invita a volver. Los días en la Trapa de Azul se terminan, ahora a llevar la Trapa a la vida cotidiana. Ganas de quedarse más tiempo aquí, pero también con ganas de volver a lo de todos los días y llevar un poco de Trapa al mundo. En un rato nos vamos; un poco de uno se queda; y uno se lleva un poco de Trapa… Nos vamos, pero también nos quedamos.

A la Trapa, se la lleva en el corazón…

“Te doy gracias, Señor, por tu amor,
no abandones la obra de tus manos”

“Me ha tocado un lote hermoso…
¡Me encanta mi heredad!”

Unos dias en la Trapa 4


Jueves 29 de noviembre de 2007(día 3 -I)

Ocho de la mañana, el día arranca soberbio, celeste el cielo, algo nublado, pero poco. Unas vacas escaparon sabe Dios de dónde y andan dando un griterío de mugidos cerca de la hospedería. Dos peones corren detrás de ellas, el problema parece no menor… Esto me hace notar que aquí el silencio es verdaderamente sobrenatural. Llevo tres días en la Trapa y acabo de descubrirlo… El ruido de las pobres vacas no llega a ser molesto, sólo destacan el silencio reinante.

Esta mañana hemos celebrado la Eucaristía. Los monjes tienen la costumbre de invitar a los sacerdotes huéspedes a ubicarse durante la Misa en la sillería de su coro. Al ubicarme allí, sentí ese lugar impregnado de oración. Todo en la Trapa es oración, claro, pero el coro de los monjes es especial porque allí desde hace años ellos se sientan a cantar y a rezar durante largas horas, varias veces al día. De todo eso tomé conciencia al llegar a la silla que me tocó en el coro de los monjes. Sentí entonces que ese caudal de gracia de alguna manera se apoderaba de mí y me prestaba un auxilio extraordinario: me enseñaba a orar.

Los monjes cantan laudes dentro de la misa y los huéspedes sacerdotes estamos sentados en el coro, en medio de ellos. Esta mañana esos salmos me envolvían, se hacían parte de mi carne. Unos monjes cantan, ni demasiado bien ni demasiado mal, algunos muy viejitos con voz temblorosa, se percibe también la pronunciación de muchos de lengua inglesa que cantan en español. El coro de los monjes canta la oración de la mañana y todos nos sentimos invadidos por esa oración que nos invita a orar sin desfallecer.

"Senor, enseñanos a rezar"


El día transcurre luminoso en la Trapa, una suave y fresca brisa acompaña casi toda la jornada. El campo se abre imponente frente al ventanal de la biblioteca. Difícilmente alguien pueda acostumbrarse a un lugar como éste.

Uno de los monjes anda por la hospedería y se ve que tiene ganas de hablar… ya me ha dicho como cuatro veces dos cosas: “cuando llegamos a este monasterio no había ni un árbol” y otra cosa: “si quieres hablar, estoy en la portería”. Esta mañana me contó que entró a la Trapa hace ya cuarenta y siete años. No recuerda cuántos monjes son: “no los he contado nunca” dice con simpleza casi pícara. Otro de los padres del que no sé nada más que el nombre sonríe cada vez que se lo ve y parece que estos “locos de la colina” -como me dijo el Padre José hablando de ellos mismos- están bastante felices.

Impacta mucho ver rezar a los monjes viejitos. En el coro, después de la Misa o antes de alguna de las horas, entrás a la Iglesia y se distingue una blanca silueta y se me hace que ese hombre vuela… Un cartel prohíbe tomar fotos en las celebraciones y a los monjes rezando. Sufrí una fuerte tentación de violar la norma y sacar fotos con el celular, pero el mismo Dios se ha puesto de lado del cartel: me quedé casi por completo sin batería, y olvidé en Buenos Aires el cargador… En fin, tentación vencida…

Dan ganas de grabarles las Completas y subirlas a Youtube, para que muchos los vean y se gocen de esa maravilla… Pero no...

El día transcurre luminoso en la Trapa. Aquí todo invita a vivir sólo en Dios...


Jueves 29 de noviembre de 2008 (día 3 - II)

La tarde transcurre serena en la Trapa, el corazón se mueve por dentro, y siento Su Presencia dando vueltas que me llama a nuevos horizontes. Un sacerdote se llega a un monasterio y siente en su corazón que sus dos amores tironean un poco: la acción y la contemplación.

Qué envidia dan estos monjes, hay que decirlo, ¡qué envidia les tengo! Llamados a esta vida, a vivir con el corazón ardiendo en el corazón de la Iglesia. Porque la vida monástica es el núcleo del corazón de la Iglesia, la pertenencia única y exclusiva a Jesucristo. Y les envidio porque viven aquí simplemente quemándose para Él. Les tengo envidia porque sus vidas son lámparas de Sagrario para siempre. Les tengo envidia porque son felices aquí y no les falta nada, les envidio la fe… Un cura y un monje se pelean dentro de mi alma...

De un lado del cuadrilátero el “monje” mira de costado y quiere saltarse y quedarse aquí. Él también quiere ser lámpara votiva, él también quiere ser abrazo eterno, mirada exclusiva. El “monje” de este lado del cuadrilátero siente nostalgias de un Absoluto sin medidas, exclusivo y excluyente, es como si tuviera ganas de cielo y esto le parece el cielo…

Pero en el otro lado del cuadrilátero salta juntando sus puños “el cura”, el que arde de deseos de anunciar a Jesucristo, el que se muere por llevar a Jesús a los jóvenes, el que busca y busca por miles de caminos para que los chicos se acerquen a Dios y que conoció casi tantos fracasos como caminos, pero que está cada día más entusiasmado y convencido...
En este lado del cuadrilátero el cura tiene su corazón en ebullición cuando piensa en su gente, los que Dios le ha encomendado. El cura siente con inexplicable fuerza y convicción que todo lo que se haga para anunciar a Jesucristo es poco. Un cura que vino a rezar más por su gente que por él, porque sabe con extraña certeza que su oración de sacerdote es una especie de abre-puertas, especialmente cuando se arrodilla frente al Santísimo. Y hasta en medio de sus meditaciones del Apocalipsis o del hermano Rafael, le salta algún recuerdo, algún impulso de rezar por alguien que conoce mucho o casi nada, un impulso que no llega a ser distracción y que lo sumerge inmediatamente en la súplica.

El monje y el cura tironean esta tarde dentro del corazón. Los dejo pelearse mientras miro sereno el campo a través de la ventana de esta hospedería y pienso en el beato Rafael que decía una vez en la Trapa: “a Dios se va por muchos caminos y de muy distinto modo; unos volando, otros andando y otros, la mayor parte, a tropezones, y como así lo quiere Dios, pues así lo quiero yo.” Entre tropezones vamos entonces, pero en Dios. El “monje” sonríe y queda en paz, el “cura” por fin, mira el Manantial…

Cura y monje se han puesto de acuerdo y empiezan a implorar...

viernes, 25 de abril de 2008

Unos días en la Trapa 3


Miércoles 28 de noviembre de 2007(día 2)

El día comenzó bien temprano, rezando el Rosario en la Iglesia, esperando la Misa, que se celebra acá a las seis y media de la mañana. La naturaleza toda despertaba, era la hora del amanecer donde se entrecruzan y conviven un rato los sonidos de la noche y del día, con el aire fresco de la mañana, con el sol que empieza a asomar dispuesto a dominarlo todo en este día. La naturaleza sigue su ritmo habitual, el mismo que hace siglos de siglos, los mismos rituales, los mismos sonidos… Dentro de la Iglesia de la Trapa de Azul un grupo de hombres cantan los salmos, alaban a Dios, han empezado su jornada a las 3 de la mañana -hace ya tres horas- porque en medio de la noche quieren esperar la llegada del Sol Naciente, como un signo de lo mismo que canta Zacarías en el “Benedictus” … aquello que cuenta el evangelista Lucas que decía el viejo Zacarías cuando recuperó el habla: “nos visitará el Sol que nace de lo alto…”

Eso hacen los monjes: despertarse para esperar en vigilia la llegada del sol. Esas tres horas en que los trapenses rezan esperando y acompañando la llegada de la luz del día se me hace que es una figura de la vida del hombre de fe. Porque es la actitud de asumir la noche, encontrarle una belleza misteriosa, y esperar la llegada de la luz. Pensaba esta mañana que quizás toda la vida sea esto: vigilar a oscuras y aguardar lo que sabemos llegará… Y Dios, que nunca duerme, busca quien no duerma.

Luego el transcurso del día en el Monasterio, entre lecturas, caminatas y silencios. Todo llama a la entrega y la "Voz" empieza a resonar dulcemente a cada paso...


Ocho y diez de la noche, exacto, acabamos de rezar las Completas. Estoy sentado frente al ventanal de la hospedería, la luz va cayendo, la noche anuncia su llegada, una fresca brisa de rocío nocturno. Mugidos se oyen a lo lejos, unos grillos cantan aquí, casi a mi lado, algún pájaro silba solitario… La naturaleza se prepara para entrar en la noche. En el corazón brota espontánea la súplica y este silencio de la noche es ahora la catedral ideal para la oración incesante.

Majesutoso el paisaje. Privilegio de locos. Estar aquí, mirando el campo gigantesco sentado frente al ventanal. Un crepúsculo de horizontes infinitos. Es la “pampa” y es “tandilia” que se encuentran por estos pagos… La “pampa” enorme, vasta, verde y eterna… Y “tandilia” de terreno oscilante que cae y vuelve a subir y vuelve a caer más atrás para volver a subir, como suaves ondas de un verde mar de tierra y pasturas. Ver cómo llega la noche, sin más ruidos que los del campo silencioso, frente a un enorme ventanal que se abre al tremendo campo del monasterio y por si fuera poco… en la Trapa.

Una brisa suave mece los árboles y el cielo se va tiñendo de negro. Llega la noche, la hora de la intimidad, en medio de este imponente silencio que invita a poner todo en Dios. A solas con Dios, a solas con el Amor.

A lo lejos se divisan las primeras estrellas que anuncian tenues un reinado que durará horas.

En la Trapa de Azul todo se apresta a dormir; todo menos el Amor. El Amor nunca duerme y quizás sea necesario pasar por la noche para aprender a dormir, sin que se duerma el amor.

Unos dias en la Trapa 2


Martes 27 de noviembre de 2007(día 1)

Como no habíamos celebrado misa, al llegar le pedimos al hospedero, el hermano Omar, un horario para decir la Misa, y pudimos celebrar en una pequeña capillita junto a la Cripta, a las cinco de la tarde, antes de las Vísperas. Celebramos la Misa en honor a la Santísima Virgen María por ser la fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Concelebramos Gastón y yo con un monje anciano, el padre Pablo, que con muchísima piedad y humildad nos preparó y asistió en todo momento. Me impresionó la alegría de Padre Pablo; al finalizar la misa vi una expresión de alegría tan fuerte en su rostro que pensé: “¡cómo ha gozado de esta misa este hombre!” se le notaba feliz, muy feliz. Algo más para destacar: en la capilla del Rosario (donde celebramos la Misa) existe una especie de vitrina con cientos de relicarios y reliquias de santos… Había una de Rafael, un pedacito de hueso… Traje a la Trapa sólo Dios sabe cuántas intenciones. Todas las puse en esa misa.

Después de celebrar la Eucaristía un hermoso momento de silencio en la Iglesia grande. Se acercaba la hora de las Vísperas, la oración de la tarde, y me gozaba ver entrar a los monjes con sus cogullas blancas de mangas y capuchas enormes. Entraban los monjes de a uno y con religiosa y profundísima reverencia saludaban la Presencia del Señor en el Sagrario, para ubicarse en su lugar en el coro. Todo el ambiente se iba preparando para un momento solemne: el canto de las Vísperas…

Y claro, escuchar los monjes cantar fue una experiencia renovadora. Esas voces entonando los salmos se elevan y elevan, porque son melodía que sube al cielo, y entonces el alma de quien lo reza (ya sea cantando o escuchando) también es llevada al cielo en misterio de comunión. Comunión con el salmista inspirado, comunión con Israel, comunión con toda la Iglesia que canta el mismo salmo al caer de la tarde en oración. Ese coro de monjes es un adelanto del cielo, un adelanto del canto eterno de los bienaventurados que se gozan en sólo Dios…

El día va cayendo y nos traen la cena a la hospedería. Cenamos con la luz del día, a las siete de la tarde, y a las siete y media rezamos las completas en la Iglesia con los monjes… Cómo no recordar al Beato Rafael, esa Salve frente a la Virgen en la Trapa fue la que lo decidió a hacerse trapense…

Al final del día entregamos todo lo que hay en el corazón y le pedimos a Dios que nos dé la luz para descubrir siempre su Presencia y su voluntad en nuestra vida, y fortaleza para seguirla.

“Te doy gracias Señor por tu amor, no abandones la obra de tus manos”

miércoles, 23 de abril de 2008

Unos dias en la Trapa 1



Martes 27 de noviembre de 2007

Esta mañana, pasadas las ocho y media, el padre Gastón pasó a buscarme por Santa María... Vinimos unos días de silencio y oración a la Trapa...

Trescientos cincuenta kilómetros de ruta, en el viaje alternamos las charlas profundas y alegres, con los recuerdos de siempre, la clásica compartida de sueños y preocupaciones... Viaje de mate y dialogo compartido, de rosario de misterios dolorosos. Una buena hamburguesa “full” (doble carne y doble queso) en Azul, y el último tramo hasta la Trapa…

Llegamos al Monasterio cerca de la una del mediodía y lo primero que hicimos, ni bien bajamos del auto, fue entrar en la Iglesia. Entré a ese templo como se entra al misterio, invadido por muchas sensaciones que no podría definir pero que podría sintetizar con las palabras gozo y paz… Buscamos al hospedero, el hermano Omar, que nos recibió con su sonrisa de trapense simple y bueno, con cara de que estaba en la mitad de una siesta que nuestra llamada interrumpió, pero con una expresión como si nuestra llegada fuera la alegría más grande de su día. Nos ubicamos en la hospedería y así, lentamente, entramos a silencio.

Por la tarde, un silencio sobrecogedor, el ruido a pampa es lo único que se oye, una verdadera sinfonía de pájaros que cantan sonidos bien distintos, pero muy armónicos… Alguna puerta se cierra a lo lejos, pasos por el pasillo, todos ruidos que parecen querer rendirse ante el tremendo silencio que se respira. Dios mismo llama a silencio...

La Trapa es esconderse con Cristo en Dios, es esconderse no para escaparse o evadirse, sino para escuchar más de cerca “Esa Voz”, Voz que llama, seduce, y cautiva, que hace posible todo lo que somos; Voz que le da sentido a todas las otras voces escuchadas y a todas las palabras dichas. Esconderse para escuchar la Voz. Para eso está la Trapa...

viernes, 18 de abril de 2008

Frases sobre la oracion V


- El Corazón Inmaculado de la Virgen le viene de su hijo. Y también los santos tienen el corazón de Jesús. Este es un misterio: el único corazón de carne que hay en la creación es el corazón de Jesús, y sin embargo sólo cuando tenemos ese corazón es cuando más somos nosotros mismos...

- El corazón de Jesús es el amor de Jesús. Quién si no podría amar hasta dar su vida por los enemigos...

- Cuando Dios te regala rezar va naciendo poco a poco en tu corazón un profundo deseo de perdón, a vos mismo y a los demás. El verdadero perdón sin embargo es un regalo que por lo general tarda mucho tiempo en llegar al corazón del que reza.

- El profundo deseo de perdón es una gracia dolorosa. Empieza con un combate interior entre tus limitaciones y heridas y la voz de Cristo que resuena y resuena en el fondo de tu alma diciéndote: “setenta veces siete...” en ese combate se juega la humildad.

- Si alguna vez te pasa que sentís un fuerte impulso interior a levantarte en la medianoche para orar, o te sentís invitado a privarte de alguna cosa por amor a Dios, ese día ponete contento porque quizás te visita el mismo Espíritu que llevaba a Jesús al desierto a orar y a ayunar y que hacía que pasara largas horas en secreto, en la madrugada, a solas con el Padre.

- No hagas nada para ser visto por los hombres, cuidate mucho en esto. Si te ven sin que vos lo busques ni lo desees, quedate en paz, porque cuando somos de verdad de Dios, él es muy dueño de mostrar u ocultar lo que quiera de nosotros mismos. Pero es mejor si te produce un cierto fastidio ser visto por los hombres…

- Lo esencial es querer ser vistos sólo por él. Paradójicamente ese pudor secreto es la manera más poderosa de testimonio (martirio).

lunes, 14 de abril de 2008

Frases sobre la oracion IV

- Aunque se esté en las tinieblas del pecado, surge un halo de luz inexplicable que rodea y empapa el corazón de un amor distinto y a la vez conocido. Es la experiencia de quien reza pero vive en su propia debilidad; es la experiencia de quien se sabe de verdad amado, a pesar de su miseria, en su misma miseria... Quien descubre el Amor sabe que ya nada será igual en su vida.

- Para rezar es necesario estar enamorado, o al menos querer estarlo. La oración sin amor es un trámite estéril e innecesario. No es oración.

- Cuando rezás te sumergís en un mar desconocido. No entendés nada, no sabés ni dónde estás ni a dónde vas. Sólo sabés -por algunos pequeñísimos signos- que algo nuevo está pasando en el mundo, y que eso nuevo misteriosamente tiene que ver con la pobreza de tu oración.

- En el fondo del corazón habita una especie de luz. Muy brillante y muy tenue a la vez. Eso le pasa al hombre de oración.

- Muchas veces Dios te da la gracia de no ver esa luz fulgurante que arde en tu alma. Para vos es una especie de “punto ciego”... Pero los hombres que tienen “corazón de hermano” (no cualquier hombre) sí ven esa luz, la reconocen en tu vida y sienten el calor y el brillo de tu oración.

- Al que reza le pasan cosas. Cosas que no entiende. Dios te libre de la tentación de querer entender las cosas que no tenés que entender.

- El hombre que reza en serio tiene corazón de hermano. Dios regala ese corazón a quien quiere darlo, según le place a Él. Pero nunca se lo niega al que consagra su vida a la oración.

- La oración nos instala en el corazón bueno de Jesús. El corazón humano del Señor donde está la fuente de nuestra salvación.

- Rezar es buscar el corazón bueno de Jesús para que nos arranque el corazón de piedra y nos regale el único corazón de carne que Dios le dio al mundo: el Sagrado Corazón de Jesús.

sábado, 12 de abril de 2008


Irradiar a Cristo

¡Oh, Jesús!
Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de tu espíritu y vida.
Penétrame y aduéñate tan por completo de mí,
que toda mi vida sea una irradiación de la tuya.
Ilumina por mi medio y de tal manera toma posesión de mí,
que cada alma con la que yo entre en contacto
pueda sentir tu presencia en mi alma.
Que al verme no me vea a mí, sino a Tí en mí.
Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor,
y que mi resplandor sirva de luz para los demás.
Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús; ni el más leve rayo será mío.
Serás Tú el que iluminarás a otros por mi medio.
Sugiéreme la alabanza que más te agrada,
iluminando a otros a mi alrededor.
Que no te pregone con palabras sino con mi ejemplo,
con el influjo de lo que yo lleve a cabo,
con el destello visible del amor que mi corazón saca de Ti.

Amén.

jueves, 10 de abril de 2008


Adora y confía

No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.

Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente sostenido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado,
triste,
adora y confía...

P. TEILHARD DE CHARDIN

domingo, 6 de abril de 2008

La cruz de Cristo es la alegría del mundo



Testimonio del Padre Lucio GERA:

Un confesor debe tener la disposición a no escandalizarse de cualquier cosa que oiga. Sin embargo, que al comienzo de mi práctica pastoral de sacerdote, en un tiempo relativamente corto, entre enero y la Semana Santa, haya yo escuchado narrarme (o, en algunos casos, “susurrarme” rápidamente) una amplia gama de los pecados que se cometen en el mundo, me emocionó de tal forma que espontáneamente pensé en el “Viernes Santo”. Y no pensaba entonces, que aquel era el día en que se han perdonado los pecados del mundo, sino que más bien me interrogaba por la eficacia de esa muerte: ¿En qué quedó el Viernes Santo? También los Apóstoles quedaron desconcertados ante el Viernes Santo.
Mi primer tiempo de experiencia pastoral me concentraba en las variables constantes del acontecer humano: la muerte, el amor, la vida, el pecado: ¿Cuál es el sentido de todo esto? Mi experiencia pastoral “me daba a pensar”.
De este modo, desde mis experiencias pastorales como sacerdote, surgía o se confirmaba la inclinación a pensar en el horizonte de la fe. En el seno de mi experiencia pastoral se insinuaba una inclinación al pensar teológico. En aquellos primeros tiempos hacía algunas lecturas, tomaba alguno apuntes, buscaba redactar algunas sugerencias de mi reflexión sobre el amor y el matrimonio, sobre la interpretación de la muerte en diversas culturas, en cuadernos que prestaba a algunos amigos y que acabaron por perderse. No eran escritos de importancia. Solo eran comienzos que buscaban encontrar una síntesis entre tantas realidades dispersas y aún adversas que me salían al paso en mi vida sacerdotal. Me faltaba madurar mucho para percibir que las síntesis definitorias se expresan en forma de paradojas, como aquella de que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, o la paradoja de que la cruz de Cristo clavada en el centro de esta historia es la que sostiene la historia de no caer en el vacío.
No dejo una obra teológica de envergadura. No he puesto por escrito ninguno de los cursos que dicté en la Facultad de Teología. Sé muy bien que quedo en deuda. Había yo pensado que, al pasar a ser profesor emérito, dispondría de tiempo suficiente para redactar un texto sobre Eclesiología cuyo proyecto ya había comenzado a bosquejar. Pero mi estado de salud y el consecuente aislamiento ya no me dejaron fuerzas para ello.
Ya mi vista no me deja leer todo lo que quisiera; mis oídos no me dejan escuchar con suficiente claridad a los demás, inclusive a penitentes que vienen a confesarse; pero mi pensar retorna a los viejos temas del comienzo: la muerte, el amor, la vida, la cruz de Cristo que reúne en sí las mayores paradojas del misterio de Dios y del hombre. Cristo en la cruz enlaza el amor con la muerte para dar vida. La Cruz de Cristo es la alegría del mundo...


sábado, 5 de abril de 2008

"Y tendran una alegría que nadie les podra quitar..."

De la Madre Teresa de Calcuta:

Para ser capaces de ver, para ser capaces de amar, tenemos necesidad de una profunda unidad con Cristo, de una oración intensa.
Por eso las Hermanas empiezan su jornada con la misa, la Santa Comunión, la meditación. Y la cerramos con una hora de adoración al Santísimo.

Esta unión eucarística constituye nuestra fuerza, nuestra alegría y nuestro amor.
Hay un pequeño detalle: tenemos que unir la oración con el trabajo. Se lo tratamos de inculcar a nuestra Hermanas invitándolas a "convertir el trabajo en oración".
¿Cómo es posible convertir el trabajo en oración? El trabajo no puede sustituir a la oración. De la misma manera, la oración no puede sustituir al trabajo. Sin embargo, tenemos que aprender a convertir el trabajo en oración. ¿Cómo podemos hacer esto? Haciéndolo con Jesús, haciéndolo por Jesús, haciéndolo para Jesús. Ésa es la forma de convertir en oración nuestro trabajo. Es posible que yo pueda seguir con toda la atención. Pero Dios tampoco exige de mí que le dedique toda la atención. En cambio, la intención sí puede ser plena.

viernes, 4 de abril de 2008

No permitas, Señor, que me aparte de Ti...

De los escritos del Beato Rafael:


"Bendito Jesús, ¿cómo expresarte, ¡oh Señor!, la gran ternura que mi alma siente ante la dulzura de tu amor?


¿Qué he hecho yo, Dios mío, para que así me trates? Tan pronto se inunda mi alma de profunda amargura, como se llena de regocijante alegría, al pensar en Ti y en lo que Tú me prometes al final de la jornada.

¿Que he hecho yo, Señor?

Hoy en la santa comunión he sentido el consuelo de verme cerca de Ti, cuando todo parece que me abandona. He querido, Señor, clavar en tu Corazón esas palabras que digo todos los días: "No permitas, Señor, que me aparte de Ti".

Abrazado a tu Cruz, entré en el capítulo... A los pies de tu Cruz tomé el alimento que necesita mi débil naturaleza... A los pies de tu ensangrentada Cruz, hallo el consuelo de escribir estas líneas... «No permitas que me aparte de ti".

Esté siempre, Señor, a la sombra del duro madero. Ponga allí, a tus pies, mi celda, mi lecho... Tenga yo, Señor, allí mis delicias, mis descansos en el sufrir... Riegue el suelo del Calvario con mis lágrimas... Allí a los pies de la Cruz, tenga mi oración, mis exámenes de conciencia... "No permitas, Señor, que me aparte de Ti".

Qué alegría tan grande es poder vivir al pie de la Cruz. Allí encuentro a María a san Juan y a todos tus amadores. Allí no hay dolor, pues al ver el tuyo Señor ¿quién se atreve a sufrir?

Allí todo se olvida, no hay deseo de gozar, ni nadie piensa en penar... Al ver tus llagas Señor sólo un pensamiento domina al alma... Amor..., sí, amor para enjugar tu sudor, amor para endulzar tus heridas, amor para aliviar tanto y tan inmenso dolor.

No permitas, Señor, que de Ti me aparte".

jueves, 3 de abril de 2008

Frases sobra la oración III


- La oración es ponerse en la pobreza de no sentirse nada, de no creerse nada, de no entender nada. La pobreza de dejar que Dios vaya limando nuestras asperezas y purificando nuestra debilidad. La pobreza es dejar hacer a Dios, corriendo el riesgo del fracaso aparente, del ridículo, del dolor...

- Ser pobre es dejarse hacer por Dios.

- El despojo es el camino para la libertad. Sólo se puede ser libre si se busca la alegría de no sentirse ni creerse nada. Sólo en esta libertad podemos ser de veras de Dios.

- La cruz del anonadamiento, el sufrimiento de darse. No hay mayor amor que dar la vida.

- Y un signo de que estás dando vida es el sufrimiento. Es el signo inequívoco. Recordá las palabras de Mamá Margarita a su hijo Juan Bosco el día de su ordenación sacerdotal: “comienzas a celebrar misa, prepárate a sufrir...”

- El sufrimiento nos hace pobres y nos agranda el corazón, nos dispone a ser padres en serio. “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere...”

- Si cae en tierra y muere da mucho fruto. Pero morir es dolor. Rezar es también pasar por el dolor y no guardar rencores ni resentimientos.

- Rezar es esencialmente dar, mejor aún, darse. Es inmolarse en el altar de la propia existencia y ofrecer al Padre la garantía de nuestra redención: su Hijo. Y la santidad es esencialmente la donación de sí mismo. El sacerdocio es lo mismo...

- El sacerdocio es también ponerse en el rebaño del Buen Pastor y dejarse conducir por su voz misteriosa. Dejarse hacer...

- En todo siempre estará esta dinámica de la entrega: la euforia de poder ofrecerse, el dolor de que la ofrenda sea tomada y la serena dicha de saberse instrumento en Cristo, de saberse Cristo de nuevo.

miércoles, 2 de abril de 2008

3 años de la muerte del Papa JUAN PABLO II


Del Testamento del Papa Juan Pablo II

"A medida que se acerca el límite de mi vida terrena regreso con la memoria al inicio, a mis padres, a mi hermano y a la hermana que no he conocido (porque murió antes de mi nacimiento), a la parroquia de Wadowice, donde fuí bautizado, a aquella ciudad de mi amor, a los de mi tiempo, compañeras y compañeros de la escuela elemental, del gimnasio, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación, cuando trabajé como obrero, y en seguida a la parroquia de Niegowie, a la de San Floriano de Cracovia, a la pastoral de los estudiantes, al ambiente... a todos los ambientes... a Cracovia y a Roma... a las personas que de modo especial me han sido confiadas por el Señor.

A todos quiero decir una sola cosa: “Que Dios los recompense”

“In manus Tuas, Domine, commendo spiritum meum”
("En Tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu")

martes, 1 de abril de 2008

Frases sobre la oración II


- A veces pasa que uno piensa que está abandonando la oración. No es una culpa leve... Sin embargo Dios no nos suelta. Basta que en lo más oculto del corazón tengas el secreto deseo de ser un hombre de oración, el profundo y escondido anhelo de ser uno de esos orantes que hacen que el mundo se mueva. Si tenés este deseo, Dios te tomará, tarde o temprano, sólo tenés que ofrecerle esa libertad. Como rezaba Claudel “si no te abriera las puertas, Señor, entrame por la ventana...”

- Rezar: el alimento que permite la respiración (¡la vida!) del alma.

- Si alguna vez rezaste en serio, nunca podrás dejar de hacerlo. Siempre vas a sentir la necesidad de rezar o la nostalgia y la melancolía de lo que eras cuando rezabas, en el caso que dejes la oración...

- Si alguna vez rezaste en serio, te salvarás.

- Para rezar buscá primero un padre del alma que te contagie su oración y sobre todo, que rece por vos.

- Los hombres quieren rezar. Necesitan rezar. Por eso los cristianos estamos llamados a ser luz también en este terreno. Estamos llamados a aprender “el arte de rezar”, como dice el Papa Juan Pablo II, para ser testigos de ese arte en el mundo.

- Muchos espirituales nos advierten que cuando uno se decide a rezar en serio, los demonios se enfurecen y nos atormentan lo más que pueden. La oración puede contra todo; y nadie es probado más allá de sus propias fuerzas... ambas cosas conviene recordar siempre, especialmente en la prueba de los inicios.

- Si al rezar no sentís un verdadero ardor apostólico, si no se te parte el corazón y la cabeza para hacer que otros se enamoren de Dios, entonces algo le falta todavía a tu oración.

- Teresa hacia el final de sus días le decía a Dios: “¡Atráeme!”... Escuchémosla: “siento que cuánto más me abrase el corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: Atráeme. Y cuánto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro inútil si me alejase del brasero divino), con tanta mayor ligereza correrán las almas tras el olor de los perfumes de su Amado“

- La oración es lo más lejano que hay al egoísmo y al encerrarse en sí mismo. Rezar es abrirse al Otro y al otro.

- La oración es pobreza.