viernes, 25 de abril de 2008

Unos dias en la Trapa 2


Martes 27 de noviembre de 2007(día 1)

Como no habíamos celebrado misa, al llegar le pedimos al hospedero, el hermano Omar, un horario para decir la Misa, y pudimos celebrar en una pequeña capillita junto a la Cripta, a las cinco de la tarde, antes de las Vísperas. Celebramos la Misa en honor a la Santísima Virgen María por ser la fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Concelebramos Gastón y yo con un monje anciano, el padre Pablo, que con muchísima piedad y humildad nos preparó y asistió en todo momento. Me impresionó la alegría de Padre Pablo; al finalizar la misa vi una expresión de alegría tan fuerte en su rostro que pensé: “¡cómo ha gozado de esta misa este hombre!” se le notaba feliz, muy feliz. Algo más para destacar: en la capilla del Rosario (donde celebramos la Misa) existe una especie de vitrina con cientos de relicarios y reliquias de santos… Había una de Rafael, un pedacito de hueso… Traje a la Trapa sólo Dios sabe cuántas intenciones. Todas las puse en esa misa.

Después de celebrar la Eucaristía un hermoso momento de silencio en la Iglesia grande. Se acercaba la hora de las Vísperas, la oración de la tarde, y me gozaba ver entrar a los monjes con sus cogullas blancas de mangas y capuchas enormes. Entraban los monjes de a uno y con religiosa y profundísima reverencia saludaban la Presencia del Señor en el Sagrario, para ubicarse en su lugar en el coro. Todo el ambiente se iba preparando para un momento solemne: el canto de las Vísperas…

Y claro, escuchar los monjes cantar fue una experiencia renovadora. Esas voces entonando los salmos se elevan y elevan, porque son melodía que sube al cielo, y entonces el alma de quien lo reza (ya sea cantando o escuchando) también es llevada al cielo en misterio de comunión. Comunión con el salmista inspirado, comunión con Israel, comunión con toda la Iglesia que canta el mismo salmo al caer de la tarde en oración. Ese coro de monjes es un adelanto del cielo, un adelanto del canto eterno de los bienaventurados que se gozan en sólo Dios…

El día va cayendo y nos traen la cena a la hospedería. Cenamos con la luz del día, a las siete de la tarde, y a las siete y media rezamos las completas en la Iglesia con los monjes… Cómo no recordar al Beato Rafael, esa Salve frente a la Virgen en la Trapa fue la que lo decidió a hacerse trapense…

Al final del día entregamos todo lo que hay en el corazón y le pedimos a Dios que nos dé la luz para descubrir siempre su Presencia y su voluntad en nuestra vida, y fortaleza para seguirla.

“Te doy gracias Señor por tu amor, no abandones la obra de tus manos”

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