lunes, 22 de octubre de 2012

Nacer de nuevo

 
Nacer de nuevo

Jesús y Nicodemo, dos hombres que se buscaron y se encontraron. El Señor nos invita también a nosotros a nacer de nuevo. Y el hombre que siente ese llamado en su coarzón puede saberlo y tenerlo todo, pero está necesitado de Dios, y entonces siente que no tiene nada.
 
Tenemos necesidad de un cambio importante en nuestra vida y entonces Jesús invita a nacer de lo alto. Una realidad que nos va a inundar y que nos va hacer a nacer de nuevo, sentir la experiencia de que es como si fuéramos otro. Al principio no entendemos como será posible… la Virgen también pregunta “¿cómo puede ser posible esto?”

Dios se va a hacer algo muy concreto, muy personal, y al principio esa cercanía con la Palabra de Dios produce choque, temor, resistencias; por eso Dios suele preceder todo lo que dice con un suave y dulce “no temas” no tengas miedo”.

¿Nacer de nuevo es corregir los errores de mi vida? ¿Es acaso mejorar las cosas malas de mi pasado? ¡No! Lo que nace de la carne es carne. Esto se trata de nacer a algo profundamente nuevo, a una nueva realidad. Y este “nacer de nuevo” va a ser algo tan fuerte que incluso todo el pasado quedará envuelto todo en esa realidad y será comprendido desde este nuevo ser que seremos. Y todas las gracias que recibamos alcanzarán incluso al pasado.

Sólo Dios puede hacer posible este nacimiento nuevo en nosotros, porque ya no será de la carne, sino del Espíritu de Dios. Y este nacimiento tiene que comenzar por abrir el corazón y dejar a Dios hacer su obra… Es que nosotros tenemos un espíritu personal en el fondo de nuestro ser, y que ese espíritu es esencialmente “amigo” del Espíritu de Dios; y que más allá de todo, de mi conciencia, de mis debilidades, de los ruidos, mi propio espíritu y el Espíritu de Dios se están llamando, y buscando y deseando con fuerza el uno al otro.

Sólo Dios puede hacerme nacer de nuevo! Y entonces ¿qué debo hacer yo? Sólo hay tres cosas: PEDIR, CREER Y ESPERAR…
 
Quizás se trate sólo de eso se trate: pedir nacer de nuevo, creer con todas las fuerzas que eso es posible y espero y obrar confiando que Dios hará realidad la santidad en la propia vida.
 
La santidad empieza entonces por pedir, creer y esperar…

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