El hospital, un ámbito en donde circula la alegría y la esperanza, pero muchas veces, y en mayor medida el dolor.
El hospital es lugar de nacimiento de muchas vidas, de recuperación de personas, es lugar de sanación…, pero muchas veces es también lugar de dolor, de abandono, de soledad, de desesperanza, de miedo, de angustia, de interrogantes, de vacío, y de tantas sensaciones más…
El hospital es el lugar donde las vidas se encienden, y también donde se apagan. Es lugar de luz y es lugar de oscuridad, esta última muchas veces profunda y sin salida.
Pero es en medio de esa luz y oscuridad, en medio de tanto dolor que clama compañía y amor, en donde una Luz potente quiere brillar. En el corazón del hospital, en una pequeña y humilde capilla, un pequeño sagrario contiene a quien desea ser Luz para la oscuridad de tantas personas. Esta Luz quiere irradiar esperanza, cariño, y mucho amor, para poder sanar las heridas más profundas que son las del corazón. Una Luz que desea sanar tantas soledades, preocupaciones, y miedos.
Esta luz desea recibir como el posadero a tantos enfermos, heridos y golpeados por la vida, en particular por el egoísmo, enfermedades, y sobre todo por la falta de amor. Pero esta Luz, quiere y desea como instrumentos, a “buenos samaritanos” que se animen a cargar sobre sí a tan grande y seria responsabilidad, que son las personas.
En medio de la noche del hospital, Jesús sueña, quizás, con jóvenes adoradores que hagan propagar la Luz del Santísimo y sus gracias a tantos corazones necesitados de Dios. Jóvenes que entreguen parte de su noche para acompañar a gente que quizás no posee nada. Jóvenes que en silencio y delante de Jesús sean luz y esperanza para tantos argentinos que están agotados y sin ganas de luchar ante las contrariedades que vivimos cotidianamente. Jóvenes que piensan que no pueden hacer nada y no sirven para nada, y que ahora, a través de la Luz de Jesús se sientan antorchas de paz, y sostén del que está cansado y abatido, pero porque ellos mismos se sienten reconfortados por esa Luz. Jóvenes que no se dejen robar la esperanza y quieran, con Jesús delante, acrecentar más el sueño de amar y hacer amar a quien llama a esta vocación cargada de misterio, pero al mismo tiempo de ilimitado amor. Jóvenes que no se dejen seducir por la “oscuridad” de la noche y no le teman a esa oscuridad, por la fe en un Jesús vivo que late en medio de tanto dolor, y pecado. Jóvenes y no tan jóvenes que se hacen cargo por amor a Jesús de sus hermanos experimentándose débiles y frágiles, como vasijas de barro, pero concientes de que en la debilidad triunfa el poder de Dios. Jesús sueña, quizás, con jóvenes corazones que se animen a latir junto a su Sagrado Corazón eternamente joven, en la loca idea de dar esperanza aún sin decir palabra. Jóvenes que empiecen a sentir que desde su pequeño aporte eucarístico, pueden hacer un aporte grande a su propia Patria, que tantas veces es vista sin horizontes...
Así, en medio de la “oscuridad” de la noche, irrumpe un rayo de fuerza que es gozo para tantos corazones abatidos.
Con el gesto de acompañar a Jesús, somos pequeñas lámparas encendidas que irradian calor y paz de quien nos ama con ternura de Padre.
Acompañando a Jesús, acompañamos a quienes están durmiendo en la oscuridad, pero que se despiertan con la sonrisa y la certeza de que a pesar de que están solos en su sala, y sin tener a alguien cercano, sienten que esa noche fueron acompañados.
¡Bendito y Alabado seas Jesús! por haber puesto este sueño en el corazón de tus amados sacerdotes, y volcarlo también al corazón de tus pequeñas lámparas encendidas los seminaristas, los laicos, los jovenes de tu Iglesia.
¡Somos instrumentos tuyos Señor!, y deseamos que este sueño que has puesto en nuestros corazones, sea pronto “hecho carne”, y a través del cual bendigas a muchos…
Gracias por estas palabras y este hermoso anhelo, Padre. Que Dios lo bendiga siempre.
ResponderEliminarCordiales saludos y bendiciones desde Puerto Rico.
María Conforti y grupo de oracion Inmaculada Virgen María