lunes, 31 de mayo de 2010

De libro "Las Moradas" de Santa Teresa de Ávila, sobre la oración


En que trata de la hermosura y dignidad de nuestras almas. Pone una comparación para entenderse, y dice la ganancia que es entenderla y saber las mercedes que recibimos de Dios. Cómo la puerta de este castillo es la oración.

"Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas.
Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites
. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.
Pues si esto es, como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; porque puesto que hay la diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.
(...)
3. Pues consideremos que este castillo tiene ­como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras embajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma."

viernes, 28 de mayo de 2010

Noche Oscura - San Juan de la Cruz


Canciones del alma que se goza de haber llegado al
alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
por el camino de la negación espiritual.


En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


San Juan de la Cruz
(1542-1591)

jueves, 27 de mayo de 2010

El Hermano Rafael y la Eucaristía

Pensamientos y escritos de San Rafael Arnáiz sobre la Eucaristía.

"Me levanto todos los días a las siete y media de la mañana. Podréis creerlo o no creerlo, pero es la verdad, pues antes tenía la buena costumbre de ir a comulgar todos los días, y he comprobado que empezando el día entregándome en manos de Dios, sale todo mucho mejor, el estudio aprovecha más, y si no fuese por el Amo que tanto me ayuda, yo no serviría para nada, y además, a alguien tengo que dar cuenta de todos mis actos, buenos o malos, ¿no te parece?"

"Acabo de recibir al Señor. Fui a misa de ocho con mi padre... Qué dulce es el Señor, ¿verdad? Cómo atrae y de qué manera. Mira, a la puerta del Cenáculo se está muy bien, y viéndole repartir el pan a sus discípulos, siempre quedan unas migajas para ti, ¿no te parece?... El te las da, y llenan de tal manera... ¡Qué bueno es Jesús! Te manda con una tierna mirada acercarte, contarle tus cosas, consolarle... Todo desaparece: los discípulos e incluso tú mismo... El lo llena todo. ¡Qué bueno es Jesús! Entonces no hay penas ni alegrías, no sabemos qué decir... No podemos; quedamos abismados en su regazo, y El, entonces, habla al alma con una dulzura tan grande... ¡Qué bueno es Jesús! y cómo nos quiere. Te aseguro que es para deshacerse.
Déjale hacer a El y ya verás; e aseguro que con una buena comunión tendríamos bastante para toda la vida, si supiéramos hacerla... Pero somos tan miserables."

"Estoy tan contento, aunque hoy me falta algo..., no he podido ir a comulgar; no me ha despertado mi padre... Los días que no recibo al Señor, estoy como descentrado y echando de menos algo que para mí es todo."

"Hoy en la santa comunión, cuando tenía a Jesús en mi pecho, mi alma nadaba en la enorme e inmensa alegría de poseer la Verdad... Me veía dueño de Dios y Dios dueño de mí... Nada deseaba más que amar profundísimamente a este Señor que en su inmensa bondad consolaba mi corazón sediente de algo que yo no sabía lo que era y que en la criatura buscaba en vano, y el Señor me hace comprender, sin ruido de palabras, que lo que mi alma desea es El... Que la Verdad, la Vida y el Amor es El... Y teniéndole a El, ¿qué busco? ¿qué pido?..., ¿qué quiero?"

"Multitud de sagrarios existen en la redondez de la tierra, pero solamente un Dios, que es Jesús Sacramentado. Consoladora verdad que hacer estar tan unidos el monje en su coro, el misionero en tierra de infieles y el seglar en su parroquia. Ni hay distancias, ni hay edades... Al pie del Sagrario estamos todos cerca, Dios nos une. Pidámosle por mediación de María que, algún día allá en el cielo, podamos contemplar a ese Dios que por amor al hombre, se oculta bajo las especies de pan y vino"

"En este momento de empezarte a escribir, llego del convento de las Esclavas. Son las seis y media. Allí, delante del Señor y con tu carta en el bolsillo, casi lloro de alegría... ¡Cuánto me quieres Señor! Mira, a Jesús fui a contárselo todo como siempre que recibo carta tuya... Primero hice un acto de agradecimiento. El me trata como no merezco. En fin, para qué te voy a decir lo de siempre. Después considerando delante de El unas cosas que me dices... Yo se lo dije al Señor y nos reímos los dos un poco... Me estuve en la iglesia hasta que me echaron... ¡Qué feliz soy! ¡Cómo me quiere Jesús!"

"En este momento llego de hacer la visita al Señor en las Esclavas... Fui a decirle todo lo que te he dicho en esta carta... Se me pasó el tiempo volando."

"El mundo no sabe que Jesús está en el Sagrario, que no hace más que esperar a que sus hijos vayan un ratito, aunque no sea más que un minuto, a estar con El."

"Se ofrece en el Sagrario, donde está día y noche, exclusivamente para atenderme en todo lo que le pida..."

"Alegrémonos de que es Dios quien nos llama y quien nos espera en el Sagrario"

"Jesús está en el Sagrario. Allí recibe a sus amigos, allí los consuela, los cura y los perdona."

"Quisiera estar arrodillado ante tu Sagrario día y noche."

"Tarde te amé..." - San Agustín


"¿Qué es lo que amo cuando amo a Dios?
Yo amo una especie de luz y una especie de voz, y una especie de olor, y una especie de comida, y una especie de abrazo cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, comida y abrazo de mi hombre interior. Aquí resplandece ante mi alma una luz que no está circunscrita por el espacio; resuena lo que no arrastra consigo el tiempo; exhala sus perfumes lo que no se lleva el viento; se saborea lo que la voracidad no desgasta; queda profundamente inserto lo que la saciedad no puede extirpar.
Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios.
¿Y qué es esto? Pregunté a la tierra, y me respondió: "No soy yo". Idéntica confesión me hicieron todas las cosas que se hallan en ella. Pregunté al mar, a los abismos y a los reptiles de alma viva, y me respondieron: "Nosotros no somos tu Dios. Búscalo por encima de nosotros". Pregunté a la brisa, y me respondió la totalidad del aire con todos sus habitantes: "Yo no soy tu Dios". Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. "Tampoco nosotros somos el Dios que buscas", respondieron.
Entonces me dirigí a todas las cosas que rodean las puertas de mi carne: "Habladme de mi Dios, ya que vosotras no lo sois. Decidme algo de él". Y me gritaron con voz poderosa: "El es quien nos hizo".
Mi pregunta era mi mirada; su respuesta era su belleza.
¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
El caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera.
Y fuera te andaba buscando y, como un engendro de fealdad,
me abalanzaba sobre la belleza de tus criaturas.
Tu estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me tenían prisionero lejos de Ti
aquellas cosas que, si no existieran en Ti, serían algo inexistente.

Me llamaste, me gritaste, y desfondaste mi sordera.
Relampagueaste, resplandeciste, y tu resplandor disipó mi ceguera.
Exhalaste tus perfumes, respiré hondo y suspiro por Ti.
Te he paladeado, y me muero de hambre y de sed.
Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz."
San Agustín

viernes, 21 de mayo de 2010

"Ven Padre de los pobres"


Al Espíritu Santo lo llamamos "padre de los pobres", porque él solo puede actuar en un corazón humilde y sencillo, en los que tienen alma de pobres. Eso no significa que tengamos que despreciarnos o sentirnos inútiles. Solo significa que reconozcamos que lo necesitamos, que sin él no podemos nada, que nuestra debilidad necesita su fuerza.
Con él estamos seguros, llenos de confianza y arrojo. Pero al que tiene un corazón pobre no se le ocurriría enorgullecerse por eso, porque sabe bien que todo lo debe al auxilio del Espíritu Santo.
Él muestra su gloria en nosotros cuando de verdad reconocemos nuestra pequeñez y nuestras carencias, cuando no nos aferramos a nuestras riquezas, logros y capacidades, cuando descubrimos que no tenemos nada donde apoyarnos, porque todo es frágil y pasajero.
Los pobres no se sienten tristes por descubrirse pequeños. Al contrario, viven la alegría de depender del Espíritu Santo. Liberados de la vanidad y de la autosuficiencia, están realmente abiertos a la fuerza del Espíritu, y se gozan en su presencia salvadora.

(Tomado de "Los cinco minutos del Espíritu Santo")

Para venir a gustarlo todo - San Juan de la Cruz


Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.

Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.

Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.

Para venir a poseer lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.

Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo,
has de dejarte del todo en todo.

Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.

miércoles, 19 de mayo de 2010

LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA


De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II
"Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Iglesia y, de esta forma, los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida o la fuente del agua que brota para comunicar vida eterna; por el cual el Padre vivifica a todos los muertos por el pecado, hasta que el mismo Espíritu resucite en Cristo sus cuerpos mortales.
El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y la unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos.
Con la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: "¡Ven!"
Así se manifiesta la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
La universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo no puede fallar en su creencia, y ejerce esta peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta los últimos fieles seglares manifiestan un asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres.
Con ese sentido de la fe, que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios; se adhiere indefectiblemente a la fe que ha sido transmitida de una vez para siempre a los fieles; penetra profundamente en ella con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.
Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolos a cada uno en particular según le place, reparte entre los fieles dones de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno se le otorga La manifestación del Espíritu para común utilidad.
Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo."
(Lumen Gentium 4. 12)

martes, 18 de mayo de 2010

Sentencias de los Padres del Desierto


Unos hermanos preguntaron al abad Agatón: «Padre, ¿cuál es la virtud que exige más esfuerzo en la vida religiosa?». El les respondió: «Perdonadme, pero estimo que nada exige tanto trabajo como el orar a Dios. Si el hombre quiere orar a su Dios, los demonios, sus enemigos, se apresurarán a interrumpir su oración, pues saben muy bien que nada les hace tanto daño como la oración que sube hacia Dios. En cualquier otro trabajo que emprenda el hombre en la vida religiosa, por mucho esfuerzo y paciencia que dicho trabajo exija, tendrá y logrará algún descanso. La oración exige un penoso y duro combare hasta el último suspiro».

Preguntaron unos al abad Macario: «¿Cómo debemos orar?». Y él les dijo: «No es preciso hablar mucho en la oración, sino levantar con frecuencia las manos y decir: "Señor, ten piedad de mi, como tú quieres y como tu sabes". Si tu alma se ve atribulada, di: "¡Ayúdame!". Y como Dios sabe lo que nos conviene, se compadece de nosotros».

Un anciano decía: «Si un monje ora tan sólo cuando está en pie para la oración, no ora nunca»

Preguntó uno al abad Antonio: «¿Qué debo hacer para agradar a Dios?» El anciano le respondió: «Guarda esto que te mando: donde quiera que vayas, ten siempre a Dios ante tus ojos, en todo lo que hagas, busca la aprobación de las Sagradas Escrituras; y donde quiera que mores, no cambies fácilmente de lugar. Guarda estas tres cosas y te salvarás».

El abad Pastor dijo: «El cuidado del corazón, el examen de si mismo y el discernimiento, son las tres virtudes que guían al alma».

Los ancianos decían: «A todo pensamiento que re venga, dile: "¿Eres de los nuestros, o vienes del enemigo?". Y ciertamente él lo confesará».

viernes, 14 de mayo de 2010

Abandonarse a la voluntad de Dios - Silvano, monje del Monte Athos


Aquel que se preocupa por sí mismo, no puede abandonarse a la voluntad de Dios de tal manera que su alma encuentre la paz en Dios.
Pero el alma humilde se abandona a la voluntad de Dios y vive delante de El en el temor y en el amor.
En el temor: para no ofender a Dios en nada.
En el amor: porque el alma sabe cuánto el Señor nos ama.

La mejor obra es abandonarse a la voluntad de Dios y soportar las pruebas con esperanza. El Señor, viviendo nuestras penas, jamás nos cargará más allá de nuestras fuerzas. Si nuestros sufrimientos nos parecen demasiado pesados, es el signo de que no nos hemos abandonado a la voluntad de Dios.

El alma que se ha abandonado enteramente a la voluntad de Dios, encuentra el reposo en El, porque sabe, por la experiencia y por las Sagradas Escrituras, que el Señor nos ama y vela sobre nuestras almas, haciendo revivir todo por su gracia en la paz y en el amor. Aquél que se ha abandonado a la voluntad de Dios no se aflige por nada, aunque estuviera enfermo, pobre y perseguido.

El alma sabe que el Señor cuida de nosotros con ternura. El Espíritu Santo atestigua las obras divinas y el alma Lo conoce. Pero los hombres orgullosos y desobedientes no quieren abandonarse a la voluntad de Dios, pues les gusta realizar su propia voluntad, lo que es pernicioso para el alma...

martes, 11 de mayo de 2010

He hecho el voto de amar siempre a Jesús - San Rafael Arnáiz



1 de enero de 1938 - sábado

"En la oración de esta mañana he hecho un voto. He hecho el voto de amar siempre a Jesús.

Me he dado cuenta de mi vocación. No soy religioso..., no soy seglar..., no soy nada... Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos.

Virgen María, ayúdame a cumplir mi voto.

Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre... Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.

Bien veo que la voluntad de Dios, es que no haga los votos religiosos, ni seguir la Regla de san Benito. ¿He de querer yo lo que no quiere Dios?

Jesús me manda una enfermedad incurable; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe?

Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place.

Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males? ¿Mas acaso todo eso me impide amarle?... No..., con locura debo hacerlo.

Vida de amor, he aquí mi Regla..., mi voto... He aquí la única razón de vivir.

Empieza el año 1938. ¿Qué me prepara Dios en él? No lo sé... ¿Quizás no me importe?... Menos ofenderle me da lo mismo todo... Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Yo hoy le ofrezco un nuevo año, en el que no quiero que reine más que una vida de sacrificio, de abnegación, de desprendimiento, y guiada solamente por el amor a Jesús..., por un amor muy grande y muy puro.

Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.

Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos.

¡Ah!, Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre mía!"

lunes, 10 de mayo de 2010

SAN SERAFÍN DE SAROV: El poder de la oración


LA PLEGARIA
Oh, cómo amaría, amigo de Dios, que en esta vida estéis siempre en el Espíritu Santo. "Yo los juzgaré en el estado en el que los encuentre, dijo el Señor" (Mt. 24,42; Mc.13,33-37; Lc. 19, 12 y siguientes).Desgracia, gran desgracia si El nos encuentra angustiados por las preocupaciones y penas terrenales, ya que, ¿quién puede soportar Su cólera, y quién puede resistirlas? Es por eso que El dijo: "Vigilen y oren para no caer en la tentación" (Mt. 25, 13-15). Dicho de otra manera, vigilen para no ser privados del Espíritu de Dios, ya que las vigilias y la plegaria nos dan Su gracia. Es cierto que toda buena acción hecha en nombre de Cristo confiere la gracia del Espíritu Santo, pero la oración es la única práctica que está siempre a nuestra disposición. ¿Tenes, por ejemplo, deseo de ir a la iglesia, pero la iglesia está lejos o el oficio terminó? ¿Tenes deseos de hacer limosna, pero no ves ni un pobre, o careces de dinero? ¿Deseas permanecer virgen, pero no tenes la fuerza suficiente para esto por causa de tus inclinaciones o debido a las asechanzas del enemigo que por la debilidad de tu humanidad no te permite resistir? ¿Pretendes, tal vez, encontrar una buena acción para practicarla en Nombre de Cristo, pero no tenes bastante fuerza para esto, o la ocasión no se presenta?... Pues bien, en cuanto a la oración, nada de todo esto la afecta: cada uno tiene siempre la posibilidad de orar, el rico como el pobre, el notable como el hombre común, el fuerte como el débil, el sano como el enfermo, el virtuoso como el pecador.

Se puede juzgar el poder de la plegaria que brota de un corazón sincero, incluso siendo pecador, por el siguiente ejemplo narrado por la Tradición Santa: A pedido de una desolada madre que acababa de perder a su hijo único, una cortesana que la encuentra en su camino, afligida por la desesperación maternal, osa gritar al Señor, mancillada como estaba aún por sus propios pecados: "No es por mí, pues soy una horrible pecadora, sino por causa de las lágrimas de esta madre llorando a su hijo, y creyendo firmemente en Tu misericordia y en Tu Todo-poder, que te pido: resucítalo, Señor!" Y el Señor lo resucitó.

Tal es, amigo de Dios, el poder de la oración. Más que ninguna otra cosa, ella nos da la gracia del Espíritu de Dios y, sobre todo, está siempre a nuestra disposición. Bienaventurados seremos cuando Dios nos encuentre vigilantes, en la plenitud de los dones de Su Espíritu Santo. Entonces podremos esperar gozosos el encuentro con Nuestro Señor, que riega revestido de poder y de gloria para juzgar a los vivos y a los muertos y para dar a cada uno su merecido.

Adorar a Jesús Eucaristía


Qué es adorar

Es la relación connatural del hombre con Dios, de la creatura inteligente con su Creador. Los hombres y los ángeles deben adorar a Dios. En el cielo, todos, las almas bienaventuradas de los santos y los santos ángeles, adoran a Dios. Cada vez que adoramos nos unimos al cielo y traemos nuestro pequeño cielo a la tierra.

La adoración es el único culto debido solamente a Dios. Cuando Satanás pretendió tentarlo a Jesús en el desierto le ofreció todos los reinos, todo el poder de este mundo si él lo adoraba. Satanás, en su soberbia de locura, pretende la adoración debida a Dios. Jesús le respondió con la Escritura: “Sólo a Dios adorarás y a Él rendirás culto”.

Qué es la adoración eucarística

Es adorar a la divina presencia real de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en la Eucaristía.

Jesucristo, al comer la Pascua judía con los suyos, aquella noche en la que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, dando gracias bendijo al Padre y lo pasó a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”, al final de la cena, tomó el cáliz de vino, volvió a dar gracias y a bendecir al Padre y pasándolo a los discípulos dijo: “Tomad y bebed todos de él, este es el cáliz de mi sangre. Sangre de la Alianza Nueva y Eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.”

Él dijo sobre el pan: “Esto es mi cuerpo”, y sobre el vino: “Esta es mi sangre”. Pero, no sólo eso, agrego también: “Haced esto en conmemoración mía”. Les dio a los apóstoles el mandato, “haced esto”, el mandato de hacer lo mismo, de repetir el gesto y las palabras sacramentales. Nacía así la Eucaristía y el sacerdocio ministerial.


Cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras consagratorias es Jesucristo quien lo ha hecho y se hace presente su cuerpo y su sangre, su Persona Divina. Porque Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero. Siendo Jesucristo Dios y estando presente en la Eucaristía, entonces se le debe adoración.

En la Eucaristía adoramos a Dios en Jesucristo, y Dios es Uno y Trino, porque en Dios no hay divisiones. Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente, substancialmente presente en la Eucaristía.

La Iglesia cree y confiesa que «en el augusto sacramento de la Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles» (Trento 1551: Dz 874/1636).

La divina Presencia real del Señor, éste es el fundamento primero de la devoción y del culto al Santísimo Sacramento. Ahí está Cristo, el Señor, Dios y hombre verdadero, mereciendo absolutamente nuestra adoración y suscitándola por la acción del Espíritu Santo. No está, pues, fundada la piedad eucarística en un puro sentimiento, sino precisamente en la fe. Otras devociones, quizá, suelen llevar en su ejercicio una mayor estimulación de los sentidos –por ejemplo, el servicio de caridad a los pobres–; pero la devoción eucarística, precisamente ella, se fundamenta muy exclusivamente en la fe, en la pura fe sobre el Mysterium fidei («præstet fides supplementum sensuum defectui»: que la fe conforte la debilidad del sentido; Pange lingua).

Por tanto, «este culto de adoración se apoya en una razón seria y sólida, ya que la Eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento, y se distingue de los demás en que no sólo comunica la gracia, sino que encierra de un modo estable al mismo Autor de ella.

«Cuando la Iglesia nos manda adorar a Cristo, escondido bajo los velos eucarísticos, y pedirle los dones espirituales y temporales que en todo tiempo necesitamos, manifiesta la viva fe con que cree que su divino Esposo está bajo dichos velos, le expresa su gratitud y goza de su íntima familiaridad» (Mediator Dei 164).

El culto eucarístico, ordenado a los cuatro fines del santo Sacrificio, es culto dirigido al glorioso Hijo encarnado, que vive y reina con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Es, pues, un culto que presta a la santísima Trinidad la adoración que se le debe (+Dominicæ Cenæ 3).

La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia ofrecido a todos para que todos puedan recibir por ella gracias abundantes y bendiciones. La Eucaristía es el sacramento del sacrificio de Cristo del que hacemos memoria y actualizamos en cada Misa y es también su presencia viva entre nosotros. Adorar es entrar en íntima relación con el Señor presente en el Santísimo Sacramento.

domingo, 9 de mayo de 2010

El por qué de nuestras caídas - Maestro Eckhart



"Nuestro leal Dios permite que sus amigos a menudo sucumban a sus flaquezas únicamente para que carezcan de todo sostén que les permitiría reclinarse o apoyarse. Pues, a un hombre amante le daría una gran alegría poder hacer numerosas y grandes cosas, ya sea con vigilias, ayunos u otros ejercicios, y con cosas especialmente grandes y difíciles: todo esto da gran alegría, apoyo y esperanza de modo que sus obras le brindan sostén y apoyo y confianza.
Justamente esto se lo quiere quitar Nuestro Señor y quiere ser, Él solo, su sostén y confianza. Y la única razón por que procede así, reside en su pura bondad y misericordia. Pues, fuera de su propia bondad no hay nada que lo mueva a Dios a hacer ninguna obra; nuestras obras no sirven en absoluto para que Dios nos dé o haga algo.
Nuestro Señor quiere que sus amigos se desprendan de semejante sostén y por lo tanto se lo quita para que Él solo sea su sostén. Pues quiere darles algo grande y quiere hacerlo puramente por su libre bondad; Él habrá de ser su sostén y consuelo y ellos deben descubrir y considerar que son pura nada en medio de todos los grandes dones de Dios. Porque, cuanto más desnudo y libre sea el ánimo que se abandone a Dios, siendo sostenido por Él, tanto más hondo será colocado en Dios el hombre y será susceptible de hallar a Dios en todos sus preciosísimos dones.
Pues el hombre ha de confiar sólo en Dios" .

Maestro Eckhart, en:TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS

El Maestro Eckhart (1260–1328) Dominico alemán, uno de los más influyentes teólogos y místicos del Medievo. Conocido por su obra como teólogo y filósofo y por sus visiones místicas. "Maestro" en reconocimiento a los títulos académicos obtenidos durante su estancia en la Universidad de París. Fue el primero de los místicos renanos. Estudió teología en Érfurt, luego en Colonia y en París. Enseñó en esa última universidad, y administró la provincia de los dominicos de Teutônia y luego en Erfurt.