El Don de Piedad nos recuerda que somos hijos de Dios. Dice Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica: “los dones del Espíritu Santo son ciertas disposiciones habituales del alma que la hacen ser dócil a la acción del Espíritu Santo. Ahora bien: entre otras mociones del Espíritu Santo, hay una que nos impulsa a tener un afecto filial para con Dios, según expresión de Rom 8,15: Habéis recibido el Espíritu de adopción filial por el que clamamos: ¡Abba! ¡Padre! Y, como lo propio de la piedad es prestar sumisión y culto al Padre, se sigue que la piedad, por la que rendimos sumisión y culto a Dios como Padre bajo la moción del Espíritu Santo, es un don del Espíritu Santo.” (Suma Teológica II-II, q. 121, art. 1)
La función de este Don es la de hacernos sentir a gusto en las cosas de Dios, como un niño se siente a gusto y seguro en los brazos de su padre o de su madre. Este don es el que nos hace espiritualmente niños capaces de confiar tiernamente en la bondad de Dios.
En nuestra vida tenemos tantos lugares donde sentirnos a gusto, tantas cosas en las que poner nuestra confianza, que se hace difícil para el alma poder elevar la mirada por sobre todas las cosas y descansar en Dios. Para hacerlo es necesario reconocer claramente que Dios es nuestro Padre y que nos ama. El Don de Piedad es el Espíritu Santo trabajando interiormente para hacernos hijos de Dios. Y como todo buen hijo de buen padre, nos hace sentirnos seguros y a gusto de estar en las cosas de Dios.
Un hombre “piadoso” no es el que vive como si fuera una “estampita”, manos cruzadas y ojos entrecerrados y elevados al cielo, sino que el piadoso es aquel que de verdad disfruta de Dios y de todas sus cosas.
Y para la santidad necesitamos sentirnos a gusto con Dios, con sus cosas, con la Iglesia, con los Sacramentos. No sólo saber con la mente que son buenos y necesarios sino además tener gusto y deseo de todas las cosas de Dios. El Don de Piedad es el que nos hace adoradores "en espíritu y en verdad", mas allá de nuestras debilidades, de nuestras dudas, de nuestra falta de constancia, de nuestras profundas resistencias de adorar en serio a Dios.
El mundo necesita jóvenes “piadosos” en serio, de esos que sirven y adoran a Dios "en espíritu y en verdad". No como una postura exterior sino con el corazón ardiendo de fuego de amor a Dios. Necesitamos jóvenes piadosos que ardan en deseos de santidad. El mundo y las cosas del mundo muchas veces quieren seducir a los jóvenes y enamorarlos de muchísimas cosas, cosas que cuanto mas enamoran un alma, más la alejan de Dios, por eso necesitamos que el Espíritu Santo suscite el Don de Piedad en todos pero especialmente en los jóvenes, para que se “enamoren” de Dios, de tal modo que quieran darle sus vidas con confianza y seguridad.
El Don de Piedad es el que llena de vida y plenitud la virtud de religión, es decir , nos cuida de caer en vivir una religiosidad vacía o meramente exterior. Pidamos este Don para todos los que trabajamos en la Iglesia, para que siempre seamos una Iglesia alegre, humilde y totalmente enamorada de Jesucristo. Esto lo hace el Don de Piedad.
Ven Espíritu Santo y despierta en nosotros el Don de Piedad que nos haga sentirnos plenos, felices y totalmente confiados en tus brazos de Padre. Ése es el camino de la felicidad, ése es el camino de la santidad…
La función de este Don es la de hacernos sentir a gusto en las cosas de Dios, como un niño se siente a gusto y seguro en los brazos de su padre o de su madre. Este don es el que nos hace espiritualmente niños capaces de confiar tiernamente en la bondad de Dios.
En nuestra vida tenemos tantos lugares donde sentirnos a gusto, tantas cosas en las que poner nuestra confianza, que se hace difícil para el alma poder elevar la mirada por sobre todas las cosas y descansar en Dios. Para hacerlo es necesario reconocer claramente que Dios es nuestro Padre y que nos ama. El Don de Piedad es el Espíritu Santo trabajando interiormente para hacernos hijos de Dios. Y como todo buen hijo de buen padre, nos hace sentirnos seguros y a gusto de estar en las cosas de Dios.
Un hombre “piadoso” no es el que vive como si fuera una “estampita”, manos cruzadas y ojos entrecerrados y elevados al cielo, sino que el piadoso es aquel que de verdad disfruta de Dios y de todas sus cosas.
Y para la santidad necesitamos sentirnos a gusto con Dios, con sus cosas, con la Iglesia, con los Sacramentos. No sólo saber con la mente que son buenos y necesarios sino además tener gusto y deseo de todas las cosas de Dios. El Don de Piedad es el que nos hace adoradores "en espíritu y en verdad", mas allá de nuestras debilidades, de nuestras dudas, de nuestra falta de constancia, de nuestras profundas resistencias de adorar en serio a Dios.
El mundo necesita jóvenes “piadosos” en serio, de esos que sirven y adoran a Dios "en espíritu y en verdad". No como una postura exterior sino con el corazón ardiendo de fuego de amor a Dios. Necesitamos jóvenes piadosos que ardan en deseos de santidad. El mundo y las cosas del mundo muchas veces quieren seducir a los jóvenes y enamorarlos de muchísimas cosas, cosas que cuanto mas enamoran un alma, más la alejan de Dios, por eso necesitamos que el Espíritu Santo suscite el Don de Piedad en todos pero especialmente en los jóvenes, para que se “enamoren” de Dios, de tal modo que quieran darle sus vidas con confianza y seguridad.
El Don de Piedad es el que llena de vida y plenitud la virtud de religión, es decir , nos cuida de caer en vivir una religiosidad vacía o meramente exterior. Pidamos este Don para todos los que trabajamos en la Iglesia, para que siempre seamos una Iglesia alegre, humilde y totalmente enamorada de Jesucristo. Esto lo hace el Don de Piedad.
Ven Espíritu Santo y despierta en nosotros el Don de Piedad que nos haga sentirnos plenos, felices y totalmente confiados en tus brazos de Padre. Ése es el camino de la felicidad, ése es el camino de la santidad…
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