Los dones del Espíritu Santo son como iluminaciones o “toques” especiales que nos da el mismo Espíritu para que podamos penetrar en algunos de los “rincones” esenciales para nuestra santidad. Su cometido fundamental es entender a Jesucristo. No son dones abstractos ni especulativos, ni lejanos… Los dones del Espíritu vienen a enseñarnos quién es Jesucristo y nos llevan a una relación personal con Jesucristo y por Él con el Padre, la Santísima Virgen y los santos.
Se define este Don de Inteligencia como “un hábito sobrenatural infundido por la gracia santificante por el cual la inteligencia del hombre, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, se hace apta para una penetrante intuición de las verdades reveladas especulativas y prácticas y hasta las naturales en orden al fin sobrenatural”.
Un poco mas sencillito… Este Don es un don de conocimiento y nos hace conocer a Jesucristo en la línea de la verdad. Nos lo hace conocer “desde adentro”, íntimamente, diría Santo Tomás: “El nombre de entendimiento implica un conocimiento íntimo. Entender significa, en efecto, algo como leer dentro” (Suma Teológica II-II, q 8, art 1).
Los hombres entendemos las cosas por la inteligencia, pero nuestra inteligencia es racional, o sea que pasa deductivamente de una cosa a la otra: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis…” dice la canción de las niñas… Así funciona nuestra razón, por partes, distinguiendo, comparando… Nuestra razón natural necesita distinguir para entender. El Espíritu Santo cuando viene con el Don de Inteligencia no viene con ese método racional, sino que viene de una manera más parecida al conocimiento del cielo… Porque en el cielo el conocimiento es intuitivo, se ve directamente a Dios “tal cual es” diría San Pablo. Y no veremos por nosotros mismos, sino por “especies divinas” es decir por algo que nos dará Dios. Las cosas nos serán evidentes, sin necesidad de distinguir ni comparar, sino que conoceremos todo intuitivamente -es decir en su conjunto- porque conocernos todo en Dios… En esta vida el Don de Inteligencia funciona de modo semejante y nos hace conocer así, aunque según nuestra capacidad humana, a Dios, a sus misterios y a las creaturas.
Un hermoso ejemplo del Don de Inteligencia es Tomás, el apóstol incrédulo, cuando vio al Resucitado después de no haber creído a los otros discípulos. Cuando vio al Señor sin discurrir ni analizar, sino de golpe, entendió todo, y por eso dijo: “Señor mío y Dios mío” como un signo de que había entendido profundamente en el misterio de Jesucristo.
Este Don nos da una gracia especial para descubrir el sentido oculto de las Escrituras. Muchas veces nos pasa que leyendo la Biblia, especialmente en oración, sentimos algo nuevo en un texto leído muchas veces. Eso es el Don de Inteligencia que nos da luces para conocer una presencia viva y novedosa de Dios. También puede pasarnos con una canción, con una lectura, una predicación… Cualquier cosa que sintamos que haga que “se nos abren los ojos” como les pasó los discípulos de Emaús que, cuando el Desconocido partió el pan, ahí lo reconocieron por la acción del Don de Inteligencia. O a la Magdalena que habla con el cuidador de la huerta en el sepulcro de Jesús sin reconocerlo. Pero cuando el Señor le dijo “María” ella recibió en Don de Inteligencia y entendió todo: le respondió “Raboní” y se tiró a los pies del Resucitado.
Uno de los hombres más distinguidos por el Espíritu Santo con este Don de Inteligencia ha sido Santo Tomás de Aquino, un dominico que vivió hace ochocientos años. Escribió cosas maravillosas hasta sus cuarenta y nueve años en que se murió. Pero unos meses antes de morir dejó de escribir sin haber terminado una obra magnifica que estaba escribiendo, la Suma Teológica. Su asistente, llamado Fray Reginaldo, todos los días le pedía de terminar la obra de la que faltaba menos del dos por ciento. Y Santo Tomás, nada. Al fin un día dijo Tomás: “el Señor me ha dado el don de haber visto (leer desde adentro “intus leyere”) el cielo, y me he dado cuenta que todo lo que he escrito es nada” Por un Don de Inteligencia Santo Tomás penetró en las maravillas del misterio de Dios y sentía que ya nada podía decir. Esto es lo que hace con todos este Don.
Pidamos la gracia de que los dones del Espíritu funcionen en nosotros y nos hagan dignos y capaces de lo que nuestras fuerzas no pueden: recibir el Don de la santidad.
Que recibamos este Don de Inteligencia para entender desde dentro y con profunda convicción las verdades más hermosas de nuestra fe: que Jesús está vivo, que Él nos salva y es el Señor.
Se define este Don de Inteligencia como “un hábito sobrenatural infundido por la gracia santificante por el cual la inteligencia del hombre, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, se hace apta para una penetrante intuición de las verdades reveladas especulativas y prácticas y hasta las naturales en orden al fin sobrenatural”.
Un poco mas sencillito… Este Don es un don de conocimiento y nos hace conocer a Jesucristo en la línea de la verdad. Nos lo hace conocer “desde adentro”, íntimamente, diría Santo Tomás: “El nombre de entendimiento implica un conocimiento íntimo. Entender significa, en efecto, algo como leer dentro” (Suma Teológica II-II, q 8, art 1).
Los hombres entendemos las cosas por la inteligencia, pero nuestra inteligencia es racional, o sea que pasa deductivamente de una cosa a la otra: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis…” dice la canción de las niñas… Así funciona nuestra razón, por partes, distinguiendo, comparando… Nuestra razón natural necesita distinguir para entender. El Espíritu Santo cuando viene con el Don de Inteligencia no viene con ese método racional, sino que viene de una manera más parecida al conocimiento del cielo… Porque en el cielo el conocimiento es intuitivo, se ve directamente a Dios “tal cual es” diría San Pablo. Y no veremos por nosotros mismos, sino por “especies divinas” es decir por algo que nos dará Dios. Las cosas nos serán evidentes, sin necesidad de distinguir ni comparar, sino que conoceremos todo intuitivamente -es decir en su conjunto- porque conocernos todo en Dios… En esta vida el Don de Inteligencia funciona de modo semejante y nos hace conocer así, aunque según nuestra capacidad humana, a Dios, a sus misterios y a las creaturas.
Un hermoso ejemplo del Don de Inteligencia es Tomás, el apóstol incrédulo, cuando vio al Resucitado después de no haber creído a los otros discípulos. Cuando vio al Señor sin discurrir ni analizar, sino de golpe, entendió todo, y por eso dijo: “Señor mío y Dios mío” como un signo de que había entendido profundamente en el misterio de Jesucristo.
Este Don nos da una gracia especial para descubrir el sentido oculto de las Escrituras. Muchas veces nos pasa que leyendo la Biblia, especialmente en oración, sentimos algo nuevo en un texto leído muchas veces. Eso es el Don de Inteligencia que nos da luces para conocer una presencia viva y novedosa de Dios. También puede pasarnos con una canción, con una lectura, una predicación… Cualquier cosa que sintamos que haga que “se nos abren los ojos” como les pasó los discípulos de Emaús que, cuando el Desconocido partió el pan, ahí lo reconocieron por la acción del Don de Inteligencia. O a la Magdalena que habla con el cuidador de la huerta en el sepulcro de Jesús sin reconocerlo. Pero cuando el Señor le dijo “María” ella recibió en Don de Inteligencia y entendió todo: le respondió “Raboní” y se tiró a los pies del Resucitado.
Uno de los hombres más distinguidos por el Espíritu Santo con este Don de Inteligencia ha sido Santo Tomás de Aquino, un dominico que vivió hace ochocientos años. Escribió cosas maravillosas hasta sus cuarenta y nueve años en que se murió. Pero unos meses antes de morir dejó de escribir sin haber terminado una obra magnifica que estaba escribiendo, la Suma Teológica. Su asistente, llamado Fray Reginaldo, todos los días le pedía de terminar la obra de la que faltaba menos del dos por ciento. Y Santo Tomás, nada. Al fin un día dijo Tomás: “el Señor me ha dado el don de haber visto (leer desde adentro “intus leyere”) el cielo, y me he dado cuenta que todo lo que he escrito es nada” Por un Don de Inteligencia Santo Tomás penetró en las maravillas del misterio de Dios y sentía que ya nada podía decir. Esto es lo que hace con todos este Don.
Pidamos la gracia de que los dones del Espíritu funcionen en nosotros y nos hagan dignos y capaces de lo que nuestras fuerzas no pueden: recibir el Don de la santidad.
Que recibamos este Don de Inteligencia para entender desde dentro y con profunda convicción las verdades más hermosas de nuestra fe: que Jesús está vivo, que Él nos salva y es el Señor.
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