El Don de Consejo es un hábito sobrenatural por el cual el alma en gracia, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente, en los casos particulares, lo que conviene hacer en orden al fin último sobrenatural.
Hace poco le pregunté a un joven si sabía qué era el Don de Consejo y me dijo textual: “sí, Pater, es lo que haces vos que aconsejas a gente todo el día”… Nop! No es eso! El Don de Consejo no consiste en tener la capacidad de aconsejar a los demás… sino que es el Don por el cual somos aconsejados por el Espíritu de Dios. Claro que es un Don, porque nace del amor de Dios que quiere conducirnos hacia el Bien que es Él mismo y nos enseña entonces a conducirnos en el los casos concretos. Es decir que es el Don que nos dice qué paso dar aquí y ahora, en orden a llevarnos a la meta del camino que es la santidad.
Este Don viene a hacernos más prudentes en el obrar, y desarrolla en nosotros la capacidad de resolver según Dios en situaciones concretas, especialmente si se trata de casos repentinos, imprevistos, y difíciles de resolver, que requieren a veces una solución en el instante. Estas situaciones que no dan tiempo a que uno pueda sentarse a pensar y considerar y estimar los “pros” y los “contra” en una reflexión serena. Aquí nos es necesario el Don de Consejo que puede darnos una solución instantánea de lo que debe hacerse por esa especie de instinto o connaturalidad característica de los dones.
Hay situaciones muy complejas en que no basta con la prudencia humana, ni siquiera con la virtud de la prudencia, y se hace necesario el Don de Consejo que nos sugiere de parte de Dios cómo obrar en el caso concreto.
Este Don es muy necesario para todo aquel que de algún modo tenga responsabilidad sobre otras personas. Cuentan que a Santo Tomás de Aquino le preguntaban en cierta ocasión su parecer sobre un asunto: querían darle el oficio de gobierno a un hombre “muy santo”. Santo Tomás respondió diciendo: “si es sabio, que nos enseñe; y si es santo que rece por nosotros, y si es prudente, que nos gobierne” El Don de Consejo viene a perfeccionar esa prudencia especialmente necesaria para cualquier tipo de tarea de conducción o gobierno. También es un Don sumamente necesario para los confesores y especialmente los directores espirituales. Un buen director espiritual es alguien que tiene muy vivo el Don de Consejo en su alma.
Este Don nos preserva del peligro de una falsa conciencia, negaciones y autoengaños, ya que superando las luces de la razón natural, a veces demasiado influenciada por la pasión, los gustos o los caprichos, nos dicta con fuerza lo que hay que hacer.
También nos resuelve con seguridad y certeza muchas situaciones difíciles e imprevistas, sobre todo cuando no alcanza la simple prudencia.
Otro efecto de este Don es que nos inspira los medios más oportunos y eficaces para hacer el bien a otras personas. Aquí entra el aconsejar a otros. Nadie aconseja mejor que quien tiene el Don de Consejo, porque tiene un hábito de dejarse aconsejar por Dios y puede también conocer las inspiraciones de Dios para otras personas.
En este mundo hay tantos “consejeros”. Muchos programas de tevé llaman “consejos” a las publicidades… que nos aconsejan una cerveza, una compañía de aviación, crema para depilar, o perchas eléctricas para el placard... Todos consejos que nos llegan. En medio de tantos y tantos consejos pidamos en esta Novena de Pentecostés la gracia de dejarnos aconsejar por el Espíritu de Dios en el aquí y ahora de nuestra vida cotidiana, porque aconsejados por la Voz del Señor, estamos seguros de ir hacia nuestra verdadera y plena felicidad…
Hace poco le pregunté a un joven si sabía qué era el Don de Consejo y me dijo textual: “sí, Pater, es lo que haces vos que aconsejas a gente todo el día”… Nop! No es eso! El Don de Consejo no consiste en tener la capacidad de aconsejar a los demás… sino que es el Don por el cual somos aconsejados por el Espíritu de Dios. Claro que es un Don, porque nace del amor de Dios que quiere conducirnos hacia el Bien que es Él mismo y nos enseña entonces a conducirnos en el los casos concretos. Es decir que es el Don que nos dice qué paso dar aquí y ahora, en orden a llevarnos a la meta del camino que es la santidad.
Este Don viene a hacernos más prudentes en el obrar, y desarrolla en nosotros la capacidad de resolver según Dios en situaciones concretas, especialmente si se trata de casos repentinos, imprevistos, y difíciles de resolver, que requieren a veces una solución en el instante. Estas situaciones que no dan tiempo a que uno pueda sentarse a pensar y considerar y estimar los “pros” y los “contra” en una reflexión serena. Aquí nos es necesario el Don de Consejo que puede darnos una solución instantánea de lo que debe hacerse por esa especie de instinto o connaturalidad característica de los dones.
Hay situaciones muy complejas en que no basta con la prudencia humana, ni siquiera con la virtud de la prudencia, y se hace necesario el Don de Consejo que nos sugiere de parte de Dios cómo obrar en el caso concreto.
Este Don es muy necesario para todo aquel que de algún modo tenga responsabilidad sobre otras personas. Cuentan que a Santo Tomás de Aquino le preguntaban en cierta ocasión su parecer sobre un asunto: querían darle el oficio de gobierno a un hombre “muy santo”. Santo Tomás respondió diciendo: “si es sabio, que nos enseñe; y si es santo que rece por nosotros, y si es prudente, que nos gobierne” El Don de Consejo viene a perfeccionar esa prudencia especialmente necesaria para cualquier tipo de tarea de conducción o gobierno. También es un Don sumamente necesario para los confesores y especialmente los directores espirituales. Un buen director espiritual es alguien que tiene muy vivo el Don de Consejo en su alma.
Este Don nos preserva del peligro de una falsa conciencia, negaciones y autoengaños, ya que superando las luces de la razón natural, a veces demasiado influenciada por la pasión, los gustos o los caprichos, nos dicta con fuerza lo que hay que hacer.
También nos resuelve con seguridad y certeza muchas situaciones difíciles e imprevistas, sobre todo cuando no alcanza la simple prudencia.
Otro efecto de este Don es que nos inspira los medios más oportunos y eficaces para hacer el bien a otras personas. Aquí entra el aconsejar a otros. Nadie aconseja mejor que quien tiene el Don de Consejo, porque tiene un hábito de dejarse aconsejar por Dios y puede también conocer las inspiraciones de Dios para otras personas.
En este mundo hay tantos “consejeros”. Muchos programas de tevé llaman “consejos” a las publicidades… que nos aconsejan una cerveza, una compañía de aviación, crema para depilar, o perchas eléctricas para el placard... Todos consejos que nos llegan. En medio de tantos y tantos consejos pidamos en esta Novena de Pentecostés la gracia de dejarnos aconsejar por el Espíritu de Dios en el aquí y ahora de nuestra vida cotidiana, porque aconsejados por la Voz del Señor, estamos seguros de ir hacia nuestra verdadera y plena felicidad…
andube buscando sobre el don del consejo xq pertenesco en un grupo de renovacion carismatica d jovenes i m toco explicarles a las demas sobre ese don d los 7q dios nos a regalado m gusto mucho este contexto tengo 17 años i cristo vive i vivira en mi corazon x siemprre dtb!!
ResponderEliminarsi necesitan un consejoro no ai nadie mas q dios nuestro señor q nos regale el don del concejo xq nosotros mismos somos nuestros propio concejero con la ayuda d nuestro señor
esta elegante y mmuy super col
ResponderEliminarme parece muy lindo que las personas conozcan sobre los dones tan maravillosos que solo vienen de el espiritu de DIOS. si quieres un consejo solo pidelo en la oracion y DIOS te contestara. DIOS LOS BENDIGA A TODOS Y SIGAN ADELANTE
ResponderEliminarexcelente publicacion. sigan adelante
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