Unos hermanos preguntaron al abad Agatón: «Padre, ¿cuál es la virtud que exige más esfuerzo en la vida religiosa?». El les respondió: «Perdonadme, pero estimo que nada exige tanto trabajo como el orar a Dios. Si el hombre quiere orar a su Dios, los demonios, sus enemigos, se apresurarán a interrumpir su oración, pues saben muy bien que nada les hace tanto daño como la oración que sube hacia Dios. En cualquier otro trabajo que emprenda el hombre en la vida religiosa, por mucho esfuerzo y paciencia que dicho trabajo exija, tendrá y logrará algún descanso. La oración exige un penoso y duro combare hasta el último suspiro».
Preguntaron unos al abad Macario: «¿Cómo debemos orar?». Y él les dijo: «No es preciso hablar mucho en la oración, sino levantar con frecuencia las manos y decir: "Señor, ten piedad de mi, como tú quieres y como tu sabes". Si tu alma se ve atribulada, di: "¡Ayúdame!". Y como Dios sabe lo que nos conviene, se compadece de nosotros».
Un anciano decía: «Si un monje ora tan sólo cuando está en pie para la oración, no ora nunca»
Preguntó uno al abad Antonio: «¿Qué debo hacer para agradar a Dios?» El anciano le respondió: «Guarda esto que te mando: donde quiera que vayas, ten siempre a Dios ante tus ojos, en todo lo que hagas, busca la aprobación de las Sagradas Escrituras; y donde quiera que mores, no cambies fácilmente de lugar. Guarda estas tres cosas y te salvarás».
El abad Pastor dijo: «El cuidado del corazón, el examen de si mismo y el discernimiento, son las tres virtudes que guían al alma».
Los ancianos decían: «A todo pensamiento que re venga, dile: "¿Eres de los nuestros, o vienes del enemigo?". Y ciertamente él lo confesará».
muy buenas estas enseñanzas
ResponderEliminarFelicitaciones por compartirlas
Dios les bendiga