Aquel que se preocupa por sí mismo, no puede abandonarse a la voluntad de Dios de tal manera que su alma encuentre la paz en Dios.
Pero el alma humilde se abandona a la voluntad de Dios y vive delante de El en el temor y en el amor.
En el temor: para no ofender a Dios en nada.
En el amor: porque el alma sabe cuánto el Señor nos ama.
La mejor obra es abandonarse a la voluntad de Dios y soportar las pruebas con esperanza. El Señor, viviendo nuestras penas, jamás nos cargará más allá de nuestras fuerzas. Si nuestros sufrimientos nos parecen demasiado pesados, es el signo de que no nos hemos abandonado a la voluntad de Dios.
El alma que se ha abandonado enteramente a la voluntad de Dios, encuentra el reposo en El, porque sabe, por la experiencia y por las Sagradas Escrituras, que el Señor nos ama y vela sobre nuestras almas, haciendo revivir todo por su gracia en la paz y en el amor. Aquél que se ha abandonado a la voluntad de Dios no se aflige por nada, aunque estuviera enfermo, pobre y perseguido.
El alma sabe que el Señor cuida de nosotros con ternura. El Espíritu Santo atestigua las obras divinas y el alma Lo conoce. Pero los hombres orgullosos y desobedientes no quieren abandonarse a la voluntad de Dios, pues les gusta realizar su propia voluntad, lo que es pernicioso para el alma...
itinerario perfecto para este adviento, no lo creen?
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