De los escritos del Beato Rafael:
"Bendito Jesús, ¿cómo expresarte, ¡oh Señor!, la gran ternura que mi alma siente ante la dulzura de tu amor?
¿Qué he hecho yo, Dios mío, para que así me trates? Tan pronto se inunda mi alma de profunda amargura, como se llena de regocijante alegría, al pensar en Ti y en lo que Tú me prometes al final de la jornada.
¿Que he hecho yo, Señor?
Hoy en la santa comunión he sentido el consuelo de verme cerca de Ti, cuando todo parece que me abandona. He querido, Señor, clavar en tu Corazón esas palabras que digo todos los días: "No permitas, Señor, que me aparte de Ti".
Abrazado a tu Cruz, entré en el capítulo... A los pies de tu Cruz tomé el alimento que necesita mi débil naturaleza... A los pies de tu ensangrentada Cruz, hallo el consuelo de escribir estas líneas... «No permitas que me aparte de ti".
Esté siempre, Señor, a la sombra del duro madero. Ponga allí, a tus pies, mi celda, mi lecho... Tenga yo, Señor, allí mis delicias, mis descansos en el sufrir... Riegue el suelo del Calvario con mis lágrimas... Allí a los pies de la Cruz, tenga mi oración, mis exámenes de conciencia... "No permitas, Señor, que me aparte de Ti".
Qué alegría tan grande es poder vivir al pie de la Cruz. Allí encuentro a María a san Juan y a todos tus amadores. Allí no hay dolor, pues al ver el tuyo Señor ¿quién se atreve a sufrir?
Allí todo se olvida, no hay deseo de gozar, ni nadie piensa en penar... Al ver tus llagas Señor sólo un pensamiento domina al alma... Amor..., sí, amor para enjugar tu sudor, amor para endulzar tus heridas, amor para aliviar tanto y tan inmenso dolor.
No permitas, Señor, que de Ti me aparte".
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