Palabras del santo padre Benedicto XVI luego del almuerzo que le ofrecieran los cardenales, con ocasión de su 85 cumpleaños y del séptimo aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro, el lunes 21 de mayo de 2012.
Eminencia,
Queridos hermanos,
En este momento mis palabras solo pueden ser de agradecimiento.
Agradecimiento sobre todo al Señor por todos los años que me ha concedido; años con tantas jornadas de alegría, momentos maravillosos, pero también noches oscuras. Sin embargo, en retrospectiva se entiende que incluso las noches eran necesarias y buenas, un motivo para dar gracias.
Hoy la palabra ecclesia militans está un poco fuera de moda, pero en realidad podemos comprender cada vez mejor que es verdadera, que porta en sí misma la verdad. Vemos cómo el mal quiere dominar en el mundo y que es necesario entrar en lucha contra el mal. Vemos cómo lo hace de tantos modos, cruentos, con distintas formas de violencia, pero también enmascarado como el bien, destruyendo así las bases morales de la sociedad.
San Agustín dijo que toda la historia es una lucha entre dos amores: amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios; amor a Dios hasta el desprecio de sí, en el martirio. Nosotros estamos en esta lucha y en esta lucha es muy importante tener amigos. En lo que a mi respecta, estoy rodeado de los amigos del colegio cardenalicio; son mis amigos y me siento en casa, me siento seguro en esta compañía con los grandes amigos, que están conmigo, y todos juntos con el Señor.
Gracias por esta amistad.Gracias a usted, eminencia, por todo lo que ha hecho para este momento y por todo lo que hace siempre. Gracias a ustedes por la comunión en las alegrías y en los dolores.
Vayamos adelante, el Señor ha dicho: ánimo, yo he vencido el mundo. Somos del equipo del Señor, por lo tanto, del equipo victorioso. Gracias a todos, que el Señor los bendiga.
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