Ave María
La paz del Señor sea contigo.
Sólo Dios... Cuánto cuesta llegar a comprender y a vivir estas palabras, pero una vez, aunque sea sólo un instante; una vez de que el alma se ha percatado de que es de Dios, posesión de Dios; de que Jesús vive en ella, a pesar de sus miserias y flaquezas... Una vez abiertos los ojos a la luz de la fe y de la esperanza. Una vez comprendida la razón de vivir, y que vivir es para Dios y sólo para Él, nada hay en el mundo capaz de turbar al alma, y aún la ansiosa espera del que no poseyendo nada lo espera todo, se hace serena. Una paz inmensa llena el corazón del que sólo es para Dios, y paz sólo la posee el que sólo a Dios desea...
¡Sólo Dios! ¡Qué dulce es vivir así!
No se para qué me he puesto a escribir... Realmente no lo sé; no hay necesidad y no tengo nada que decir. Solamente hay una razón, aunque muy pequeña, y esa razón es un deseo mío..., aún los tengo..., es el deseo de hablar de Él.
Nadie en el mundo escucha con paciencia las locuras que se le pueden ocurrir al que vislumbrando un poquito la grandeza de Dios se atonta, y dando de lado la nada y vanidad de las cosas de la tierra, se le ocurre gritar: necios, insensatos... ¿qué buscáis? daros prisa..., sólo Dios ¿qué hay fuera de Él?
¿Cómo es posible que nos podamos ocupar en tantas cosas, en reir, en llorar, en hablar, en discutir y, en cambio, para Dios nada?
(...)
No sé decir más... me he cortado, y con la pluma en la mano y mirando este cielo tan claro de Castilla, me he quedado pensando..., sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios.
Fray María Rafael
(De la carta a su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Burgos, el 27 de septiembre de 1937, a sus 26 años, ocho meses antes de su muerte)
La paz del Señor sea contigo.
Sólo Dios... Cuánto cuesta llegar a comprender y a vivir estas palabras, pero una vez, aunque sea sólo un instante; una vez de que el alma se ha percatado de que es de Dios, posesión de Dios; de que Jesús vive en ella, a pesar de sus miserias y flaquezas... Una vez abiertos los ojos a la luz de la fe y de la esperanza. Una vez comprendida la razón de vivir, y que vivir es para Dios y sólo para Él, nada hay en el mundo capaz de turbar al alma, y aún la ansiosa espera del que no poseyendo nada lo espera todo, se hace serena. Una paz inmensa llena el corazón del que sólo es para Dios, y paz sólo la posee el que sólo a Dios desea...
¡Sólo Dios! ¡Qué dulce es vivir así!
No se para qué me he puesto a escribir... Realmente no lo sé; no hay necesidad y no tengo nada que decir. Solamente hay una razón, aunque muy pequeña, y esa razón es un deseo mío..., aún los tengo..., es el deseo de hablar de Él.
Nadie en el mundo escucha con paciencia las locuras que se le pueden ocurrir al que vislumbrando un poquito la grandeza de Dios se atonta, y dando de lado la nada y vanidad de las cosas de la tierra, se le ocurre gritar: necios, insensatos... ¿qué buscáis? daros prisa..., sólo Dios ¿qué hay fuera de Él?
¿Cómo es posible que nos podamos ocupar en tantas cosas, en reir, en llorar, en hablar, en discutir y, en cambio, para Dios nada?
(...)
No sé decir más... me he cortado, y con la pluma en la mano y mirando este cielo tan claro de Castilla, me he quedado pensando..., sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios.
Fray María Rafael
(De la carta a su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Burgos, el 27 de septiembre de 1937, a sus 26 años, ocho meses antes de su muerte)
A bueno Pater es tremendo este pibe!!!! MUCHAS GRACIAS,
ResponderEliminarLeo