La vida es vocación y por eso toda vocación es absolutamente personal y singular, porque como la vida, no existe en abstracto sino que es una realidad que se da en cada viviente de modo único, así también la vocación es la realidad de ser llamados de modo individual y personal por Dios para construir el mundo y la historia desde la propia existencia según su designio salvífico.
Existen tanas vocaciones como personas, y por eso la búsqueda de la vocación ha de ser una aventura necesariamente personal, por caminos aún no explorados, y que nadie puede recorrer en lugar de uno.
Si buscáramos una definición podríamos decir que la vocación es la vida que Dios ha pensado para un hombre, que Dios desea para un hombre concreto. Pero ese deseo de Dios no es una arbitrariedad suya, una especie de capricho divino que reparte roles, identidades y “tareas” a mansalva y al azar, sino que es un “pro-yecto” (en sentido de lanzar hacia adelante) de su Amor a partir de mi realidad personal. La vocación no nace de una necesidad de Dios a la cual el hombre esté llamado a paliar, sino que tiene su origen en su conocimiento amoroso de cada persona. Como Dios me conoce, sabe lo mejor para mí: he ahí el misterio de la vocación. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” dice la Escritura. Como cada hombre es persona, uno en sí mismo (per se unum según una de las posibles etimologías de persona), ese conocimiento y esa salvación se realizan de modo personal, y la vocación no es otra cosa que la tendencia del corazón del hombre que lo mueve a la salvación y a la verdad.
Como Dios me conoce mejor que nadie, y como además El conoce el mundo como nadie, vocación, entonces es lo que Dios desea para alguien porque el conoce cuál es el punto de la historia y del mundo de máxima posibilidad de plenitud para ese hombre concreto. Podríamos decir la vocación más que un mandato de Dios es el modo de vida donde mas yo mismo puedo ser, donde tengo mayor posibilidad de felicidad y plenitud, el modo de vida que mas se adecúa a mi.
Vocación es nuestra identidad, es nuestra historia, es nuestra realidad. Siendo que la plenitud está en juego, cada hombre ha de cuestionarse constantemente por su vocación, ya que no se trata de una cuestión que se ha de abordar sólo en la juventud a la hora de elegir caminos más o menos definitorios, sino constantemente, porque la vocación existe en el hoy de cada hombre. Vale decir que Dios desea algo para el hoy concreto del hombre, y el hombre esta llamado a escuchar ese deseo de Dios cada día.
De lo dicho se desprende entonces que la vocación en cristiano se entiende como un misterio personal de fe: un proyecto de Dios para un hombre concreto que partir del modo de ser de ese hombre, de su identidad; proyecto de Dios para que ese hombre pueda alcanzar el máximo desarrollo posible de su fidelidad y amor a Dios y a los hermanos, y por ende, su máxima posibilidad de plenitud y felicidad. Y que además de ser personal es siempre presente, se realiza en el presente que es siempre el tiempo propicio de la vocación.
Existen tanas vocaciones como personas, y por eso la búsqueda de la vocación ha de ser una aventura necesariamente personal, por caminos aún no explorados, y que nadie puede recorrer en lugar de uno.
Si buscáramos una definición podríamos decir que la vocación es la vida que Dios ha pensado para un hombre, que Dios desea para un hombre concreto. Pero ese deseo de Dios no es una arbitrariedad suya, una especie de capricho divino que reparte roles, identidades y “tareas” a mansalva y al azar, sino que es un “pro-yecto” (en sentido de lanzar hacia adelante) de su Amor a partir de mi realidad personal. La vocación no nace de una necesidad de Dios a la cual el hombre esté llamado a paliar, sino que tiene su origen en su conocimiento amoroso de cada persona. Como Dios me conoce, sabe lo mejor para mí: he ahí el misterio de la vocación. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” dice la Escritura. Como cada hombre es persona, uno en sí mismo (per se unum según una de las posibles etimologías de persona), ese conocimiento y esa salvación se realizan de modo personal, y la vocación no es otra cosa que la tendencia del corazón del hombre que lo mueve a la salvación y a la verdad.
Como Dios me conoce mejor que nadie, y como además El conoce el mundo como nadie, vocación, entonces es lo que Dios desea para alguien porque el conoce cuál es el punto de la historia y del mundo de máxima posibilidad de plenitud para ese hombre concreto. Podríamos decir la vocación más que un mandato de Dios es el modo de vida donde mas yo mismo puedo ser, donde tengo mayor posibilidad de felicidad y plenitud, el modo de vida que mas se adecúa a mi.
Vocación es nuestra identidad, es nuestra historia, es nuestra realidad. Siendo que la plenitud está en juego, cada hombre ha de cuestionarse constantemente por su vocación, ya que no se trata de una cuestión que se ha de abordar sólo en la juventud a la hora de elegir caminos más o menos definitorios, sino constantemente, porque la vocación existe en el hoy de cada hombre. Vale decir que Dios desea algo para el hoy concreto del hombre, y el hombre esta llamado a escuchar ese deseo de Dios cada día.
De lo dicho se desprende entonces que la vocación en cristiano se entiende como un misterio personal de fe: un proyecto de Dios para un hombre concreto que partir del modo de ser de ese hombre, de su identidad; proyecto de Dios para que ese hombre pueda alcanzar el máximo desarrollo posible de su fidelidad y amor a Dios y a los hermanos, y por ende, su máxima posibilidad de plenitud y felicidad. Y que además de ser personal es siempre presente, se realiza en el presente que es siempre el tiempo propicio de la vocación.
Algunas pistas para el llamado personal:
• Para conocer la propia vocación es necesario conocer a Dios, conocerse a uno mismo y conocer la realidad del mundo.
• Sólo Dios conoce los caminos de cada uno. Se necesita estar en profunda comunión con Él (Eucaristía y Sacramentos, oración, vivir en Gracia)
• La vocación está siempre al servicio de Dios, de la Iglesia, de la Patria y del mundo
• La vocación ha de preguntarse:
1) qué necesidades hay a mi alrededor.
2) qué cosas me atraen y me hacen feliz.
3) qué cosas me salen bien (aptitudes).
4) para qué cosas me buscan los demás.
• Tratar de tener el hábito de escuchar los llamados cotidianos del Espíritu de Dios en nuestra vida
Muy bueno pater, nos vemos pronto, alf
ResponderEliminarPax! Que el Dios de Amor le bendiga siempre Padre.
ResponderEliminar"y la vocación no es otra cosa que la tendencia del corazón del hombre que lo mueve a la salvación y a la verdad."
ResponderEliminarGuíanos Señor Jesús por el camino de la vocación que nos lleva a creer en tí,esperar en tí y hacer tu voluntad.,para gloria tuya y salvación de nuestras almas .,Amén
¡Ven Espiritu Santo Y envía desde el cielo un rayo de tú Luz!. Bendiciones para el Padre Fabián
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