Del texto: "Las piruetas de los nabos" del Hermano Rafael
(...)
El día está triste, unas nubes muy feas, un viento “si es no es” fuerte, algunas gotas de agua que caen como de mala gana y que lamen los cristales y, dominándolo todo, un frío digno del país y de la época.
Lo cierto es que aparte del frío, que lo noto en mis helados pies y refrigeradas manos, todo esto se puede decir que casi me lo imagino, pues apenas he mirado la ventana. La tarde que padezco hoy es turbia, y turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos diablillos están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo recuerdos… Paciencia y esperar.
En mis manos han puesto una navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes y tan fríos ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos.
El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados.
Los diablillos me siguen dando guerra ¡¡Que haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de luto.
Un demonio pequeñito, y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, berzas y nabos.
El día está triste… No miro la ventana, pero lo adivino. Mis manos están coloradas, coloradas como los diablillos; mis pies ateridos… ¿Y el alma? Señor, quizás el alma sufriendo un poquillo… Mas no importa…, refugiémonos en el silencio.
Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra mi alma… Una luz divina, cosa de un momento… Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa!! ¡qué pregunta! Pelar nabos… ¡pelar nabos! ¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo nabos por amor…, por amor a Jesucristo.
(...)
En el mundo se desaprovecha mucho, pero es que el mundo distrae… Tanto vale en el mundo el amar a Dios en el hablar, como en la Trapa en el silencio; la cuestión es hacer algo por Él…, acordarse de Él… El sitio, el lugar, la ocupación, es indiferente.
Dios me puede hacer tan santo pelando patatas que gobernando un Imperio.
Qué pena que el mundo esté tan distraído…, porque he visto que los hombres no son malos…, y que todos sufren, pero no saben sufrir…
Si por encima de la frivolidad, si por encima de esa capa de falsa alegría con que el mundo oculta sus lágrimas, si por encima de la ignorancia de lo que es Dios, elevaran un poco los ojos a lo alto…, seguramente les ocurriría lo que al fraile de los nabos…, muchas lágrimas se enjugarían, muchas penas se endulzarían y muchas cruces se amarían para poder ofrecerlas a Cristo.
Cuando terminó el trabajo, y en la oración me puse al pie de Jesús muerto…, allí a sus plantas deposité un cesto de nabos peladitos y limpios… No tenía otra cosa que ofrecerle, pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos, sean Imperios.
La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y heladas, le pido a María no permita se acerquen los diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, le pido me envíe a los ángeles del cielo, para que yo pelando y ellos llevando en sus manos el producto de mi trabajo, vayan poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias; a los pies de Jesús, blancos nabos, y patatas y cebollas, coles y lechugas…
En fin, si vivo muchos años en la Trapa, voy a hacer del cielo una especie de mercado de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga basta de pelar…, suelta la navaja y el mandil y ven a gozar de lo que has hecho…, cuando me vea en el cielo entre Dios y los santos, y tanta legumbre…, Señor Jesús, no podré por menos de echarme a reír.
El día está triste, unas nubes muy feas, un viento “si es no es” fuerte, algunas gotas de agua que caen como de mala gana y que lamen los cristales y, dominándolo todo, un frío digno del país y de la época.
Lo cierto es que aparte del frío, que lo noto en mis helados pies y refrigeradas manos, todo esto se puede decir que casi me lo imagino, pues apenas he mirado la ventana. La tarde que padezco hoy es turbia, y turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos diablillos están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo recuerdos… Paciencia y esperar.
En mis manos han puesto una navaja, y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes y tan fríos ¡Qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos.
El tiempo pasa lento, y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados.
Los diablillos me siguen dando guerra ¡¡Que haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos, con esa seriedad de magistrado de luto.
Un demonio pequeñito, y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, berzas y nabos.
El día está triste… No miro la ventana, pero lo adivino. Mis manos están coloradas, coloradas como los diablillos; mis pies ateridos… ¿Y el alma? Señor, quizás el alma sufriendo un poquillo… Mas no importa…, refugiémonos en el silencio.
Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra mi alma… Una luz divina, cosa de un momento… Alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa!! ¡qué pregunta! Pelar nabos… ¡pelar nabos! ¿Para qué?... Y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo nabos por amor…, por amor a Jesucristo.
(...)
En el mundo se desaprovecha mucho, pero es que el mundo distrae… Tanto vale en el mundo el amar a Dios en el hablar, como en la Trapa en el silencio; la cuestión es hacer algo por Él…, acordarse de Él… El sitio, el lugar, la ocupación, es indiferente.
Dios me puede hacer tan santo pelando patatas que gobernando un Imperio.
Qué pena que el mundo esté tan distraído…, porque he visto que los hombres no son malos…, y que todos sufren, pero no saben sufrir…
Si por encima de la frivolidad, si por encima de esa capa de falsa alegría con que el mundo oculta sus lágrimas, si por encima de la ignorancia de lo que es Dios, elevaran un poco los ojos a lo alto…, seguramente les ocurriría lo que al fraile de los nabos…, muchas lágrimas se enjugarían, muchas penas se endulzarían y muchas cruces se amarían para poder ofrecerlas a Cristo.
Cuando terminó el trabajo, y en la oración me puse al pie de Jesús muerto…, allí a sus plantas deposité un cesto de nabos peladitos y limpios… No tenía otra cosa que ofrecerle, pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos, sean Imperios.
La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y heladas, le pido a María no permita se acerquen los diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, le pido me envíe a los ángeles del cielo, para que yo pelando y ellos llevando en sus manos el producto de mi trabajo, vayan poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias; a los pies de Jesús, blancos nabos, y patatas y cebollas, coles y lechugas…
En fin, si vivo muchos años en la Trapa, voy a hacer del cielo una especie de mercado de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga basta de pelar…, suelta la navaja y el mandil y ven a gozar de lo que has hecho…, cuando me vea en el cielo entre Dios y los santos, y tanta legumbre…, Señor Jesús, no podré por menos de echarme a reír.
Que bueno. Solo un Santo como Rafael puede sacar de una situacion tan simple, como lo es pelar nabos, una enseñanza tan sublime como la que nos ha dado con estas palabras.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo padre.
que hermosura, me encanta saber que "mi" santo supo sacar sabiduria de las cosas de todos los dias, santificarse en lo cotidiano ¡gloria a Dios!
ResponderEliminarRafael representa la esencia mistica de la verdad eterna.
ResponderEliminarSi queremos ver a Dios, El Ahora, Lo Unico, Lo Real, se debe desear profundamente y asi podrá ir apareciendo delante de nuestros ojos divinos.
Lo Real es muy simple, por eso nuestros pensamientos humanos no lo pueden ver.
Lo Divino es sencillo, nosotros lo hacemos todo complicado.
Despertemos en lo Eterno, todo lo demás es
proyección, pantalla sin fondo, humo deslizante, barro caduco.
La paz esté con la Esencia Divina y todos vosotros.
Me siento tan feliz porque el día se aproxima...
ResponderEliminarReligioso Franciscano
Yo tambien estoy alegre y esperando el dia con impaciencia.Sé que el domingo el Señor le concedera darnos gracias a los que las esperamos con esperanza,
ResponderEliminarAlguien me proporcionó este link, porque yo había escrito en mi blog algo sobre unas hojas y unas acelgas. Leí esta preciosidad del Hno. Rafael el verano pasado. Me ha venido bien releerla. Gracias
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