20 de agosto, día de San Bernardo
¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un descanso seguro y
tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con seguridad,
sabiendo que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo
me pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre piedra
firme. Si cometo un gran pecado, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la
paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, fue traspasado
por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por
la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo que tengo a mano un remedio tan
poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna dolencia, por maligna que sea.
Por esto, no tenía razón aquel que dijo: Mi culpa es
demasiado grande para soportarla. Es que él no podía atribuirse ni llamar suyos
los méritos de Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el
Señor.
Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues
sus entrañas rebosan misericordia. Agujerearon sus manos y pies y atravesaron
su costado con una lanza; y, a través de estas hendiduras, puedo libar miel
silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno
es el Señor.
Sus designios eran designios de paz, y yo lo ignoraba.
Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién fue su consejero? Pero el
clavo penetrante se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto el
conocimiento de la voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través de esta
hendidura? Tanto el clavo como la llaga proclaman que en verdad Dios está en
Cristo reconciliando al mundo consigo. Un hierro atravesó su alma, hasta cerca
del corazón, de modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades.
Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos
de su corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la
entrañable misericordia de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que
nace de lo alto. ¿Qué dificultad hay en admitir que tus llagas nos dejan ver
tus entrañas? No podría hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para
comprender que tú, Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie
tiene una misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a
muerte y a la condenación.
Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré
pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la
misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque
tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante fue
la gracia. Y, si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré
eternamente las misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia?
Señor, narraré tu justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues
tú has sido constituido mi justicia de parte de Dios.
De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares. (Sermón 61, 3-5: Opera omnia, edición cisterciense, 2, 1958, 150-151)