martes, 22 de mayo de 2012

La Iglesia es militante

Palabras del santo padre Benedicto XVI luego del almuerzo que le ofrecieran los cardenales, con ocasión de su 85 cumpleaños y del séptimo aniversario de su elección a la Cátedra de Pedro, el lunes 21 de mayo de 2012.


Eminencia,

Queridos hermanos,

En este momento mis palabras solo pueden ser de agradecimiento.
Agradecimiento sobre todo al Señor por todos los años que me ha concedido; años con tantas jornadas de alegría, momentos maravillosos, pero también noches oscuras. Sin embargo, en retrospectiva se entiende que incluso las noches eran necesarias y buenas, un motivo para dar gracias.
Hoy la palabra ecclesia militans está un poco fuera de moda, pero en realidad podemos comprender cada vez mejor que es verdadera, que porta en sí misma la verdad. Vemos cómo el mal quiere dominar en el mundo y que es necesario entrar en lucha contra el mal. Vemos cómo lo hace de tantos modos, cruentos, con distintas formas de violencia, pero también enmascarado como el bien, destruyendo así las bases morales de la sociedad.
San Agustín dijo que toda la historia es una lucha entre dos amores: amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios; amor a Dios hasta el desprecio de sí, en el martirio. Nosotros estamos en esta lucha y en esta lucha es muy importante tener amigos. En lo que a mi respecta, estoy rodeado de los amigos del colegio cardenalicio; son mis amigos y me siento en casa, me siento seguro en esta compañía con los grandes amigos, que están conmigo, y todos juntos con el Señor.
Gracias por esta amistad.Gracias a usted, eminencia, por todo lo que ha hecho para este momento y por todo lo que hace siempre. Gracias a ustedes por la comunión en las alegrías y en los dolores.
Vayamos adelante, el Señor ha dicho: ánimo, yo he vencido el mundo. Somos del equipo del Señor, por lo tanto, del equipo victorioso. Gracias a todos, que el Señor los bendiga.

viernes, 4 de mayo de 2012

Carta de Benedicto XVI a los obispos de lengua alemana sobre el “Pro multis” de la Santa Misa

Carta que el Papa Benedicto XVI ha enviado a los obispos de lengua alemana para terminar con el debate en torno a la traducción de las palabras de la consagración, de acuerdo a lo ordenado por la Congregación para el Culto Divino en el año 2006.
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Excelencia, venerado y querido señor Arzobispo:
Durante su visita del 15 de marzo de 2012, me hizo saber que, en relación a las palabras “pro multis” en el canon de la Misa, aún no existe un consenso entre los obispos de lengua alemana. Ahora parece existir el peligro de que, con el próximo y esperado lanzamiento del “Gotteslob” (“Libro de oraciones”), algunos lugares de lengua alemana mantengan la traducción “por todos”, aunque la Conferencia de los Obispos de Alemania ha concordado en usar el “por muchos”, como desea la Santa Sede. Yo le había prometido que me pronunciaría por escrito sobre esta seria cuestión para evitar una división en nuestro más íntimo lugar de oración. La carta, que por medio de usted envío a los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana, también será enviada a los otros obispos de lengua alemana.

Permítame, en primer lugar, decir algunas palabras sobre el origen del problema. En los años sesenta, cuando el Misal Romano fue traducido al alemán bajo la responsabilidad de los obispos, hubo un consenso exegético de que las palabras “muchos” y “mucho” encontradas en Is. 53, 11 en adelante, era una expresión hebrea que indicaría a la comunidad, a “todos”. La palabra “muchos” en la narración de Mateo y de Marcos también fue considerada un semitismo que debía ser traducido como “todos”. Esto también tenía relación directa con el texto latino que sería traducido, en el cual el “pro multis” en las narraciones del Evangelio se refería a Isaías 53 y debía, por lo tanto, ser traducido como “por todos”. Este consenso exegético se desmoronó, ya no existe. En la traducción alemana de la Sagrada Escritura, la narración de la Última Cena dice: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos” (Marcos 14, 24; Cf. Mt. 26, 28). Esto indica algo muy importante: el cambio del “pro multis” a “por todos” no fue una traducción pura, sino una interpretación que fue y sigue siendo muy razonable, pero ya es más que traducción e interpretación.
Esta mezcla de traducción y de interpretación pertenece, en retrospectiva, a los principios que, inmediatamente después del Concilio, guiaron la traducción de los libros litúrgicos a la lengua vernácula. Se entendió hasta qué punto la Biblia y los textos litúrgicos estaban ausentes del lenguaje y del pensamiento del hombre moderno, de modo que aún traducidos permanecían ampliamente incomprensibles a los participantes del culto divino. Hubo un nuevo empeño para que los textos sagrados fuesen revelados, en las traducciones, a los participantes de la celebración, pero aún así se mantenían alejados de su mundo, e incluso así sería todavía más visible ese alejamiento. No sólo se sentía justificados sino obligados a mezclar la interpretación en la traducción para que, de ese modo, se acortara el camino para las personas, cuyas mentes y corazones podrían ser alcanzados a través de esas palabras.

Hasta cierto punto, el principio de una sustancial pero no necesariamente justificada traducción literal de los textos-fuentes permanece. Cuando yo rezo las oraciones litúrgicas en diversas lenguas, noto que frecuentemente es difícil encontrar un término medio entre las diversas traducciones y que el texto base subyacente muchas veces permanece visible sólo cuando es visto desde lejos. A esto se suman las socavantes banalizaciones que son verdaderas pérdidas. A causa de eso, a través de los años, se ha vuelto cada vez más claro para mí que el principio de la equivalencia estructural, pero no literal, en cuanto regla de traducción, tiene sus límites. Siguiendo estos razonamientos, la Instrucción de traducción Liturgiam authenticam, publicada por la Congregación para el Culto Divino el día 28 de marzo de 2001, volvió a colocar la traducción literal en primer plano, pero, es claro, sin imponer un vocabulario único. La importante idea que se encuentra en la base de esa instrucción ya se encuentra expresada en la distinción entre traducción e interpretación, como escribí anteriormente. Esto es necesario tanto para la Palabra de las Escrituras como para los textos litúrgicos. Por un lado, la Palabra sagrada debería, si es posible, presentarse a sí misma, incluso con la extrañeza y las preguntas que ella contiene en sí misma; por otro lado, a la Iglesia fue confiada la misión de interpretar, dentro de los limites de nuestro entendimiento, la Buena Noticia que el Señor quiso que recibiésemos. Una traducción empática tampoco puede sustituir la interpretación: forma parte de la estructura de la Revelación que la Palabra de Dios sea leída en la comunidad interpretativa de la Iglesia, que la fidelidad y la comprensión sean combinadas. La Palabra debe existir como ella misma, en su propia forma, aunque resulte extraña; la interpretación debe ser medida por la fidelidad a la propia Palabra, pero, al mismo tiempo, ser accesible al oído moderno.

En este contexto, la Santa Sede decidió que en la nueva traducción del Misal las palabras “pro multis” deben ser traducidas en cuanto tales y no, al mismo tiempo, ser interpretadas. La simple traducción “por muchos” debe reemplazar a la interpretativa “por todos”. Me gustaría destacar que tanto en Mateo como en Marcos no tiene artículo, de modo que no es “por los muchos” sino “por muchos”. Teniendo entendido, como espero, la decisión fundamental sobre la ordenación de la traducción y de la interpretación, soy consciente de que esto representa un desafío enorme para todos los que tienen la misión de interpretar la Palabra de Dios en la Iglesia. Siendo que, para los fieles regulares, esto parecerá, casi inevitablemente, una ruptura en el corazón de aquello que es más sagrado. Preguntarán: ¿Cristo no murió por todos? ¿La Iglesia cambió su enseñanza? ¿Esto es posible y puede permitirse? ¿Esta es una reacción contra la herencia del Concilio? Todos sabemos, por la experiencia de los últimos 50 años, cuán profundamente los cambios en las formas y en los textos litúrgicos afectan a las personas; cuánto un cambio en un texto tan central afecta a las personas. Si bien este es el caso, desde hace tiempo se sostuvo que la traducción de “muchos” debe ser precedida por una profunda catequesis sobre la diferencia entre traducción e interpretación, una catequesis en la cual los obispos deben informar a sus sacerdotes que, a su vez, deben explicar de forma clara a los fieles de qué se trata esta cuestión. Esta catequesis es un requisito básico antes de que la nueva traducción entre en vigor. Por lo que sé, tal catequesis todavía no fue hecha en las zonas de lengua alemana. La intención de mi carta, queridos hermanos, es pedir urgentemente que esta catequesis sea establecida, para que entonces sea discutida con los sacerdotes e inmediatamente ponerla a disposición de los fieles.

Esta catequesis debe explicar, en primer lugar, por qué después del Concilio la palabra “muchos” fue traducida por “todos” en el Misal: para expresar claramente la universalidad de la salvación deseada por y a través de Jesús. Esto lleva a la siguiente pregunta: si Jesús murió por todos, ¿por qué las palabras de la Última Cena dicen “por muchos”? Por otra parte, Jesús, de acuerdo con Mateo y Marcos, dijo “por muchos”, pero de acuerdo con Lucas y San Pablo, dijo “por vosotros”. Este hecho estrecha todavía más la cuestión. Pero, a partir de aquí, también podemos llegar a una solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús los trasciende a ellos y a su círculo íntimo; que Él ha venido para reunir a todos los hijos de Dios dispersos (conforme Jn. 11, 52). Este “por vosotros” vuelve la misión de Jesús muy concreta para los presentes: ellos no son un elemento anónimo de una amplia totalidad, sino que todos saben que el Señor murió particularmente por mí, por nosotros. “Por vosotros” alcanza al pasado y al futuro; yo fui nombrado muy personalmente; nosotros, que estamos aquí, somos conocidos personalmente por Jesús. En este sentido, “por vosotros” no es una reducción sino una especificación que es válida para cada comunidad que celebra la Eucaristía, que se une a sí misma al amor de Cristo. En las palabras de la consagración, el Canon Romano unió las dos lecturas bíblicas y se lee: “por vosotros y por muchos”. En la reforma litúrgica, esta fórmula fue llevada a todas las plegarias.

Pero, nuevamente: ¿por qué “por muchos? ¿El Señor no murió, entonces, por todos? El hecho de que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios encarnado, es el Hombre para todos los hombres, el nuevo Adán, pertenece a las certezas básicas de nuestra fe. Me gustaría recordar solamente tres pasajes de la Escritura: Dios entregó a Su Hijo “por todos nosotros”, escribe Pablo en la Carta a los Romanos (Rom. 8, 32). “Uno solo murió por todos”, dice San Pablo en la segunda Carta a los Corintios, sobre la muerte de Jesús (1Cor 5, 14). Jesús “se entregó a sí mismo para rescatar a todos”, dice la primera carta a Timoteo (1Tim 2, 6). Pero entonces podemos preguntarnos nuevamente: si todo esto está claro, ¿por qué, entonces, la plegaria eucarística dice “por muchos”? Bien, la Iglesia tomó esta formulación de la narrativa de la institución del Nuevo Testamento. Ella lo hace por respeto a la Palabra de Jesús, para permanecer fiel a Él también en la Palabra. El respeto por la Palabra de Jesús es la razón para la formulación de la oración. Pero entonces nos preguntamos: ¿por qué el propio Jesús dijo así? El verdadero motivo para esto es que Jesús, de esta forma, se reveló como el siervo de Dios de Is. 53, se identificó según la forma que la palabra del profeta esperaba. Respeto de la Iglesia por la Palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la Palabra de las Escrituras: en esta doble fidelidad se encuentra la base sólida para la fórmula “por muchos”. En esta cadena de fidelidad reverente se encuentra la traducción literal de la Palabra de las Escrituras.

Como hemos dicho anteriormente, el “por vosotros” en la tradición lucana-paulina no restringe, sino que especifica, de modo que podemos afirmar que la dialéctica de “muchos”- “todos” tiene su propio significado. “Todos” existe en un nivel ontológico – el ser y la acción de Jesús incluye a toda la humanidad, pasada, presente y futura. Pero, de hecho, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, se trata solamente de “muchos”. De este modo, podemos ver un triple significado en el ordenamiento de “muchos” y de “todos”. En primer lugar, debería significar para nosotros, que podemos sentarnos a Su mesa, sorpresa, alegría y gratitud por el hecho de que Él nos ha llamado, de que estamos con Él y podemos conocerlo. “Doy gracias al Señor, porque inmerecidamente me ha llamado a su Iglesia…”. En segundo lugar, es también una responsabilidad. Cómo el Señor alcanza a los otros - “todos” –, a su modo, sigue siendo un misterio. Pero, sin duda, es una responsabilidad ser llamado por Él y para Su mesa, de modo que yo pueda oír: por ti, por mí, Él ha sufrido. Los muchos tienen una responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos debe ser la luz en los candeleros, la ciudad en la cima de las colinas, levadura para todos. Es un llamado que se aplica a todos personalmente. Los muchos, que somos nosotros, deben conscientemente practicar su misión en responsabilidad por la totalidad. Finalmente, podemos añadir un tercer aspecto. En la sociedad moderna, tenemos la impresión de que estamos lejos de ser “muchos”, sino bien pocos – un pequeño número que continuamente disminuye. Pero no - nosotros somos “muchos”: “Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas”, nos dice el Apocalipsis de Juan (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. De esa manera, ambas palabras, “muchos” y “todos”, van juntas y se relacionan entre sí en la responsabilidad y en la promesa.

Excelencia, amados hermanos obispos. con todo lo escrito anteriormente, deseaba indicar el contenido básico de catequesis que debe preparar, y cuanto antes, a sacerdotes y laicos, para la nueva traducción. Espero que todo esto pueda servir para una celebración más profunda de la Eucaristía y se convierte en parte de la gran tarea que tenemos por delante en el Año de la Fe. Espero que esta catequesis sea pronto presentada para convertirse en parte de una renovación litúrgica por la cual el Concilio trabajó desde su primera sesión.

Con mis bendiciones pascuales, permanezco en el Señor,

Benedictus PP XVI